Environmental régimen: réquiem a mare menor
Antonio Brito Pérez (*)
Coincidiendo con un merecido período de descanso estival he asistido en primera persona a la consumación del desastre natural de la laguna de agua salada más grande de la Unión Europea ubicada en la Comunidad Autónoma murciana, popularmente denominada Mar menor. Pude comprobar con gran asombro la lamentable imagen de numerosos peces y crustáceos muertos y la degradación medioambiental producida por varios factores, entre ellos, y el más importante por la indecente desidia del poder político, enfrascado en fraticidas luchas políticas y por la pugna competencial entre el gobierno estatal y el autonómico murciano.
Digamos con carácter previo que este problema no viene de ahora, tendríamos que remontarnos como muy pronto al año 2016, y como antecedentes remotos a la deficiente gestión urbanística de la manga del mar menor con una desastrosa masificación de edificaciones y con numerosas obras civiles que impidieron de facto la debida circulación de agua del Mar Mediterráneo con la laguna del Mar Menor
Ya en el año 2016 sus aguas se volvieron turbias y provocaron la muerte de animales y plantas. Episodio que se repitió en el año 2019 y que lamentablemente volvió a producirse en el mes de Agosto de 2021.
No resulta ocioso remontarse a los años 80, momento éste en el que el denominado Campo de Cartagena se transforma en una zona de regadíos gracias al Trasvase Tajo Segura. Desde entonces los abonos de las parcelas de cultivo acaban en la laguna tanto por las aguas superficiales como las subterráneas, que inicialmente eran absorbidos por la propia naturaleza hasta que el exceso de nutrientes (excesivas toneladas de nitratos) trajo como resultado una eutrofización, es decir, una desmesurado crecimiento del fitoplancton que enturbió las agua, y mayor consumo de oxígeno, provocando falta de luz en el fondo, y lo que es más grave anoxia o falta de oxígeno que asfixió a los peces y al resto de animales. Unido a esto hay que añadir un excesivo vertido de agua dulce a la laguna que ha incrementado aún más el problema.
Un adecuado control de los abonos empleados en los regadíos ilegales, y facilitar una adecuada conexión entre el Mar Mediterráneo con el Mar Menor, sin tapones artificiales habría mitigado el impacto de los vertidos de agua dulce a la laguna. Hay que recordar que con motivo de las lluvias torrenciales la situación se volvió insostenible.
Ni que decir tiene que la culpa no es de los agricultores, sino más bien, de los poderes públicos que no han sabido implantar medidas que concilien el adecuado uso agrícola del “Campo de Cartagena”, con la salvaguarda medioambiental de la laguna sala del Mar Menor.
Fundamental debe ser una adecuada coordinación entre instituciones, facilitando el ejercicio competencial a la autonomía y no torpedeando desde el gobierno central, trasladando la responsabilidad exclusivamente al ente autonómico, cuando está pacíficamente aceptado que no es así, porque como mínimo la culpa del mal causado debe ser compartida. El diagnóstico de lo sucedido está bastante claro, el problema surge a la hora de plantear soluciones.
No estaría de más asumir en primer lugar que esto ocurre con más frecuencia de lo permisible. Basten como ejemplos la Laguna de Berre (Francia), la Bahía de Chesapeake, Salton Sea o Tampa (todos ellos en EE.UU). Y lo más importante, aprender de los norteamericanos que en el caso de California (Salton Sea) se convirtió en una laguna nauseabunda y putrefacta; y que en el caso de Florida (Tampa), aprendieron del error y revirtieron la situación.
Desde el punto de visto socioeconómico la Bahía de Tampa guarda mucho parecido con el Mar Menor. Habrá que esperar al desenlace futuro.
No pude evitar acordarme del problema de las aguas subterráneas en la isla de Tenerife, pero eso es harina de otro costal.
(*) Abogado y Doctor en Derecho