“Miguel Ricart y compañía, además de secuestrar, violar y asesinar a las niñas de Alcásser, las torturaron porque el sadismo de alguno los llevó hasta ese extremo”

Entrevistamos a Francisco Emilio, investigador voluntario del equipo de la acusación particular (junto a Fernando García y Juan Ignacio Blanco) para dos de las familias de las víctimas del ‘caso Alcásser’

Irenes Bienes / Santa Cruz de Tenerife

Valencia, Alcásser. Enero de 1993. Setenta y cinco días después de su desaparición, dos apicultores encuentran en una zanja, en una zona conocida como La Romana, los cuerpos sin vida de Toñi Gómez, Míriam García y Desiré Hernández, de 14 y 15 años de edad. Las ya conocidas por toda la sociedad española como “las niñas de Alcásser”, que habían desaparecido el 13 de noviembre de 1992 cuando presuntamente iban a una fiesta de menores en la discoteca Coolor, en Picassent, a unos cinco kilómetros de Alcásser, pueblo donde vivían las niñas, aparecen muertas y semienterradas en una zona aislada y de difícil acceso.

Fueron secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas. Solo una persona (Miguel Ricart) se autoinculpa de los hechos, y debido a sus declaraciones, se ordena la busca y captura de su amigo Antonio Anglés (que desde entonces y a día de hoy, se encuentra en paradero desconocido), ya que en esos momentos estaba fugado de la cárcel tras salir por un permiso penitenciario, y del que Ricart dice que es el autor material de los hechos.

También declara que él sólo actuó por miedo a Anglés, obedeciéndole en todo lo que le pedía que hiciese. Tras ser enjuiciado y condenado a 170 años de prisión por el triple crimen de Alcásser, Ricart salió de la cárcel tras la derogación de la doctrina Parot y cumplir sólo 20 años de condena. La investigación por parte de particulares de la familia de Míriam García continúa abierta, ya que aún no se ha podido demostrar quiénes intervinieron en los crímenes ni se ha resuelto el caso, que prescribirá en 2029.

Pregunta: ¿Quién era Paco Emilio cuando decide acercarse para colaborar en la investigación de los crímenes de las niñas de Alcásser en 1992?

Respuesta: “Era un ciudadano más, de 26 años, que desarrollaba su profesión en el ámbito de la Seguridad Privada, realizando diferentes funciones y cargos, y que también hacía alguna cosita como detective privado. A su vez, soy una persona muy empática y que, como muchos ciudadanos en aquella época, se sintió conmocionado por el secuestro, tortura, violación y asesinato de Toñi Gómez, Míriam García y Desireé Hernández. Durante los 75 días que transcurrieron hasta el hallazgo de los cadáveres, participé del dolor y sufrimiento de esas familias, y sin dudarlo salí a repartir carteles (que por casualidad llegaron a mis manos) con las imágenes de las niñas por determinados cuarteles de la Guardia Civil que curiosamente no los tenían colgados en sus dependencias, porque aun no les había llegado, y quedé en shock, como todos, tras el trágico desenlace de lo ocurrido. Tres años más tarde, por circunstancias de la vida, mi situación profesional cambia y decido cogerme un tiempo para mí. Entonces se produce un suceso en mi familia, concretamente con mi hermana, que con 25 años de edad viene arrastrando desde hace años un problema de adicciones. Yo me involucré mucho en la intención de “rescatarla” de la situación en la que se encontraba, pero era una tarea prácticamente imposible. En marzo de 1996 nos llaman de una comisaría de Las Palmas (Islas Canarias) y nos comunican que su cuerpo ha aparecido flotando en las aguas del muelle de Santa Catalina y que había que identificar el cuerpo y traerlo para la Península. Me encargo de esa tarea, que fue muy dura. Cuando llego a Las Palmas, me encuentro con el depósito de cadáveres cerrado y sin nadie que pudiera atenderme. Así que voy al Juzgado para que me aclaren lo sucedido y me encuentro con una hoja de sumario donde explica que de madrugada se halla un cuerpo flotando en las aguas y un remolcador lo trae hasta el muelle, donde se procede al levantamiento del cadáver y a su traslado al depósito. Pido una copia del acta del levantamiento, pero no me la dan. Yo traslado mi enfado y voy a hablar con la brigada de homicidios y solo me dicen que no se realizó ninguna investigación puesto que la muerte se produjo por asfixia por sumersión. Después de poder ver el cuerpo de mi hermana, me dediqué a preguntar por la zona del Puerto; a pesar de la gran colaboración policial, no conseguí gran cosa. Todo esto me dejó muy dañado, ya que deduje que el hecho de que se tratara de una persona toxicómana, derivaba en que no se mereciera ninguna investigación por parte del equipo de homicidios ni ninguna atención por parte del Juzgado de instrucción. A mí se que quedó ahí una espinita clavada y un reproche a determinadas instituciones. Junto a todo esto, a mí me gustaban mucho los sucesos, todo lo relacionado con investigaciones criminales, era un fiel lector de “El caso”, y seguidor de (entre otros) un periodista español de sucesos, Juan Ignacio Blanco. Una noche viendo la tele, escucho a Juan Ignacio Blanco dando unas declaraciones sobre que la Guardia Civil había falseado y manipulado pruebas sobre el crimen de Alcásser; eso era algo sin precedentes y muy grave. Pero más me preocupó que días después, en el mismo programa, aparece Juan Ignacio Blanco retractándose de lo que había afirmado anteriormente. Ante esta situación y todas las circunstancias que me rodeaban en ese momento, me nace una vena justiciera y pienso que tengo que hacer algo en ese caso. Me pongo en contacto con Blanco y lo engaño diciéndole que tengo una información sobre otro caso, en concreto unos documentos, no le nombro Alcásser para nada, y acepta encontrarse conmigo. Una vez reunidos y tras unos pocos minutos le dije: “Juan Ignacio, ¿qué pasa con el caso Alcásser? (tengamos en cuenta que habían pasado tres años del crimen), ¿por qué te retractaste?”. Y me contestó: “Cuando te encuentras con un muro y lo saltas, pero vuelves a encontrarte con otro mucho más alto, ¿qué haces?” Y yo le contesté: “Pues habrá que traer excavadoras”. Y ese fue el comienzo. Me gané su confianza y, desde entonces, septiembre de 1996, y hasta el juicio lo convencí para hablar con Fernando García y trabajar los tres en una investigación paralela del crimen de las niñas.

P: ¿Cómo se reparten las tareas?

R: “Fernando García era el que nos abría todas las puertas, por así decirlo; Juan Ignacio era el técnico y yo era el investigador a pie de calle. Por ejemplo, recuerdo que un día me percaté de que los dos apicultores que descubrieron los cuerpos no habían sido interrogados en los cuatro años que pasaron tras los hallazgos de los cadáveres. Nadie los había interrogado. Eso llamó mucho mi atención; fueron las personas que encontraron los cuerpos sin vida de las niñas. Un día me dirigí, en representación de dos de las familias de las niñas asesinadas, a sus casas a hablar con ellos, para ver qué podían aportar a la investigación, pero cuál fue mi sorpresa que los dos me contestaron por separado que no podían hablar del tema, que no querían saber nada. Esa falta de colaboración, ese silencio nos hizo pensar que hay algo más que no debemos saber”.

P: Cuando Fernando García y Juan Ignacio Blanco salían en el programa conducido por Pepe Navarro, ‘Esta noche cruzamos el Mississippi, ¿dónde estabas tú?

R: “Detrás de las cámaras. Yo tenía que ser discreto, ellos eran mediáticos, los conocían allá donde fueran, pero a mí no, y como además yo sabía camuflarme, conseguía información. Contábamos con mucha ayuda, particulares, abogados, estudiantes y graduados en criminología, detectives privados, algunos miembros de las fuerzas de seguridad del Estado…”.

P: Durante esa etapa, ¿cuál era vuestra rutina diaria?

R: “Trabajar e investigar durante 21 horas y dormir tres”.

P: ¿Crees que todo esto debió pararse en algún momento y no seguir adelante con la investigación?

R: “No, nunca; ni siquiera en la actualidad”.

P: Si te dieran la oportunidad de interrogar a alguien relacionado con los crímenes de las niñas de Alcásser, ¿a quién interrogarías?

R: “A Miguel Ricart”.

P: Pero no hay forma de que Ricart cuente algo que aclare lo que sucedió…

R: “Bueno, habría que verlo… cada cosa tiene su momento”.

P: Miguel Ricart se va a someter en breve a la prueba del Pentotal en Londres, de la mano de Manu Giménez (El Rincón del Disidente). De las preguntas que se le van a realizar, ¿alguna es tuya?

R: “No es conveniente que te responda a eso”.

P: ¿Estás de acuerdo con la versión oficial?

R: “No, faltarían muchas cosas”.

P: Pero tampoco estarías de acuerdo en que hay una mafia organizada detrás…

R: “Hay más personas del ámbito delictivo, pero no delincuentes organizados en relación con el caso”.

P: Entonces, ¿crees que lo que ocurrió fue casual?

R: “Fue intencionado en cuanto al hecho de secuestro y violación, casual en relación con las víctimas: le podía haber pasado a cualquiera”.

P: Es decir, ¿crees que era algo que hacía Miguel Ricart habitualmente?

R: “Sí, una forma de vida más o menos habitual, no solo de Ricart, de él y compañía”.

P: Pero, ¿no opinas que si era una forma de vida, lo que lo convertiría en un violador, habría reincidido?

R: “Ha pasado su vida en una prisión, violó de forma puntual sin hacerlo de manera habitual”.

P: Para ti, ¿cuál es la declaración, de las seis o siete que dio Miguel, que más se acerca a la verdad?

R: “La tercera, la que dio en Alzira. Aunque no lo cuenta todo, únicamente lo justo para descargar la responsabilidad en Antonio Anglés. Oculta datos que serían fundamentales para la investigación porque no tiene necesidad de implicar a nadie más; es decir, su declaración es la única vía de escape para su beneficio”.

P: Pero, ¿por qué se autoinculparía?

R: “Porque se vio acorralado, de hecho toda su participación la somete al miedo a Antonio Anglés”.

P: ¿Por qué crees que Ricart y compañía torturaron a las víctimas?

R: “Porque el sadismo de alguno de los criminales participantes los llevó hasta ese extremo”.

P: ¿Crees que las cosas pudieron ser más sencillas de lo que parecieron, por ejemplo, si nos referimos a las versiones alternativas a la oficial? A lo ocurrido con las niñas, me refiero.

R: “Sí, es posible. Ricart lo dice en sus declaraciones; a veces una cosa te lleva a la otra, y finalmente te ves involucrado en una serie de circunstancias de las que ya no puedes dar marcha atrás; tienes que seguir”.

P: ¿Vendisteis conscientemente algún falso titular para que la investigación no se detuviese y retrasar la celebración del juicio?

R: “Sí, pero no falsos como tal; yo los llamaría titulares capciosos (engañosos)”.

P: ¿Te sentiste en peligro o fuiste amenazado alguna vez?

R: “Sí, varias veces, aunque más que miedo lo que sentía era preocupación. Un día, tras salir de una entrevista, me percato de que un coche arranca y sale a la vez que el nuestro. Luego un segundo vehículo nos adelanta y frena; aparece un tercer vehículo que se pone a nuestra altura por la izquierda e intenta sacarnos de la carretera. Logro esquivarlo y anotamos las matrículas. Cuando intento averiguar de los datos de las matrículas, me dicen que éstas están dadas de baja. Ahí me doy cuenta de que nos habían posicionado como enemigos de la autoridad. Estaba claro que querían detenernos a toda costa. Comenzamos a darnos cuenta de que a veces la realidad supera a la ficción”.

P: También recibíais cartas constantemente, con todo tipo de contenido. ¿Cuál fue la más rocambolesca o inverosímil que leísteis?

R: “Una carta anónima, muy larga y muy descriptiva, que relacionaba el crimen con las altas esferas del poder, con nombres como Alfonso Calvé, exdelegado del Gobierno de Valencia, y que fue enviada al Ayuntamiento de Alcásser, a nombre de Fernando García”, entre otras.

P: ¿Cuándo decides “apartarte” del caso?

R: “No fue una separación como tal, la discordia apareció en el momento en que se decide usar a los medios de comunicación para revelar los nombres de personalidades de alto poder como participantes en el crimen. Yo ahí me comienzo a replantear mi papel en la investigación y siento que ya poco puedo aportar a esta. Y poco a poco comenzamos a separarnos. No fue una ruptura brusca ni repentina. De hecho, nunca me he ido del todo, la prueba está en que sigo aquí”.

P: ¿Actualmente trabajas o colaboras en algún caso?

R: “Sí. En estos momentos estoy con el de “los niños de Toledo”, y con varios más pero no los puedo comentar por confidencialidad con las familias”.

P: “¿Y cómo va la investigación sobre el “caso de los niños de Toledo”? ¿Hay novedades?

R: “Por ahora, no puedo contar nada”.

La muerte de Toñi, Míriam y Desiré, “las niñas de Alcásser”, “las niñas de toda España”, fue una desgracia terrible que ha servido para que muchas familias de víctimas de criminales hayan desvelado que la Justicia se puede equivocar, que los altos estamentos y por extensión sus conclusiones, decisiones y sentencias pueden ser cuestionados duramente por cualquier persona, padre, madre, hijo, hermano… familia, amigos, incluso ciudadanos “anónimos” que luchan para encontrar la verdad, movidos por el cariño y la empatía hacia sus semejantes, y que el amor por un hijo o una hija, si no logra derrumbar un muro, al menos lo hace tambalearse.

Extracto de la 3º declaración de Miguel Ricart Tárrega en el Juzgado de Instrucción

(…) asimismo hace notar el declarante que una vez que bajaron del vehículo, aunque no puede concretar si las jóvenes llevaban o no algunos dientes rotos, supone que si, pues Antonio pegaba con mucha fuerza, y en cualquier caso lo que si que vio es que las tres estaban completamente digo tenían completamente ensangrentadas las caras con los labios y narices ensangrentadas (…) las tres jóvenes protestaban y querían marcharse ante lo que Antonio, nuevamente iracundo comenzó a golpear con una tranca a Miriam y Desirée que se encontraban atadas a un poste, y les dio varios golpes fuertes a ellas quedando una de las dos, Desirée inconsciente un momento mientras que Miriam le pedía a Antonio que no le pegase (…) A continuación Antonio cogió a Antonia la tiró a un colchón que allí había y la desnudó totalmente mientras ésta se oponía y se defendía, siendo en todo momento reducida por Antonio, una vez desnuda y estando tumbada cara arriba Antonio se bajó los pantalones y los calzoncillos y le introdujo el pene por vía vaginal, continuando entre tanto la resistencia de Antonia al mismo tiempo que daba muestras de que le dolía la penetración. Sin embargo unos diez minutos más tarde, sin que pueda precisar el declarante si hubo o no eyaculación Antonio dio la vuelta a Antonia dejándola boca abajo, e introdujo su miembro por vía anal, mostrando también Antonia el dolor que aquello le representaba, hasta que aproximadamente unos cinco minutos después Antonia profirió unos gritos y alaridos desgarradores de dolor, apercibiéndose el declarante que Antonio encontrándose ya junto a Antonia estaba introduciendo en el ano de ésta un palo, cuyas características no puede precisar, suponiendo que debió durar unos cinco minutos la penetración del referido palo (…)