Primero de Mayo 2019

Ángel Rafael Lombardi Boscán (*)

¿Existen los trabajadores asalariados de la administración pública en Venezuela con todos sus derechos plenos y conquistas reivindicativas socio-económicas históricas aún vigentes? No. Desde agosto del año 2018 el régimen abolió todo esto y desde una igualación desde abajo, pisoteando legalidad y meritocracia, hizo que todos los trabajadores públicos en el país empezaran a ganar el salario mínimo. Un salario mínimo que podemos ubicarlo en promedio en menos de 10$ desde entonces, es decir, el salario más bajo que hay en el mundo. No sólo se destruyó el valor del trabajo sino que fue un despido sin necesidad de formalizarlo. Los profesionales de Venezuela se sintieron estafados y con sus trayectorias de muchos años tirados a la basura. Nos hicieron invisibles y prescindibles.

Las maestras y maestros, pilares de una educación inicial trascendente, sienten desde entonces que no vale la pena trabajar de a gratis. Profesores universitarios, auténticas eminencias en sus distintas áreas del saber, con vocaciones de más de 20 años de servicio y alcanzando las más altas titulaciones, hoy son incapaces de sostener a sus respectivas familias. Empleados públicos a quienes se les robó toda una vida. ¿Jubilarse? Ya no tiene ningún sentido porque las prestaciones sociales que te iban a sostener en la vejez también las desaparecieron. Y lo irónico del asunto es que el Presidente-Obrero es el principal responsable de éste crimen laboral que pocas veces se ha visto en la historia de los países de la contemporaneidad.

En las actuales circunstancias ningún trabajador en Venezuela tiene motivos para celebrar el Día del Trabajador. Los sindicatos han sido vulnerados, incluso, aquellos que creyeron de buena fe en los espejismos igualadores y se identificaron con el régimen. En nuestras universidades abundan estos sindicatos a los que se les prometió participar en las elecciones de los profesores y demás. Incluso, les hicieron creer que hasta Rector podía aspirar un simple obrero sin ninguna preparación para ello. Todo quedó en un populismo barato. Y hoy esos sindicatos, burlados mil veces, siguen sin reconocer sus equivocaciones y se empeñan en cuestionar el proyecto de una universidad libre boicoteando sus mínimas rutinas de funcionamiento alegando que el patrono mayor, el régimen, les debe aumentar los salarios y respetar lo “acordado” en las distintas convenciones colectivas. En realidad, equivocan los reclamos porque el tema de fondo no son los salarios sino la dinámica de un sistema político podrido que ha hecho de lo económico todo un sistema opresivo que implica la completa ruina del trabajador. Con la actual hiperinflación no hay salario que pueda garantizarles un mínimo bienestar a los trabajadores en Venezuela. Y esto lo sabe el régimen y lo utiliza como arma de control social y político, además, de incentivar la inmigración de los profesionales en el país.

Para ser un trabajador calificado hay que estudiar y el estudio el régimen lo depreció por completo. Ningún joven profesional puede hoy vivir en Venezuela con los actuales salarios. Comprar casa propia y vehículo propio ya luce no sólo cuesta arriba sino imposible. Lo elemental: el calzado, el vestido, la comida y las medicinas, sin hablar del ocio, son inaccesibles para la inmensa mayoría de los asalariados hoy. Un ejército de empleados/desempleados es lo que hoy pulula desde una tristeza que no remite. Así que éste 1 de Mayo, Día del Trabajador, no hay nada que celebrar. Al contrario, sólo la protesta permanente es lo único que nos puede salvar de un destino infortunado, en éste descomunal atentado a la dignidad de los trabajadores en el país. Recuperar el Estado de Derecho y la Democracia son los objetivos centrales de ésta lucha de todos los trabajadores venezolanos.

(*) Director del centro de estudios históricos de Luz