Las mujeres del bosque

Las mujeres del bosque son libres, sabias y conocen el amor. No ese amor que se da entre el resto de seres, divinos todos aún sin saberlo. Ellas poseen la capacidad de comprender esa energía todopoderosa que todo lo conquista y, a quienes no saben entenderla, destruye. A través de esas mujeres, hijas de la naturaleza, fluye la Luz de la forma más pura. Porque ellas son solo el canal, el instrumento a través del cual lo Sagrado se trasmite a lo humano. Danzan entre los árboles centenarios, ríen y reciben la lluvia cual bendición del Cielo. Si el día es gris, unen sus manos, y acoplan sus almas al color de las nubes. ¡Quién dijo que la tristeza no es mágica, igual de sublime que la alegría de los días azules, cuando el sol traspasa el follaje en miles y diminutos retazos de colores!

Las mujeres del bosque no entienden de posesión, de reproches, de apegos, porque en su manual de amor divino no existen esos conceptos. ¿Cómo se puede recriminar a un ser amado que viva libremente y según sus preceptos? ¿Acaso no goza del mismo albedrío de todos los seres de la Creación? Ellas, tan inocentes en su mundo etéreo y diminuto, no son conscientes de que nadie más ama así: libremente, sin condición. Tan ingenuas y frágiles son que, cuando se las hiere, se muestran confusas.

¿Por qué ese ataque a un corazón puro y limpio? ¿Se equivocan al no demandar lo que no es demandable, al dejar que el otro siga el camino que ha elegido, al respetar cualquier acción? Tras la perplejidad, suelen buscar refugio en los recónditos rincones del bosque. Recogen su pertrechada alma y abrazan su corazón. Levantan la mirada hacia el Cielo protector y piden consejo. La Luz es siempre su guía. El perdón y la compasión, la respuesta sagrada. Así, resueltas y fortalecidas, vuelven a salir a recorrer los senderos entre los olmos, los grandes robles y los castaños rojos.

Ellas, tan únicas y valiosas, existen, viven mimetizadas entre los demás seres que conviven en esta sociedad gris, manipuladora y que solo entiende de poder y de ambición. Les resulta duro, pero tienen una maravillosa misión: hacer entender que hay algo grande, inmenso, divino, en el interior de cada uno de nosotros. Su nombre es más que un sustantivo, es energía, es Amor.