Mentimos mucho, pero no a Google

Irene Bienes (*)

Mi amiga me preguntó mientras comíamos pipas sentadas en un banco: “¿Tú dices mentiras?”. “No suelo mentir”, le respondí. “Ahora mismo estás mintiendo”, me contestó ella. “Sí, es verdad, a veces miento… pero no es habitual en mí”. “¿Estás segura?”, me dijo. “Se puede mentir hasta 200 veces en 24 horas”, me respondíó.

Mientras caminaba a coger mi coche, me llamaron por teléfono. Dijeron que eran de Movistar, que llamaban por una supuesta incidencia. Lo siento, estoy en el trabajo, llame por la tarde y le atenderé. Pensé “joder, dos mentiras en un minuto”; no estaba en el trabajo y no lo iba a coger por la tarde. Luego llamó mi madre, “cariño, ¿finalmente vienes a casa a comer?”. “Uf, no creo que pueda, ahora te llamo, que voy conduciendo”, le dije desde el coche sin haberlo arrancado aún. Ay, dios, esto es fatal, sí miento, y todo el rato. Me llama mi hija: “mamá, ya salí de clase, ¿ya estás ahí, donde siempre?”. Yo: “Cariño, tardo 10 minutos, es que hay colas”. Pero… ¡no paro de mentir! Mentimos. Y mucho. Todos. ¿Saben a quién no le mentimos nunca? A Google.

“Las personas mientes a sus amigos, Mienten a sus jefes. Mienten a los niños. Mienten a sus padres. Mienten a sus médicos. Mienten a los maridos. Mienten a las esposas. Se mienten a sí mismas. Y sin sombra de duda, mienten en las encuestas, aunque sean anónimas” (Seth Stephens-Davidowitz, analista de datos, columnista del New York Times y profesor de la Universidad de Pensilvania, autor del perturbador libro “Todo el mundo miente”).

Pero Google conoce nuestros deseos, nuestros secretos más íntimos, lo que no le decimos a nadie ¿Cómo? Gracias a los ocho billones de gigabytes de datos que en un día cualquiera, dejan en total las búsquedas que se realizan en internet. “Estoy convencido de que las búsquedas en Google constituyen la mayor colección de datos sobre la mente humana que haya existido nunca”, (Stephen.Davidowitz).

Pero, ¿por qué mentimos? Básicamente porque queremos parecer mejor de lo que somos, en las encuestas, por ejemplo. Mentimos por agradar, por vergüenza, por miedo, por compasión, para conseguir lo que queremos, por venganza.

La investigación de Stephen-Davidowitz también muestra que muchos hombres están obsesionados con el tamaño de su órgano sexual, ya que esa es una de las preguntas más frecuentes realizadas en Google: “Los hombres hacen muchísimas más consultas sobre su órgano sexual que sobre cualquier otro de sus órganos, más que las que hacen sobre pulmones, hígados, pies, oídos, nariz, garganta y cerebro todos juntos”. Los hombres hacen de media 170 búsquedas sobre su órgano sexual por cada una mujer que se interesa por hacer una búsqueda en Google sobre el tamaño del pene de su pareja. También muchos hombres realizan la búsqueda de cómo agrandar el pene mientras que las mujeres se quejan en Google y buscan soluciones sobre el tamaño del pene de sus parejas, dicen que es muy grande y que les hace daño. Por lo tanto, chicos, a algunos les sería más útil buscar cómo empequeñecerse el pene. En las búsquedas online también se ha descubierto que el deseo sexual tiene muchas direcciones. En Pornhub, una web porno, los vídeos de temática incestuosa están entre las cien primeras búsquedas. Ellos buscan “mamá e hijo” y ellas “papá e hija”. En Google la frase “quiero tener relaciones sexuales con mi…” se completa tres de cada cuatro veces con la palabra mamá”, según este estudio, que tardó cuatro años en concluirse.

Pero… esto es real, no podemos todos ser unos enfermos mentales, serán fantasías lícitas, ¿o no? ¿Nos excita ver un vídeo de una madre manteniendo relaciones sexuales con su hijo? Son actores, no son familia de verdad, por lo tanto, es solo una fantasía ¿Tiene sentido? Prefiero no mentir.

También halló que cuando escribes en Google la frase “¿Es normal querer matar a…?, la primera opción que te da para completar la frase es “mi familia”.

Y, aunque algunos padres vean en sus hijos pequeños un mal comportamiento cuando comienzan a mentir, alrededor de los cinco años, aprenderlo es igual que aprender a caminar o a hablar, necesario, según Kang Lee, psicólogo de la Universidad de Toronto, es señal de que el desarrollo cognitivo de estos pequeños va por buen camino. Yo os tengo que dejar porque me está llamando mi madre al fijo.

(*) Articulista