Los ciudadanos, lo primero

Antonio Alarcó (*)

Es evidente que estamos pasando un momento cuanto menos peculiar en la vida social y política de nuestro país. La incertidumbre, lo provisional y la improvisación en muchos casos están creando muchas inseguridades jamás vividas en los últimos 40 años de la democracia española.

Por lo tanto, estas circunstancias hacen que "todos" hagamos un esfuerzo (sociedad, políticos, medios de comunicación y ciudadanos) grande por buscar grandes consensos y pactos, y por otro lado implicaciones en lo público de ciudadanos con sentido común y concepto de la realidad, pues estamos entrando, sin ningún tipo de alarmismo, en una senda de autolisis muy peligroso.

Es verdad también que en la política se entra voluntario y hay que venir llorados, y si lloras que no se dé cuenta nadie, pues esa voluntariedad marca la pauta de actuación, y por cierto la provisionalidad de la actividad política.

Pero no es menos cierto que son momentos importantes de innovación social donde el manejo de la inercia no puede tener ninguna cabida.

Si la política es priorizar, es evidente que hay unas prioridades insoslayables, como son la dedicación a los problemas de los ciudadanos y la integridad de nuestro país como nación, respetando la legislación que todos nos hemos dado. Esto, que es una obviedad en cualquier país democrático, en el nuestro hay que seguir recordándolo.

También creemos necesario recordar que los cargos no hacen a las personas, sino las personas a los cargos. Por eso es imprescindible que las personas que se dediquen a la política aporten valor añadido a la legitimidad que van los votos. Esto que también es otra obviedad, hay personas que se creen que porque les nombren en un cargo pasa a ser alguien si no lo es antes, y eso remeda una frase que aprendimos desde muy jóvenes que decía "si quieres ver un bobito, dale un carguito", y tristemente por estos derroteros políticos en España pululan demasiadas gentes con ese estilo.

No hay peor político que un mediocre desavenido que suele hacer grandes destrozos en la vida pública y en los partidos.

Todo esto viene a cuento, en parte, porque estamos viviendo ejemplos diarios en todos los estamentos políticos de gente sin ningún factor inhibitorio que los regule, en donde se está intentando imponer el objetivo personal por encima del bien común y los intereses del país, intentando que perduren sus ambiciones políticas por encima de todo, y eso debe ser apartado de la vida pública.

Y al no tener factores inhibitorios (vergüenza ajena) pueden llevarse por delante instituciones, pensiones, desarrollo, estado de bienestar, etc. Un caso evidente que tiene que ver no con el socialismo español, que siempre ha sido un gran partido y que ha gobernado porque los españoles lo han querido durante 22 años con su voto, con un sector minoritario del mismo que encabeza Pedro Sánchez y su "camarilla", que a todas luces solo tiene una justificación, que es dentro de la patología del comportamiento.

Un país como el nuestro, que es un gran país por su historia, aportación al mundo, de las primeras economías de Europa, no puede permitir democráticamente que existan líderes con las características que hemos descrito y que puedan llevarse el país por delante. Esto no tiene que ver con la ideología, sino con la persona que la está ejerciendo, y Pedro Sánchez no está capacitado.

Por otro lado, los populismos han demostrado siempre donde llevan a la ciudadanía donde gobiernan: a la pura miseria. Luego la combinación de líderes sin responsabilidad, populistas y sin factores inhibitorios, es una mezcla que lleva y conduce hacia la desgracia.

Otros especímenes que también pululan como si fueran algo importante en la vida política española son aquellos que, creyendo que porque estén en todas las procesiones y romerías como currículum y aportando cero iniciativas sociales y políticas, se puede vivir. Y lo peor es que intentan vender que hacen lo que quiere el pueblo.

No es lógico que en una procesión en la que debe existir representación política de la ciudadanía haya más políticos que sacerdotes. No es posible. No es lógico. Y sobre todo que se utilicen los actos religiosos, en el caso concreto católicos o las fiestas populares, como ‘modus vivendi’ para hacer política.

A todo esto siempre se suman algunos que, contando los mismos chistes en distintos sitios, quieren hacer política de simpatía, y ya está bien.

Es verdad que mayoritariamente en todos los partidos hay personas serias, honradas, con sentido común, con preparación, que nunca creen que son dueños de lo público, pero sí administradores temporales, y además que no necesitan la política como modo de vida, pero sí como compromiso, y que la única satisfacción que buscan es la satisfacción del deber cumplido, y eso aún nos reconforta. Pero entre todos debemos aún aislar y erradicar la toxicidad de la vida pública.

Merece la pena dedicarse a los demás y esperemos que en el próximo artículo podamos hablar del gobierno, pero siempre dejando claro que en política los ciudadanos deben ser lo primero

(*) Senador del PP por Tenerife y portavoz del PP en La Laguna