Catalonia: Flandria Hispánica
Antonio Brito Pérez (*)
Los problemas de cohabitación entre los dos grupos lingüísticos mayoritarios en Cataluña, ni son nuevos ni exclusivos al caso español. No hay más que remontarse al Reino de Bélgica y a los históricos movimientos separatistas de Valonia, y más recientemente de Flandes para percatarse de sus similitudes. Obvio el caso escocés y algún otro porque a mi modesto juicio no son extrapolables al caso español. De ahí el encabezado (Cataluña: El Flandes español).
Nadie debe rasgarse las vestiduras, en Cataluña, se insiste, existen dos comunidades lingüísticas mayoritarias (la catalana y la castellana); dicho lo último de forma deliberada porque las dos son españolas. En Bélgica coexisten hasta tres comunidades lingüísticas distintas (la neerlandesa, la habla francesa, y la más minoritaria de habla holandesa). De ahí la cooficialidad lingüística en el Reino de Bélgica.
No nos falta razón a aquellos que pensamos que analizando el entramado político institucional de las Comunidades Autónomas españolas (incluida Cataluña) se puede llegar fácilmente a la conclusión de que el sistema autonómico español en su conjunto es una mezcla del “federalismo asimétrico belga” y del “federalismo cooperativo alemán”. De ahí la pugna entre los mecanismos de relación bilateral, por un lado, y de los instrumentos de carácter multilateral, por otro.
Si se observa con algo de detenimiento la estrategia separatista podemos decir que coexisten dos fuerzas aparentemente contradictorias, una “centrífuga” que tiende a alejarse del centro (entes estatales o centrales) al reivindicar referendas y proclamas independistas; y otra “centrípeta” que tiende a acercarse el centro (Unión Europea), al reivindicar mayor y mejor participación en las instituciones de la UE, y en la formación e implementación de sus políticas y normativas.
No voy a entrar en la mera anécdota, por relevante que sea, ya que quedarán en la retina de la ciudadanía, y en la conciencia del responsable político de turno. Los símbolos, son solo eso, símbolos. Las banderas no dan de comer a la gente.
Por muy problemático que sea, algún día habrá que “hincarle el diente” al problema catalán, porque haberlo “haylo”. Y habrá que mirar hacia arriba “Unión Europea”, y no hacia abajo “etnias separatistas y etnias centralistas”, y el reloj habrá que retrasarlo hasta el momento en que se aprobó el Estatuto de Autonomía de última generación, aprobado por el Parlamento autonómico catalán, borrando de la historia las modificaciones introducidas por las Cortes Generales, y la Sentencia del Tribunal Constitucional que lo anuló parcialmente; cierto es que en el interín alguna modificación constitucional iría de suyo. Y a partir de ahí empezar de nuevo, mirando de reojo el sugestivo caso belga, aunque a buen seguro reputados constitucionalistas tendrán que decir cosas más atinadas del “laboratorio de derecho constitucional extremadamente activo” que nos presenta el reino de Bélgica.
Cierto es que la actual situación de fragilidad política y el continuo vistazo al retrovisor electoral no sólo no ayuda, sino que perjudica. Ni que decir tiene que con los actuales “mimbres” va resultar casi imposible acometer con éxito tamaña misión. Y no lo digo sólo por la parte “gobernante”.
(*) Abogado y doctor en Derecho