Gracias, Javier

Paulino Rivero (*)

El próximo día 13 de diciembre se cumplen once años de la muerte del que ha sido el presidente más exitoso que ha tenido el C.D. Tenerife, Javier Pérez. Fue, Javier, un gran presidente y un gran amigo. 

Conocí a Javier, y mantuve una estrechísima relación con él, desde que accedió a la presidencia de la entidad en 1986. Yo era consejero del Cabildo y acudía al palco que la institución tenía anexo al que acogía a la directiva del Tenerife. 

Todo el estadio, incluida la zona de palcos, presentaba un aspecto ruinoso, lejos de lo que merecía el club al que miles de aficionados llevamos dentro. 

Acudía casi siempre acompañado por el también tristemente desaparecido Ricardo Tavío. Ricardo era consejero del Cabildo y un grandísimo tinerfeñista, hasta la médula. 

El ascenso del Tenerife en la temporada 88/89 coincidió con mi nombramiento como consejero de deportes del Cabildo. El entusiasmo que Javier ponía para hacer más grande al Tenerife ilusionó a mucha gente, entre ellos a mí.

Juntos compartimos la idea de empujar para renovar el Heliodoro. Juntos pensamos en que el Cabildo adquiriera el videomarcador y ceder la gestión de la publicidad al club. Juntos pensamos en crear el Torneo Isla de Tenerife, en pretemporada, para propiciar ingresos a la entidad. Juntos compartimos mucho tiempo para buscar fórmulas de financiación. 

CajaCanarias, y particularmente su director general Álvaro Arvelo, dieron un paso al frente. CajaCanarias jugó un papel muy importante para la entidad, pero las relaciones entre el acreedor –CajaCanarias– y el deudor –CD Tenerife– acabaron tensándose por momentos, a veces fueron muy difíciles. Fue entonces cuando, dada la buena relación que tenía con las dos partes, pude colaborar y contribuir en la única dirección posible: sumar, juntar, unir. 

Ambos, Javier y Álvaro, amaban profundamente al Tenerife y soñaban con verlo siempre entre los mejores, lo que sin duda ayudó y facilitó recuperar la buena sintonía. Los períodos de ‘tensión-bonanza’ eran cíclicos –los resultados deportivos influían mucho en ello–.

La temporada 2000/01 se inició bajo la depresión generalizada que había supuesto el descenso de Primera División. Para contrarrestar aquel desánimo, las peñas organizaron una cena en la Sala Castillo (Tegueste) con el objetivo de intentar insuflar ánimo en una pretemporada en la que Benítez asumía la dirección deportiva. El escepticismo mandaba. 

La victoria en el Vicente Calderón por 1-2 (Luís García) en la decimoprimera jornada empezó a hacer creer que el sueño de recuperar la categoría era posible. Deportivamente, bien; económicamente, muy mal.

Era vital buscar ingresos que acompañaran el buen rumbo deportivo, pero la fuente de financiación de los bancos o de la Caja estaba cerrada a cal y canto por los compromisos contraídos con anterioridad. Las relaciones con una parte importante del empresariado estaban frías, muy frías. 

Javier me pidió que intentara vender los palcos, dado que él estaba teniendo muchas dificultades. El trabajo lo culminamos en la reunión del Hotel Mencey, el 2 de abril, con un importante grupo de empresas a las que se vendieron palcos por alrededor de 500 millones de pesetas. Esa temporada recuperamos la Primera División.

Un sábado por la tarde aparecieron por sorpresa en mi casa Javier, el entonces vicepresidente, Adelardo de la Calle (en paz descanse) y Eugenio Ibáñez. Querían convencerme de algo de lo que yo estaba convencido, del impacto publicitario del fútbol y de lo importante que sería para Canarias como destino turístico. 

Juntos empujamos. Sumamos a Luis Sicilia (presidente de la U.D. Las Palmas). Desde ese año, 2002, logramos un contrato de patrocinio, a cambio de promocionar Canarias en el exterior.

Guardo imborrables recuerdos de Javier Pérez. De nuestros encuentros y también de nuestros desencuentros. Cuando estaba por medio el Tenerife se convertía en un interlocutor difícil de convencer. 

De los viajes con nuestros hijos en vacaciones. De las sobremesas, siempre con el Tenerife de fondo.

Dos de los momentos más emotivos que guardo son el día del partido de Butarque (Leganés). Él se quedó en Tenerife, y yo estaba comentando el partido con la Cadena Ser (Xuancar, Guina, Joanet). Al final se hace un dúplex y él dice en antena: “Gracias, Paulino, por lo que tú y yo sabemos”. El otro fue cuando me impuso la insignia de oro y brillantes de la entidad. Con todo, lo de menos fueron los reconocimientos. Lo verdaderamente importante fue, y es, una vida en la que el Tenerife nos unió y sigue uniendo. Gracias, Javier.

(*) Ex presidente del gobierno de Canarias