La Educación Afectivo Sexual, un derecho, no un privilegio

Mary C Bolaños Espinosa

Desde nuestro convencimiento de que somos seres para el contacto, la vinculación y la vida social, de que somos profundamente interdependientes, que nos necesitamos para poder sobrevivir, y que los cuidados deben ser compartidos, consideramos que se deben establecer las condiciones educativas y sociales para que cada persona pueda construir  su biografía sexual y afectiva de una forma positiva, diversa, sin elementos discriminatorios de género y libre de riesgos, para que asuma que cuando mantiene una relación que involucra a otra persona, ésta debe estar guiada por la ética relacional del placer y el bienestar compartido, sin coerciones ni engaños.

Muchas son las voces que exigen Educación Afectivo Sexual

Ante la dura realidad que estamos viviendo (aumento de ITS, violencia sexual, embarazos en adolescentes, soledad emocional…) mucho se habla últimamente de la necesidad de la Educación Afectivo Sexual (EAS).  Sin embargo, no son tan frecuentes las aproximaciones desde el punto de vista de la igualdad, la diversidad y la integralidad, ni de un planteamiento que parta de entender que esa EAS debe ayudar a construir relaciones marcadas por el respeto y el empoderamiento. La EAS no es un hecho puntual, ni se puede concretar en la charla de algún especialista o activista; es un camino formativo de largo recorrido que implica un trabajo personal.

En el Informe Los derechos sexuales y reproductivos, derechos humanos básicos: Políticas sanitarias y educativas  en materia de salud sexual y reproductiva en Canarias: Abandono y desmantelamiento, elaborado por el Colectivo Harimaguada constatamos que, a pesar de los 9 años de vigencia de la Ley de salud sexual y reproductiva y de la IVE, las políticas sanitarias y educativas del Gobierno de Canarias, lejos de reforzar lo mandatado, han supuesto  un claro deterioro en materia de educación afectivo-sexual, de atención a la salud sexual y reproductiva, de prevención de las violencias machistas;  tanto por el progresivo desmantelamiento de los planes, programas, recursos y servicios previamente existentes en materia de sexualidad, como por el  cambio de enfoque experimentado: frente al modelo integral al que se tendió  en épocas anteriores, se ha impuesto  una visión fragmentada, con acciones y medidas puntuales.

Este informe tuvo una importante repercusión mediática y política, consiguiendo que, desde distintos organismos e instituciones, se produjeran pronunciamientos públicos de compromiso para implementar medidas sociales y educativas que recondujeran la alarmante situación que éste nos muestra en cuanto a la situación de los derechos sexuales y reproductivos en Canarias. Pero lo cierto es que, en la práctica, no visualizamos los planteamientos integrales, comunitarios, que son necesarios.  Las posibilidades para educar son muchas, pero no pueden ser parches, ni acciones para fotos, requieren ir a la raíz del problema.

¿A qué nos referimos cuando exigimos Educación Afectivo Sexual?

Se trata de educar personas seguras y confiadas, con adecuados vínculos de apego, que valoren positivamente la vida, los afectos, la sexualidad, las relaciones y a las demás personas, con conocimientos afectivos y sexuales fundamentados, que sean capaces de  aceptar y construir su propia biografía sexual y amorosa, diversa en orientaciones (homo, hetero, bisexualidad…), en identidades (hombres, mujeres, intersexuales, trans*…) y en deseos,  que valoren la riqueza de esta diversidad,  que asuman una sexualidad que va cambiando a lo largo de la vida, moldeándose a través de los procesos de aprendizaje y socialización y de nuestros gustos y deseos.

Personas con empatía, capaces de reconocer, manejar y resolver de manera positiva, saludable, igualitaria y placentera los vínculos afectivos, de comunicación, de erotismo, de acompañamiento, de intimidad corporal, los afectos sexuales (deseo, atracción, enamoramiento) y sociales (amistad, amor, altruismo…), cuya capacidad de elección esté guiada por los valores del “buen trato, del bienestar”; con habilidades sociales e interpersonales, con factores de protección frente a los problemas y riesgos, con una clara ética relacional corresponsable, una ética del placer, de la salud, de los cuidados, del derecho a la vinculación y a la desvinculación, del derecho a la libre maternidad y paternidad…

Es necesario que niñas, niños y jóvenes, en toda su diversidad, aprendan cómo relacionarse, cómo expresar sus emociones, cómo dar forma al propio sentir sin avasallar el deseo de la otra persona, cómo aceptar sus frustraciones ante la imposibilidad de llevar a cabo sus deseos más primarios o las decisiones que nacen de los razonamientos más elaborados. Es esencial trabajar la autoestima y seguridad en sí mismas, desarrollar la independencia afectiva, la asertividad, la expresión de sentimientos, la petición de ayuda,  el saber decir sí y decir no con libertad propia y sin presión del grupo,  e interpretar y aceptar el sí y  el no de la otra persona sin que suponga un menoscabo para su integridad. Necesitamos el aprendizaje en buenos tratos, en respeto, en humanidad.

Es imprescindible deconstruir las ideas estereotipadas y erróneas sobre la feminidad y la masculinidad, examinando de forma crítica los modelos de amor en los que esta sociedad nos socializa, vaciando de atractivo los modelos violentos y desarrollando gustos y preferencias por modelos de personas con valores igualitarios; que puedan vivir relaciones diversas, sin jerarquías, imposiciones ni desigualdades, relaciones que no impliquen dominación o subordinación, ni sean caldo de cultivo para la violencia.

Esta Educación Afectivo Sexual requiere una apuesta decidida y comprometida

Pero para ello es necesario poner los medios, los recursos económicos para que la EAS, como tarea compartida por todos los agentes sociales, sea una realidad en la práctica.  Urge la puesta en marcha de planes de educación y atención a la sexualidad integrales, biográficos, desde una visión positiva del hecho sexual humano, no heteronormativos, desde la igualdad y la diversidad, con implicación de sus protagonistas, como una responsabilidad compartida. Una EAS que es función primordial de las familias porque es en ellas donde adquirimos nuestra seguridad emocional, donde aprendemos a convivir, a disfrutar, a relacionarnos afectivamente. Una EAS que es tarea fundamental de los centros educativos y de los servicios socio-sanitarios porque son los lugares en los que todas las personas podemos tener acceso de manera igualitaria a esta formación y atención integral, a una educación y atención que debe satisfacer las necesidades humanas.  Una EAS que también es crucial desde los medios de comunicación, que nos deberían transmitir valores positivos, igualitarios, de respeto, de disfrute de las múltiples formas de vivir nuestras relaciones.  Una EAS que tiene que ver con un proceso de construcción de una sociedad más justa y más humana, una sociedad donde el afecto a nosotras mismas y a las demás personas, conjuntamente con el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la justicia y los cuidados, sean los valores básicos que nos ayuden a relacionarnos de manera positiva e igualitaria.

Hacen falta otros modelos de vida y de relaciones que no dañen a las personas, que dignifiquen la vida. Ello requiere que las necesidades humanas estén en el centro de la acción política de los gobiernos. Requiere recursos y voluntad política. ¡En su exigencia continuamos!

(*) Colectivo Harimaguada