That is the question: Tripartito o Tripartito

Antonio Brito Pérez (*)

El próximo 14 de Febrero ‘San Valentín’ los catalanes acudirán a las urnas, a pesar de que a los actuales gobernantes autonómicos no les venía bien. Y tuvo que ser el Poder Judicial el que pusiera las cosas en su sitio.

Me congratulo como jurista por ello y ahora lo que toca es que la administración adopte las medidas adecuadas para que el derecho fundamental preservado se pueda ejercer en condiciones de seguridad óptimas para la salud. La fecha elegida resulta de lo más ocurrente ya que viene a consumar la ceremonia de enamoramiento actual de los partidos políticos concurrentes de cara a un próximo pacto de gobierno autonómico porque lo que ya se sabe de antemano, salvo cataclismo, es que ninguna fuerza política obtendrá por sí sola mayoría absoluta.

Despejada tal incógnita solo nos queda aventurar hipótesis de futuro ya que adelantar de antemano lo que va a suceder, aunque sea muy probable, podría incurrir en una falta de respeto a los electores que no son ni tontos, ni menores de edad. No obstante lo anterior, no resulta descabellado aventurar dos posibles y reales escenarios a partir del 15 de Febrero de 2021.

El primero de ellos, un tripartito de corte netamente independentista, con acicates de anarquía, y estaría formado por ERC, los del fugado a Bélgica, y la CUP. Si llegara a consumarse tal hipótesis tendríamos cuatro años más de lo mismo, y los ciudadanos catalanes sufrirían las nefastas consecuencias al pretender mantener la utopía de la República independiente catalana. Pero también es posible otro escenario, un tripartito de corte netamente progresista o de izquierdas, dejando muy claro que se puede y se debe ser progresista aunque no se sea de izquierda.

Progreso e ideología no siempre son incompatibles. Tal escenario tripartito estaría formado por ERC, PSC y los comunes, y en ese orden de mayor a menor. El mismo es arriesgado, muy arriesgado, tanto para los votantes, como para los militantes y dirigentes del PSC. Pero el mundo debe ser para los valientes, y no para los cobardes. Obligada sería la exigencia de que ERC aparcara su utopía republicana catalana, al menos durante “treinta o cuarenta años”.

Nada más que por eso merecería la pena intentarlo. Eso sí, cada uno de los implicados tendría que dar lo mejor de sí, y anteponer sus legítimos intereses a un bien común mayor. Ni que decir tiene que los “mediocres” que haberlos haylos, tanto en organizaciones políticas como en sindicatos, tendrían que cogerse unas obligatorias vacaciones. Dicho gobierno tendría que centrarse en una adecuada agenda social, aparcando temas superfluos e identitarios, agravado aún más, si cabe, con la grave crisis sanitaria y socio-económica en la que estamos inmersos.

Tal sacrificio de renuncia debería venir acompañado, por exigencia obligada del renunciante, a una apuesta decidida por avanzar en el denominado federalismo regional asimétrico, cuyo punto de encuentro inicial sería rescatar de las cenizas el enterrado Estatuto de Autonomía aprobado por el parlamento catalán, antes de la criba legislativa estatal y de la sentencia del Tribunal Constitucional.

(*) Abogado y doctor en Derecho