Por la democratización interna de los centros educativos

Erasmo Delgado Domínguez (*)

La enseñanza en el respeto de los valores democráticos debe ser una constante en el quehacer diario de los Centros Educativos, sin embargo, la deriva autoritaria que viene sufriendo la educación reforma tras reforma hace que la gestión de nuestros colegios e institutos diste mucho de un modelo democrático.

Se pretende además dentro del actual marco educativo formar al alumnado en el Trabajo en Equipo y en eso tampoco somos un modelo a seguir. El actual Reglamento de Organización de los Centros no favorece en absoluto el trabajo cooperativo del profesorado, máxime cuando sus opiniones apenas cuentan, no hay marcos de debate y la toma de decisiones democráticas son anecdóticas.

La deriva autoritaria comenzó despojando a los Claustros de competencia alguna, los proyectos educativos son personales, no del colectivo de profesores y depende de la buena voluntad de la dirección compartir o no su modelo educativo. Con las actuales competencias de las direcciones para otorgar comisiones y otros cargos, pueden configurar un claustro a su medida. Solo falta que se le otorguen, además, competencias para hacer nombramientos en la adjudicación de destinos y formar así un club de amigos/as.

La supuesta autoridad del profesorado está solo en la normativa y de poco nos sirve cuando ni la propia Administración Educativa la reconoce. Así, las reclamaciones a las notas finales pueden ser resueltas por las direcciones de los Centros, en primera instancia, o por el político de turno, si el primero desestima.

Ambos pueden ser analfabetos de la materia reclamada. Las auditorias de la inspección que valoran la práctica docente durante un día o unas horas de clase, siendo especialmente importante tener todo el papeleo son otro ejemplo de la supuesta “autoridad del profesorado”. El porcentaje de suspensos que aparece en rojo cuando te pasas del 50%, las frases airadas de los cargos directivos: “ese porcentaje es muy alto, algo estarás haciendo mal”, “cuando las familias se quejan por algo será”, “la formación es obligatoria para todo el mundo”, “los padres pueden decir lo que quieran”, “es que pones muchos partes”… dejan en entredicho la autoridad el profesorado.

Y ya, por no decidir, el profesorado ni siquiera decide lo que hace en su aula. Ahora te dan las sesiones de clase ya diseñadas y te conviertes en un aplicador de las ideas pedagógicas de otros. Aquello de la “libertad de cátedra” ya no existe y tampoco la metodología diversa adaptada al alumnado que tienes delante, ahora se llama “brújula” y te la imponen como un proyecto más del Centro. ¿Se ha perdido el norte?

Lo democrático sería que las direcciones de los Centros fuesen elegidas por los trabajadores, y conseguir así un proyecto educativo que aglutine a la mayoría en torno a un equipo de trabajo con objetivos compartidos. Los tutores y los jefes de departamento son también responsables de grupos de trabajo y también deben primar criterios democráticos a la hora de ser elegidos.

El consejo escolar, el claustro de profesores, las comisiones pedagógicas en sus diferentes ámbitos, la de convivencia y los departamentos deben ser nuevamente dotados de contenido, de espacios y tiempo para el debate y de capacidad de decisión para que el trabajo colaborativo sea el camino a seguir hacia una educación de calidad.

(*) Profesor de Matemáticas IES La Guancha