Una teniente alcalde muy española que no paga las facturas y va de digna, muy digna

La diferencia entre lo que se expone y lo que se es en realidad, al modo Heidegger, es en muchas ocasiones, brutal, desavallador, como diría un maestro chino de ciencia ficción. Esta disimilitud es notoria en el ser que vamos a tratar aquí, de esta manera, en esta mirada indiscreta y asesina. Un ser aposentado en una retórica apasionada y apasionante, por lo de engañosa, que dibuja castillos en el aire y que la ha llevado, desde su inicial anonimato a la primera fila de la política tinerfeña y a jugar durante un tiempo a ser una diosa menor. Esa divinidad no era compasiva como Atenea o dulce como Venus. No: era colérica, mal encarada e implacable como Hera y eso la perdió, la derribó de ese pedestal que compartía con otra diosa, ésta con más recursos y como Ártemis, elusiva, huidiza, artera y cuando la acorralan, implacable. Su mal carácter la perdió a ella y a su compañera en divinidades y ahora además en su caída, salen cosas lamentables, relacionadas con su costumbre de no pagar las cosas, de encargarlas, de darse la pinta y luego si te he visto, no me acuerdo. Y no son pocas, sino muchas, las que ha dejado en el camino, lo que la deja en fatal evidencia. Siempre si saltas a la escena pública, mejor es saldar tranques, deudas y demás, porque si no lo haces, alguien puede cantar y ya se sabe, cuando la fuente canta es porque algo tiene en la garganta.