El Pulpero de Taguay, la barbarie que nos persigue (I)

Ángel Rafael Lombardi Boscán (*)

‘El Pulpero de Taguay’, Francisco Rosete (1775-1816), comandante monárquico civil en nuestra guerra de independencia. “Este hombre es elevado desde su mesón de “quesos llaneros, papelón, manteca de cochino, chicharrones y vinos de España” a la posición de Comandante, Gobernador de Camatagua y jefe de los ejércitos del rey.

Se trata de un hombre que dispuso de los mayores recursos (en términos de acceso a los bienes materiales existentes), de absoluta discrecionalidad y del apoyo de esclavos, llaneros, pardos, que se le sumaban como por encanto desde la promesa de redención del pillaje y la degollina de los blancos. Esto es lo que nos dice el sociólogo Miguel Ángel Campos en su libro ‘Desagravio del mal’ (2014). Nos llama la atención la actualidad y el abuso respecto a la apropiación del grado marcial de comandante a personas cuyo talante no es el honor militar sino todo lo contrario, y además, de la recurrencia de la arbitrariedad entre los hombres encumbrados en un poder abandonado de leyes y buenos modales.

Sigamos en ésta breve crónica de un personaje de hace más de doscientos años cuya vigencia da miedo. Sólo que ahora le toca describirlo a Juan Uslar Pietri en su excelente libro: ‘Historia de la rebelión popular de 1814’ (1968): “con modales que causaban horror, siempre con palabrota en la boca y desnudo de la cintura arriba, mostrando una panza llena de pelos, poderosa y cerrera; su figura ruda y popular era el símbolo del movimiento democrático, su esencia más pura”.

Lo cual le hace concluir a Migue Ángel Campos: “ciertamente, es el caudillo salido de las patas de los caballos (como dice Sarmiento). Este Rosete hace palidecer al propio Boves en su voluntad de destrucción, en la dimensión de su crueldad blasfema- el 11 de febrero pasó a cuchillo la población entera de Ocumare”. Y complementa Juan Uslar Pietri: “les cortan las narices y las orejas, a los hombres las partes sexuales, a las mujeres los pechos”. Y no se vaya a creer que en el bando de los patriotas donde militó Bolívar respondieron a esas atrocidades con abrazos de perdón: para ganar la guerra había que ser más destructivo y dañino que los rivales.

Lamentablemente hemos asociado igualitarismo demagógico con la democracia y creemos que cualquier audaz irresponsable está en su derecho de asociar el crimen con la gobernanza…

(*) Director del centro de estudios históricos de Luz