Iustitia in fide

Antonio Brito Pérez (*)

Seguramente hoy ni será el mejor artículo, ni será el mejor momento para hacerlo, pero todavía estoy estremecido con las noticias de la muerte de las niñas de Güimar, y a la vez consternado y triste porque he sufrido en primera persona la perversión del actual sistema político y judicial en España.

De qué sirve que animen desde las instancias gubernamentales a las víctimas a que denuncien, si una vez que lo hacen y se enfrentan a la maquinaria judicial ni las escuchan, o en el peor de los casos las denigran y se ríen de ellas. Por el contrario, si no lo hacen y acuden civilizadamente a los juzgados, por consejo de sus abogados para no hacer daño a sus parejas, e intentan proteger a sus hijos, se los quitáis y se lo dais a sus padres para que ejerzan como guardadores, sin importaros lo más mínimo si eso es, o no, beneficioso para los menores, sin tan siquiera escucharlos.

Después de más de 20 años de ejercicio profesional de la abogacía por primera vez en mi vida he perdido la fe en la justicia, ya no creo en este sistema, y no porque en un momento determinado favorezca o perjudique mis intereses o el de mis clientes, sino porque es perverso. Cierto es que ofuscación y falta de pericia de un abogado con afectación personal en el asunto pueden influir, pero nunca puede ser determinante para cometer disparates ¿Qué és más importante el arraigo geográfico o el separar a un menor de su madre y guardadora?. ¿O Qué es más importante la estabilidad del menor o el dar rienda suelta a la nueva moda de que aquí vale todo?.

Mientras tanto unos llorarán como niños lo que no supieron o pudieron defender como hombres, y otros tendrán que pasar la vergüenza y el escarnio porque con sus actitudes han ocasionado sufrimiento tanto a la afectada como a su entorno familiar. Felicito a la fiscal por el daño ocasionado y por su falta de sensibilidad, ya que aquella ya venía llorada de casa y no preveía, ni ella, ni su abogado que se enfrentaban a un actor de cine de primera. Y marcando distancias entre lo personal y lo general, no está de más decir que algo hay que hacer con el actual panorama.

Se dedican ingentes cantidades para la atención de las mujeres que sufren malos tratos psíquicos o físicos, existe un arsenal de medios técnicos y humanos (abogados, psicólogos, policías). Se anima desde las instancias políticas a que denuncien y afloren sus casos, y se constata la insatisfacción creciente de las mujeres que se atreven a dar el paso porque al final no solucionan su problema, y en el peor de los casos salen con una sensación de absoluta indefensión. También se constata por otro lado la sensación de indefensión de los condenados en muchas ocasiones. Y lo que es alarmante el afloramiento cada vez más habitual de episodios violentos y traumáticos como el de estos días. Vaya por delante mi solidaridad con la familia afectada, y mi agradecimiento a este medio de comunicación escrita por permitirme expresarme.

(*) Abogado y Doctor en Derecho