Dice Alfonso Guerra que somos un país en decadencia, y no se explica las estrategias del presidente

Anián Berto (*)

El subconsciente de Sánchez y sus tretas incomprendidas. Él no rompe el país, son los demás. 

“Cuando una sociedad acepta lo absurdo sin reaccionar es una sociedad en decadencia”. Con estas palabras ha sentenciado el ex-vicepresidente, Alfonso Guerra, las maniobras desafiantes y estúpidas de Pedro Sánchez desde el “abrazo del oso” con Pablo Iglesias.

Ha sido en el programa matinal de TVE, donde el veterano socialista ha criticado de manera exponencial las tretas de este Ejecutivo. El ex-dirigente ha sido incapaz de verbalizar el sentido obtuso y romo de las tropelías de Sánchez. A la pregunta, “¿cree usted que Sánchez obtendrá la llave de esta Legislatura con estos pactos de Gobierno?”, contrariado dijo; “No lo sé y dudo que lo sepa alguien”.

Más adelante, dejó claro que no se entiende pactar con HB-BILDU y ERC para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, cuando no necesitaban sus apoyos para sacarlos adelante. Aparentemente acciones extravagantes y sin sentido coherente ni imperioso. Este artículo, señor Guerra, va a plantear una hipótesis probablemente certera que le sacará del atolladero. Un análisis exhaustivo que coincide con el subconsciente de Sánchez y sus múltiples politólogos asesores. Igual atinamos a dar explicación a tantos despropósitos y despistes de un Gobierno “incomprendido” por la inmensa mayoría. 

En primer lugar, sí contienen razonamientos los improperios demostrados por el Gobierno. Claro, responden al proyecto social-comunista de Pedro y Pablo para “ir a Madrid a tumbar el régimen, en beneficio de la mayoría y la libertad de los pueblos”. Con la aceptación de estas palabras, a cargo del parlamentario de HB, Arkaitz Rodríguez, el Gobierno muestra una clara intención.

Un silencio sepulcral que apunta a decisiones conjuntas determinantes para el futuro del país. Una vez lograda la “responsabilidad de Estado”, a través de la Ley más importante del Congreso de los Diputados, los “abertzales” vienen a cargarse lo construido por nuestros abuelos, padres y nosotros mismos. Ahora HB-BILDU es protagonista en los PGE y gestores de Gobierno. Sin embargo, Sánchez echa todo su desparpajo para justificarlo así; “Tenemos que olvidar el pasado”. Ordena callar a sus subordinados y hace mutis por el foro. Su fariseísmo clama a los cielos, hace temblar los cimientos de Ferraz y seca las glándulas salivales de la mayoría de “barones”, afiliados y simpatizantes, si aún quedan algunos. Un presidente que se ocupó más de “sus memorias históricas” que de aliviar los problemas sociales, laborales y económicos de su país. Antes de la pandemia no había otra cosa que hacer, solo mover tumbas, cambiar nombres de calles o prohibir echar piropos a una chica guapa y lozana. Eso sí, interesa olvidar los 856 españoles asesinados y más de 7.000 heridos a manos de ETA, que ya parece no estar, pero los muertos y las víctimas existen. El dolor también. 

Un nuevo disparate a vista de pájaro, pero a ras de suelo Pedro tiene sus razones de peso. Además de perpetuarse en el poder, riza el rizo cuando se observa que incluso pretende que otros le faciliten “el trabajo”. Él no rompe el país, sino son los demás. Le interesa ruidos de sables, río revuelto y calma tensa. Una estrategia estrambótica, poco conocida en política, por lo que crea precedente. Nos coge a los críticos impávidos e impertérritos, fuera de juego y boquiabiertos. Unos no se explican estas actitudes “absurdas” y otros enredados en el desconocimiento. Todos encajados en una tela de araña imposible de mover una pestaña, mientras el país se desvanece y nos vamos a pique. Es probable que sus propios compañeros de partido y ministros de su gobierno no desembunchen todo los “méritos” de Sánchez. Navegan en el mismo barco y bajo el mismo timón. Pero, cabe pensar que entre unos y otros, incluyendo HB y ERC, le estén facilitando su objetivo, que no es otro que derribar la Monarquía y asentar la III República, con un presidente reconquistador: Pedro “El Republicano”. A imagen y semejanza de Venezuela, Cuba o Bolivia. 

Un proyecto probablemente soñado en su tournée con su Peugeot-407 por España, y ahora al alimón con su compañero de viaje Pablo Iglesias. Sánchez destroza España, pero no recordaremos que pasó. Despacito, con paso firme y sigiloso, tira la piedra y esconde la mano. Pocos perciben el nivel de insomnio hipnótico al que estamos sometidos los ciudadanos. Hace comulgar con ruedas de molinos a la población y nadie recuerda que la Constitución la votamos todos. Ahora somos “un país con una sociedad en decadencia” y adormecida. No tenemos salud, somos más pobres y nos arrebatan la libertad. ¿Qué más puede pasar? 

(*) Periodista - escritor