«El ‘caso Amurga’: una cuestión de fe»

Francisco Chavanel (*)

1.- El expediente que favorece a los familiares de Román fue activado en 2018 por el actual Cabildo

Lo que me pasa con este asunto de Román Rodríguez, los hermanos de su consorte, Myrian González, los terrenos que por herencia recibe la familia en Amurga, los dos millones de euros que las seis partes reciben del Cabildo de Gran Canaria, para comprar fincas sometidas a un altísimo grado de protección…, lo que me pasa, exactamente, para creer en sus testimonios o en sus explicaciones, es que me falta fe.

Me falta la fe suficiente para creer que nadie sabía nada de esto dentro de Nueva Canarias. No lo sabía, según ha afirmado, el presidente del Cabildo, Antonio Morales. No lo sabía, según ha afirmado, Pedro Justo, el consejero de Economía de la citada institución, miembro reconocido de Nueva Canarias y colaborador necesario en la transacción. Y no lo sabía Román Rodríguez, al cual su señora esposa no le había comentado nada de nada.

Por eso me falta fe, la mínima confianza que tendría que tener en estos mandatarios para dar por finiquitadas mis sospechas y dar por buena su teoría de que aquí no hay nada raro; que por más que las apariencias indiquen cosas sospechosas, todo está bien, correcto, todo se ha diligenciado siguiendo las pautas legales, no ha habido ni trato de favor, ni prevaricación, ni se ha cometido delito alguno.

Yo quisiera llegar a la misma conclusión. Que el expediente arrancó en 2014, aunque nadie hizo caso a las pretensiones de los familiares de Román Rodríguez hasta febrero de 2018 (Bravo no movió un papel), cuando el Cabildo hizo saber su búsqueda de suelo para reforestación creando una bolsa de suelo rústico. Desde 2014 a 2018, nadie movió el expediente. Estuvo durmiendo el sueño de los “justos”. Hasta que a alguien se le ocurrió el invento de la bolsa de suelo rústico. Febrero de 2018, digo.

Necesito fe. Fe de forma apasionada, necesaria y concluyente para comprender lo que pasó después.

2.- De 96 propuestas solo se aprueba una; la que defiende un exinterventor y secretario que trabajó para NC con Carmelo Ramírez y Antonio Morales

Después: que se hacen 96 propuestas de otros tantos terrenos y, tras todas las cribas, solo sobreviven tres. Y que, de las tres que sobreviven, solo una es aprobada en el pleno, solo una es beneficiada con 4 millones de euros, la mitad para los familiares políticos de Román Rodríguez, dos millones, dos, a 340.000 euros cada hermano…, solo una de las propuestas es aprobada antes de que finalice el año en el famoso pleno de los santos inocentes. Una de 96. Un poco más de un uno por ciento. Parece diabólico, pero fue lo que pasó.

Me gustaría no creer que todo se aceleró de forma enigmática apenas tres semanas antes del pleno. Que, de repente, una velocidad asombrosa impulsó el expediente hasta dejarlo preparado para su aprobación.

Me gustaría creer que lo que ocurrió no tuvo nada que ver ni con órdenes poderosas, ni con conversaciones en la sombra, ni con favores de altos cargos del mismo partido.

Y me gustaría creer que toda esta oscuridad con la que ha sido llevado el expediente en cuestión no obedeció a algo de lo que avergonzarse, algo que ocultar para que nadie desvelase la verdad, para que nadie delatase el enjuague, para evitar que se publicase en algún medio de comunicación y que así todo saltase por los aires antes de aprobarse…,

pero lo cierto es que oscuridad hubo, tanta oscuridad como una noche sin luna, oscuridad como la que necesitan unos ladrones para parapetarse o alguien que va a cometer una tropelía… Y esa oscuridad sigue ahí, sin disiparse. Si Morales o Román o Pedro Justo nunca hubieran sabido nada de nada de algo que, para la opinión pública, puede ser un chanchullo, ¿por qué no dan marcha atrás, por qué no les dicen a los ciudadanos que alguien cometió un error y entonces lo reparan eliminándolo? Si no lo sabes y ha ocurrido, y la mancha alcanza a tu imagen, ¿por qué continúas adelante hasta pagar los dos millones de euros a los familiares políticos del presidente de Nueva Canarias?…

Y, luego, está la fe, ese clavo ardiendo que tanto necesitamos para seguir respirando. La esposa de Román no le explica a su marido que ha recibido de herencia unos terrenos en Amurga y que, después de haberlo hablado con sus hermanos, piensa vendérselo al Cabildo que preside Antonio Morales. ¿Nos creemos que dos personas, que viven juntas desde hace treinta años, no hablen de algo tan fundamental para el núcleo familiar como puede ser la entrada de 340.000 euros completamente inesperados? ¿No lo hablan siquiera en las reuniones familiares donde se dan cita todos los hermanos y parientes de las dos partes? ¿Durante cuatro años, Myrian González no le cuenta nada a su marido, como si fuera de lo más habitual ganar en una operación 340.000 euros…, no le dice nada a su marido a sabiendas de que el asunto le afectaría directa y gravemente por ser el presidente de Nueva Canarias?… ¿Cuántos kilos de fe necesitamos para creer tanto surrealismo?

Y la dichosa fe que vuelve a ponerse a prueba cuando aparece por la puerta José Victoriano González Rodríguez, el hombre que negoció la cosa en nombre de los seis hermanos emparentados con Román Rodríguez… Porque José Victoriano González es un personaje conocidísimo en el sur de Gran Canaria y, por supuesto, en el seno de Nueva Canarias.

Fue el interventor de Santa Lucía de Tirajana hasta hace tres años, momento en el que decidió jubilarse. Y, como interventor, fue el que firmó el informe clave con el que quedó exonerado de cualquier delito el entonces alcalde del municipio, Silverio Matos, en el denominado caso Palmeras. Tanto es así que el magistrado que presidía la sala, Miguel Ángel Parramón, se basó en ese informe para dictar su sentencia absolutoria…

Es decir, José Victoriano González es un hombre determinante en la vida de Nueva Canarias, desde un punto de vista económico, político e histórico. Lo sabe todo de todos. Y, por si fuera poco –y aquí mi fe, y la de cualquiera, empieza a palidecer-, José Victoriano González fue el interventor de la Mancomunidad del Sureste cuando Antonio Morales fue su presidente. Durante diez años, Morales y José Victoriano establecieron una relación directa y confiada, como corresponde a un político que toma decisiones y que necesita para ello el apoyo incondicional de quien tiene el control real de las cuentas.

¿Cómo podemos creer que, estando por medio personaje tan relevante para Nueva Canarias como José Victoriano González, ni Antonio Morales, ni Pedro Justo, ni Román Rodríguez supieran nada de que pretendía vender unos terrenos al Cabildo representando, entre otros, a la señora del presidente de Nueva Canarias?

3.- ¿Cuánto vale la palabra de dos mentirosos compulsivos?

Por otra parte, con lo que conocemos de él, ¿podemos tener fe en la palabra de Román Rodríguez?… ¿Qué valor tiene la palabra de un señor que ha cruzado unas cuantas líneas rojas en esta legislatura, cuyo sentido moral deja mucho que desear, que mezcla permanentemente lo público y lo privado, que ha intentado coaccionar a espónsores para eliminar a determinados medios de comunicación?… A mí, la fe con Román Rodríguez se me ha terminado. No lo puedo creer. Es autor de unos cuantos chanchullos en grado de tentativa; aquí ha materializado la tentativa o, como mínimo, la ha permitido y la ha tolerado…, siempre en su beneficio.

En cuanto a Antonio Morales… Le regaló a un empresario 2,5 millones de euros por la compra de Guguy. Sin necesidad alguna, pues más protegido que Guguy no está ni la Reserva Federal americana. Pero puede ser que algunos bolsillos no anden tan protegidos. Hace poco, le regaló al gobierno de la nación –esto sí que es muy nacionalista- 35 millones de euros para hacer pasar por el aro a los empresarios eólicos. El hombre que dijo que había actuado según “escrupulosa legalidad” en la residencia de mayores de Agüimes no merece ni siquiera el beneficio de la duda. Es un chanchullero nato. Un campeón. Chanchulleó cuando se quedó con los tránsfugas de Podemos y cuando contrató para el Cabildo al interventor de Yaiza, Vicente Bartolomé, condenado en cinco ocasiones distintas por los tribunales. ¿Y por qué lo contrató? Porque era, y es, la pareja sentimental de la interventora de Agüimes, María del Pino Méndez Perera, la que lo sabe todo de las cuentas del municipio regentado durante casi treinta años por Morales…, sus cuentas, la contabilidad que denunció en su día la Audiencia de Cuentas.

O sea, que no es la primera vez que Morales mezcla lo público con lo privado. Lo personal con lo profesional. Lo hace cuando hay que pagar un favor o hay que callar a alguien. Aquí le ha hecho un favor personal al presidente del partido que lo cobija. Es una cosa que tiene que ver con la cripta de Nueva Canarias. El intermediario, José Victoriano González, guarda secretos inconfesables y ha prestado servicios extraordinarios en situaciones límite. Eso podemos suponerlo. Por eso había que comprarle lo que vendía a la hora que él quisiese. Y a buen precio. Esa es mi opinión de lo ocurrido.

Lamento mi falta de fe; en este tema tengo fe realmente en José Victoriano y en Carmelo Ramírez, los padres reales del pelotazo, con Román y Morales de ejecutores. La fe anula la lucidez para discernir sobre los desvaríos del ser humano cuando se engolfa y, desde luego, si queremos combatir desde el periodismo el fundamentalismo de los que están en el poder para burlarse de sus electores, lo único que no necesitamos es una fe y una ceguera que estén por encima de las evidencias, del rigor y de la lógica.

En esta hora, los que deben tener fe son los votantes de Nueva Canarias. El espeso mal olor que llega desde Santa Lucía apesta la organización.

(*) Periodista