Pedro Sánchez admitió ser cómplice de la trama, al menos por omisión

 Pedro M. San Ginés Gutiérrez (*)

Pablo Motos - entre otros muchos- describió con claridad en el programa de televisión El Hormiguero la encrucijada en la que se encontraba Pedro Sánchez cuando saltó la trama de corrupción que afecta al PSOE y sacude al país: “Si sabía lo que estaba ocurriendo en su partido y no hizo nada, es cómplice; y si no lo sabía, es un auténtico incompetente”.

Pues bien, sostengo que Pedro Sánchez, inconscientemente, ya ha admitido públicamente ser cómplice de esa trama, al menos por omisión, y me explico. El subconsciente, como es sabido, a veces nos traiciona y en este caso ni siquiera su célebre manual de resistencia lo pudo prever.

La prueba de esa complicidad la ofreció el propio presidente del Gobierno el 21 de noviembre de 2024, cuando tras estallar el escándalo y señalar Víctor Aldama al exministro José Luis Ábalos, Sánchez afirmó literalmente lo siguiente ante todos los medios de comunicación en el Congreso de los Diputados: “Desde 2018, mi planteamiento siempre ha sido el de que cualquier atisbo de corrupción en el Gobierno iba a ser extirpado de raíz. Y eso hemos hecho”.

Obviamente refiriéndose —porque Ábalos era el señalado, y el único extirpado— a quien fuera su ministro y secretario de Organización del PSOE. Y ahí reside el quid de la cómplice cuestión, en su afirmación “hemos extirpado del gobierno”: cuando en julio de 2021 Sánchez “extirpó” a Ábalos del Gobierno, nadie sabía absolutamente nada sobre la trama. Nadie, salvo el propio presidente a tenor de sus palabras, quien lejos de enmendar aquel error, permitió que Ábalos fuera de nuevo diputado en 2023 y nombró como sucesor en la secretaría de organización a Santos Cerdán, a la postre en la cárcel por la misma trama.

Lo relevante es que cuando se destapó el escándalo en 2024, Ábalos de donde fue apartado no fue del Gobierno, sino del partido. Cuando en 2021 se le “extirpó del gobierno” nada sabíamos el resto de españoles de la trama, lo que revela que su cese como ministro —nunca explicado— no respondió a motivos políticos o de gestión, sino a la necesidad —oculta al resto, pero ya presente para Sánchez— de anticiparse a los referidos “atisbos de corrupción” que él tenía y la bomba de relojería que le pudiera estallar. En otras palabras, el subconsciente traicionó a Sánchez: confesó, sin querer, que la verdadera razón de su destitución como ministro fue precisamente esa. Y, pese a ello, no hizo nada entonces por depurar responsabilidades, o sea, fue cómplice por omisión.

Para afear a Sánchez lo clamorosamente insuficiente de sus perdones —por Ábalos, por Cerdán y los que vengan, todos bajo la presunción de inocencia— no hay más que recurrir a él mismo y a sus declaraciones antes de acceder a la presidencia, ampliamente difundidas, cuando sentenciaba que “ante la corrupción política, el perdón no es suficiente, sino que hay que asumir responsabilidades”. 

Desde esa lógica, el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE tiene obviamente la máxima responsabilidad ante lo que emana de los informes de la UCO y la instrucción judicial de la trama corrupta, por haber sido él quien nombró ministro a Ábalos, y quien confió primero en él y después en Santos Cerdán para ocupar la Secretaría de Organización del partido.

En política, y en sede parlamentaria, el presidente conoce perfectamente lo que significa asumir responsabilidades, y efectivamente tenía la razón que no se aplica a sí mismo: no basta con pedir perdón. Sólo hay una manera de saber si la ciudadanía considera que aún merece su confianza, él sabe cuál es, y no debiera temerla si se cree las encuestas de Tezanos, o cuando menos someterse a una cuestión de confianza.

(*) Pedro M. San Ginés Gutiérrez es senador por la Comunidad Autónoma canaria y secretario insular de Coalición Canaria en Lanzarote