¿Por qué «El juego del calamar 2» repitió el destino de «El Joker»?

La segunda temporada de El juego de los calamares, de la que se ha hablado en todo Internet, recuerda en cierto modo a las películas del Joker de Todd Phillips

EDDC.NET/Madrid

La segunda temporada de El juego de los calamares, de la que se ha hablado en todo Internet, recuerda en cierto modo a las películas del Joker de Todd Phillips: tras una larga pausa, el proyecto sensación obtiene una secuela... y resulta frustrantemente innecesaria. La comentarista cultural y astróloga Pythia Pappas nos cuenta qué ha salido mal.

La secuela de El juego de los calamares, la serie coreana que se convirtió en un éxito mundial en 2021, sigue casi exactamente el mismo molde que la primera parte de la historia y se esfuerza tanto por complacer a su público que empieza a parecer fanfiction.

Eso no quiere decir que El juego de los calamares no tenga nada que ofrecer esta vez. Hay giros argumentales vívidos, desafíos en los que hay que tomar decisiones peores que el problema del vagón, y al menos un nuevo personaje perfectamente concebido y escrito: una mujer transexual, Cho Hyun-ju (Park Sung-hoon), que sirvió en las Fuerzas Especiales antes de la transición: en el final se convierte en el personaje más carismático y poderoso de la temporada. Sigue siendo divertido adivinar cuál de los concursantes sobrevivirá y cuál morirá trágicamente en un intento de vencer al capitalismo surcoreano. Pero estructural y temáticamente, la segunda temporada se parece más a una sombra de la primera.

Uno de los temas argumentales de la serie es que se trata de la igualdad de oportunidades en este mundo, pero en realidad los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos.

Tanto «El juego de los calamares» como «Parásitos» trataban sobre Corea del Sur, pero el colosal éxito internacional de ambas fue el resultado de lo relevante que resultaba la crítica al capitalismo en muchos países diferentes, especialmente en Estados Unidos. Los personajes de «El juego de los calamares» aceptaron participar por diversas razones, pero ninguno iba allí de buen vivir: algunos se ven obligados por deudas de préstamos, otros por padres enfermos o por la esquiva custodia de sus hijos.

Seong Gi-hun viaja a una isla perdida en el mar y regresa al juego como su antiguo número 456, para destruir todo el evento desde dentro. Como cabría suponer, el plan va descubriendo puntos débiles. Igual de previsibles, según algunos críticos, son las acciones de algunos de los personajes. Los aficionados a la astrología podrían haber predicho los clichés. Al fin y al cabo, si nos fijamos en la carta natal del personaje de Seong Gi-hun en una herramienta como ésta, éste tiene predilección por el autosacrificio y la lucha por la justicia, así que era inevitable que esto le llevara al epicentro de los acontecimientos.

Uno de los defectos más evidentes de la segunda temporada es su composición poco armoniosa. Hay siete episodios en la temporada (dos menos que en la primera), y el director dedica dos episodios enteros a la exposición y las visitas a personajes conocidos. Los juegos parecen dinámicos, pero arrugados, y casi todos los personajes nuevos están perfilados con trazos muy grandes. Dicho esto, el autor intenta prestarles atención y lanza la línea de Seong Gi-hun, que acaba convirtiéndose en una caja de resonancia que apela a la moral de los demás jugadores. La narración tarda en oscilar, y luego no consigue ganar tracción.