Spe Seu Rerum

Antonio Brito Pérez (*)

Está suficientemente contrastado que no existe ninguna sociedad, cultura, o etnia que haya progresado desde el pesimismo. Más bien, si atendemos a la historia resulta ser que suelen hasta desaparecer.

Debemos remontarnos a la transición democrática de España para encontrar un buen ejemplo de optimismo y realismo, tal y como nos manifiesta el profesor Linde desde su merecido retiro en el mediterráneo, en un artículo de opinión publicado el 18 de enero en el periódico El Levante, que ha dado como fruto los cuarenta años más prósperos de nuestra historia. En aquel entonces las cosas se hicieron bien, se alcanzó un gran pacto constitucional, se produjo la incorporación en las Comunidades Europeas, actualmente Unión Europea, se fraguó el Pacto de la Moncloa, ese gran acuerdo entre partidos políticos, sindicatos y empresarios, con los ajustes económicos necesarios en aquel entonces. Lo que no negamos que añoramos con cierto aire de nostalgia, a pesar de que “cosa pasada es cosa juzgada” o aquella otra sentencia “lo pasado, al olvido sea dado”.

Y se resalta lo anterior por la necesidad imperiosa actual de que se vuelva a fraguar otro gran Pacto constitucional, y otro gran acuerdo entre sindicatos, partidos políticos y empresarios, que abarque no sólo el alcanzado recientemente con la “reforma laboral”  aprobado mediante Real Decreto Ley que pronto debe ser convalidado, o no.

Pero, para eso tiene que haber voluntad y se tiene que dar el siguiente escenario: El gobierno debe huir del desmedido gran optimismo y carencia de realismo (“Dame al médico que sana y quédate con el que charla”, dice el refranero). Y la oposición debe temperar la dosis de pesimismo (“tan fácil es criticar como difícil es ejecutar” y “quien forma juicios de pronto es hombre alocado o tonto”, dice también el refranero).

En cualquiera de los casos para los que se aprovechan de las mentiras, viene como anillo al dedo aquello que dice “Con arte y engaño se vive medio año; y con engaño y arte la otra parte”. Conviene ser sinceros y decir claramente que los Fondos Europeos no son “el bálsamo de fierabrás”. Se prevé una cantidad anual de 20.000 millones de euros en 7 años, hasta completar los 140.000 millones de euros, y de esa cantidad, la mitad habrá que devolverla. Y ni que decir tiene que en los próximos años habrá que estar especialmente vigilantes con la deuda pública, el déficit, la inflación y el desempleo.

Por eso debemos tener cuidado porque “la mucha luz deslumbra, y no alumbra”. Y es por la noche (como escribió Rostand en el Cirano de Bergerac) cuando más gusta creer en la luz.

Sirvan estas líneas para resaltar que el pecado de la ingratitud movió al ingenioso hidalgo de la Mancha a señalarlo como el mayor de cuantos se puedan cometer “entre mil favorecidos, uno agradecido, y a largo tiempo, ni medio”.

(*) Abogado y doctor en Derecho