El ocaso de un cacique

Eustaquio Villalba (*)

Hasta hace unos años, solo quienes contasen con una imaginación propia del surrealismo mágico eran capaces de anticipar el ocaso del digno sucesor de los condes de La Gomera: Casimiro Curbelo. Décadas al frente del Cabildo acreditan su gestión como la mejor muestra que podamos encontrar en las islas -y hay muchas- de una estructura caciquil para mantenerse en el poder y beneficiarse de todos los privilegios que conllevan los cargos públicos. Su habilidad para presentar el dinero de todos como favores personales y su capacidad para convertir a los ciudadanos en súbditos agradecidos por la generosidad del señor, es reconocida por partidarios y detractores.

Su entonces partido, satisfecho con los sucesivos éxitos electorales, lo convirtió en uno de sus más importantes dirigentes, con capacidad de poner a sus fieles en los máximos órganos del Partido Socialista Canario. Era y es un auténtico profesional de la política, única actividad laboral en la que el ex jefe de los socialistas gomeros acumulaba trienios y, además, los cobraba como presidente del Cabildo, senador y parlamentario autonómico, que eran los cargos electos que había llegado a ejercer simultáneamente este señor. Por supuesto, la hazaña de tener un trabajo en La Gomera, otro en Santa Cruz de Tenerife y el tercero en Madrid, fue por las mejoras de las comunicaciones bajo su mandato. Gracias a ocupar tantos cargos, tenía mucha capacidad de influencia en los círculos de poder, en los que realmente se toman las decisiones, y eso le permitía conseguir «favores» para la Isla, con la consiguiente alegría y agradecimiento de una parte de sus paisanos.

¿Cómo es posible que este paradigma del cacique estuviera perdiendo las riendas? Y lo más importante ¿La posible sustitución del secretario general de los socialistas gomeros supondría la recuperación de los valores democráticos por parte del partido socialista? No lo parecía, el ocaso definitivo de Casimiro Curbelo todavía podía prolongarse en el tiempo. El entonces líder de los socialistas canarios, el  ex vicepresidente del Gobierno y ex consejero de Educación José Miguel Pérez, negó que se hubiera creado una gestora en la isla colombina «porque para ello tendrían que haber dimitido la mayoría más uno y esto no está contrastado». (La negrita es mía) ¿Cómo que no estaba contrastado? ¿Es que no sabían contar? La operación era bien sencilla, solo tienen que sumar las dimisiones y comprobar si superan la mitad más uno, era algo muy fácil de corroborar.

Pero el entonces responsable de los socialistas canarios no necesitaba concretar nada para decidir que: «la dirección insular de La Gomera seguía funcionando tal y como salió en su día del mandato congresual.» ¿Qué patochada era esa? No se puede seguir funcionando tal y como salió del congreso insular porque un número (siete de doce según las informaciones periodísticas) no contrastados (?) de miembros ha dimitido, y, por otro lado, no sabe (¿) si son suficientes para acarrear el cese del secretario general según establecen los estatutos de su partido. Que este portento de la política, que ha conseguido -y este es su mayor mérito político- convertir las peleas internas (con expulsiones, recursos en los juzgados, destituciones o imposición de gestoras) en acontecimientos mediáticos, tenga como única receta proponer trabajo y dialogo con todos, y añadir que «el primer responsable orgánico de La Gomera va a seguir con buena actitud para este diálogo.» Es algo que sonaba a tomadura de pelo.

Desaparezca o no el actual cacique de la Gomera, lo que si parece claro, es que el PS no tenía la más mínima intención de desmontar la estructura sobre la que pivota su hegemonía electoral. Es más, el entonces presidente socialista de El Hierro, otro de los díscolos, ha dicho que el problema estaba en la secretaría general del partido cuya gestión calificó de deficiente. Por el contrario, se ha mostrado confiado en Casimiro Curbelo, al que definía como un político de ¡acreditado prestigio!

No es un problema que afectara exclusivamente al partido y a sus militantes, son todos los residentes en la Isla los que se veían afectados por la crisis de un partido que gestionaba la mayoría de las instituciones insulares y ostentaba la mayoría de los cargos electos.

Pero nada sabemos de las causas de la pelea, si los dimisionarios representan otra manera de entender y ejercer la política o, por el contrario, se trata simplemente de un quítate tú para ponerme yo. De nada informaban porque, según su máximo líder, lo importante para ellos era centrarse en captar votos para las próximas elecciones. Está claro, estos socialistas solo defendían sus bien remunerados cargos, por eso apoyaban al cacique que les aseguraba los votos de muchos gomeros agradecidos por las «dádivas» de su señor.

(*) Articulista