Érase una vez

Melisa Rodríguez (*)

Érase una vez… existía una comunidad autónoma en la que vivían seres que legislaban, campaban y robaban a sus anchas. Entes que como vestimenta apenas llevaban una bandera de poderes, de la que se cuenta, por esos lares que era milagrosa.

De entre todos estos gobernantes destacaba uno, allí conocido como Sir Artur. Sir Artur en medio del desconcierto comenzó a agitar dichas vestimentas para confundir al pueblo, pueblo que entendía de su propiedad y al cual creía que podía engañar. Se falseaba la historia, se lanzaban bombas de humo que ocultaban terribles fechorías, se engañaba vilmente a un pueblo que no podía ver más allá de esas vestimentas; o eso creía.

Por fortuna en aquella época Lady Inés (como así la conocían) se acercaba al pueblo para transmitir el mensaje de lo que realmente allí estaba sucediendo, de que prevalecería la verdad y de que existía una alternativa para aquellas tierras tan castigadas por Sir Artur y sus peculiares compañeros de vestimentas.

Un día parte del pueblo se levantó guiado por Lady Inés y por Sir Albert (caballero de la Corte Ciudadana), cansado de ver como esas vestimentas banderiles disfrazaban una realidad, y así ‘poc a poc’ (como allí decían), el pueblo comenzó a hablar, a preguntar y a cuestionar a esa corte ataviada por “singulares ropajes”.

Ante la amenaza de que el efecto de dichas vestimentas ya no funcionase sobre toda la población, Sir Artur y su corte decidieron radicalizar su mensaje, enfrentar a amigos, a familiares, a vecinos. El objetivo era callar al pueblo, y establecer una rotura entre esa comunidad y el resto del país en el que se encontraban.

Pero... como cita la leyenda: “allá por el 27 de septiembre de un tiempo no muy lejano, gracias al despertar ciudadano, un pueblo llamado Cataluña salió del letargo, de la mentira, de la corrupción y del 3%”, aupado por un movimiento ciudadano que acabó con los poderes de esas vestimentas banderiles y trajo la unión a esas tierras tan faltas de proyectos”.

Moraleja: el voto ciudadano posee incalculable valor y se cuenta que también efectos mágicos; efectos que harán que la verdad prevalezca, que la cordura y la razón sigan extendiéndose, efectos que se magnificarán cuando todos los ciudadanos salgan a votar por un proyecto real, de unión y capaz.

(*) Candidata al Congreso de los Diputados por la provincia de Santa Cruz de Tenerife y miembro de la ejecutiva nacional de Ciudadanos (C´s).