Sobre el tojo gallego que se está haciendo con nuestras medianías

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Después del incendio del verano de 2022, que iniciado en Los Campeches afectó gravemente al mayor pinar de Canarias y se plantó a las faldas de El Teide, la proliferación del tojo gallego, original de toda esa corniza Cantábrica y que aquí tuvo su aprovechamiento ganadero pero hoy se ha extendido como especie invasora de alto impacto; debería ser un asunto de especial preocupación pero no es el caso, la prioridad es plantar y regar retamas en El Teide que hoy por hoy -con decenas de miles secas- representan la mayor amenaza para el Parque Nacional como propagadoras de incendios nunca antes visto allá arriba. De eso hablamos justo cuatro años antes de que llegara el fuego que no acabó con todo gracias a que el viento se comportó durante gran incendio de este pasado verano.

Y es que el tojo (o espino como se le conoce aquí), que se aprovechaba de distintas formas como forraje para una ganadería que ya no existe, no sólo produce un daño irreversible al prevalecer sobre la flora autóctona, sino que para los incendios en verano es algo así como la pólvora, especialmente combustible casi hasta extremos de explosivilidad que hacen muy compleja cualquier intento de atacarle por tierra e incluso por aire. Muy difícil, dificultad que contrasta con el nulo interés por parte del Cabildo en atacar este problema especialmente en una zona como Los Campeches (altos de Los Realejos, San Juan de la Rambla, La Guancha…) de donde han surgido los incendios más debastadores que han llegado a plantarse, con vientos favorables, hasta en el caserío de Masca en 2007 (15.000 hectáreas y 10 municipios afectados).

Millones de euros se están marchando al Parque Nacional de El Teide para repoblar porque no interesa esperar a que la naturaleza haga su trabajo, parque a donde llegan los incendios de lo que ellos ahora llaman interfaz, pero las zonas más peligrosas de donde históricamente han arrancado esos grandes catástrofes no se tocan. Y no es que no se toquen que en fin, es que al que de alguna manera atendía eso, lo limpiaba, lo plantaba de papas o recogía alimento para el ganado no sólo no se le da protagonismo alguno sino que, muy al contrario; las más de las veces se le persigue como a un delincuente. Todo funcionarios de Gesplan o Tragsa, empresas públicas a las que les llueven millones que ni la dana valenciana, pero que están a otras cosas. Muchas veces más en perjudicar y perseguir que en ayudar.

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