Carta abierta al Padre Ángel García

Luis Henríquez Lorenzo (*)

De verdad, pero de verdad de la buena, es una vergüenza y un despropósito que un sacerdote católico hable en los términos en que habla este ultramundanizado P. Ángel García, fundador de Mensajeros de la Paz  (lo de «padre» le queda demasiado ancho, pero bueno, tengamos la fiesta en paz), quien exhibe un afán de notoriedad y de protagonismo que... ¡Le gusta más un micrófono que a un niño un chupa-chups!

En una nueva entrevista que concede a un medio de comunicación (Diario de Jerez, un día de junio del presente 2019) sus palabras, huérfanas o ayunas de fe sobrenatural y sacramental en Cristo y en su Iglesia, son la más palmaria demostración de cuál es el «nudo gordiano» de la espantosa crisis que despelleja viva a la Iglesia: la crisis de fe de muchos de sus hijos e hijas (probablemente empezando por la mía), pero especialmente por lo que dice a sus clérigos y religiosos, ¡y hasta obispos!

Ciertamente, cuando uno escucha o lee de un clérigo o religioso que «hay un éxodo o deserción masivos de fieles porque la Iglesia no está con los pobres», le hierve a uno la sangre, se le sube la bilirrubina, se sube uno por las paredes… ¡Menuda chorrada sueltan y se quedan tan panchos! ¡Pauperizan el Evangelio!, ¡lo marxistizan!, y acaban como queriendo convertir a la Iglesia, que es Esposa del Esposo, sacramento de salvación para la humanidad, Cuerpo Místico de Cristo, en una simple oenegé hipermundanizada, ¡a juego con las movidas y exigencias de los adalides de la ideología de género, el marxismo cultural, el laicismo o secularismo, las movidas LGTBIQ, el feminismo supremacista, y hasta los postulados del Nuevo Orden Mundial sionista y masónico…!, acaso como para ver si así vuelven a llenarse los templos, a base de congraciarse con el mundo; cosa, empero, que jamás ocurre, por cierto, tal vez porque una fe que se ha vuelto sosa, insípida, mundanizada, en el fondo no atrae a nadie (como que por lo general en la Iglesia, las comunidades que más crecen en número de fieles y hasta de vocaciones son las tenidas por más tradicionalistas y conservadoras).

De hecho este mismo padre Ángel, en la nueva parroquia que él preside, coordina o qué sé yo en Madrid, organizó en su momento un sentido homenaje al político socialista de origen tinerfeño pero radicado en la capital de España Pedro Zerolo, a la muerte de este. Zerolo ha sido uno de los más conspicuos impulsores en nuestra patria del empeño por la aceptación social y la normativización del vicio contranatura de la sodomía, que por cierto viene a ser, según la doctrina tradicional de la Iglesia, uno de los pecados más nefandos posibles: a la luz de la teología de santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, la sodomía vendría a ser uno de los pecados que más obstaculizan la aprehensión del misterio de Dios.

En consonancia con el homenaje a ese reconocido promotor de la sodomía -que Dios haya acogido en su gloria, pese a todo-, es propio del celebrado P. Ángel pronunciar toda clase de insensateces teológicas que bordean, por decir lo más suave, la heterodoxia, la herejía, cuando se refiere, por ejemplo, al carácter salvífico de Jesucristo, a la centralidad de la Iglesia en el plan de salvación de Dios para la humanidad (de hecho y de mil maneras, el P. Ángel niega que la Iglesia sea necesariamente imprescindible en ese plan salvífico o soteriológico de Dios ), al aborto, al divorcio, a la maldad intrínseca de formaciones de izquierdas como Podemos, Ahora Madrid y resto de marcas blancas de la extrema izquierda (el cura este va abrazando farolas a su paso, y así se abraza, como si fuesen amigachos de toda la vida y compartiesen los mismos ideales de vida, con personajes tan siniestros como el Coletas, también llamado Pablo Iglesias, quien, de poder gobernar con decisivo poder nuestra patria, la llevaría sin duda a un desastre de proporciones cósmicas equiparable al que vive actualmente nuestra amada Venezuela bajo la bota del chavismo-madurismo), al pluralismo religioso y al diálogo ecuménico, a la ideología de género, al feminismo y a las movidas LGTBIQ, ideologías todas perversamente anticristianas que este singular sacerdote dizque católico aplaude y legitima, etcétera.

Solo que de qué extrañarse uno: se cumplen las profecías que vaticinan que la apostasía en la Iglesia, anuncio del final próximo de los tiempos (la parusía del Señor), pondrá especialmente a prueba la fe de sus pastores.

De manera que ante este tenebroso panorama uno no puede evitar preguntarse con Lucas 18, 8b: "Pero, cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"

(*)  Profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social