El independentismo revolucionario canario y los procesos electorales

Francisco Javier González (*)

De hecho este artículo viene a ser algo así como una autoafirmación del que escribí ante las elecciones generales españolas de junio de 2016 (“El independentismo revolucionario: Las elecciones como arma política”) conservando íntegramente la posición política que allí y entonces expresaba, pero obligatoriamente reformado en su planteamiento por la presencia, en estas elecciones españolas en las que de nuevo estamos inmersos, de un factor diferenciador como es la presentación a las mismas de ‘Ahora Canarias’ –confluencia de ANC, CNC y UP- que se declara abiertamente como anticolonial e independentista.

Reitero lo que he aclarado muchas veces anteriores: Estas elecciones son, en Canarias, un proceso colonial, pero sigue la evidencia  patente de que cualquier proceso electoral, de cualquier tipo, que en este archipiélago africano pueda celebrarse, desde las elecciones a las APA del colegio, las sindicales o las del Club de fútbol “representativo” de cualquier isla por poner ejemplos,  son procesos sometidos a la legislación española, y por lo tanto procesos coloniales. Este nunca puede ser pues, por lógica, un motivo para la abstención independentista como, por desgracia, se sigue planteando por una parte no desdeñable del independentismo canario que, por otro lado, a mi juicio, no plantea ninguna disyuntiva viable para avanzar hacia la independencia.  En una colonia, además de la permanente defensa identitaria y la brega cultural, solo caben dos tipos de lucha: la armada y la política. Si descartamos, por motivos obvios, la primera, ¿cómo llevamos a cabo la segunda si, de partida, negamos los procesos electorales?

La pregunta correcta que tenemos que hacernos es: ¿Porqué y para qué convoca la “democracia” los procesos electorales? Debo recurrir al análisis desde el punto de vista del materialismo dialéctico. La “democracia burguesa”  tiene como esencia el mantenimiento del status por el cual, unas clases privilegiadas que detentan y ejercen el poder, explotan al resto sin necesidad de apoyarse  para ello permanentemente en el uso de la fuerza. ¿Cómo? : Con la ficción del sufragio universal que, aparentemente, empodera al votante para que, libremente, elija sus representantes. De esa forma será toda la sociedad la corresponsable de lo que esos “representantes” decidan, lo que nos obliga a aceptar sus consecuencias. Como recurso ante los fracasos y fiascos inevitables para las expectativas de los explotados queda, para las siguientes elecciones, cambiar del partido que, supuestamente, nos representa. Los partidos no revolucionarios, como el antiguo dios romano Jano, cambian de cara pero, al fin, son diferentes facetas del mismo ente sometido al verdadero poder que los controla, como controla a los también supuestamente diferentes y libres medios de comunicación masivos. Ese poder omnímodo es El Capital, especialmente el financiero, y su gendarme universal el imperio gringo, tan mutable en sus diversos rostros como los partidos, pero tan igual también en sus propósitos.

Esa es una realidad universal pero, ¡Cuánto más perversa no será aplicada a una realidad colonial como la canaria! Se hace necesario traer de nuevo a colación la frase de Secundino. “En verdad que todo conspira contra nosotros, desde la influencia de la nación que guarda la llave de nuestros grillos, hasta la obcecación de hermanos nuestros, ya envilecidos por la sumisión y las cadenas…”. Siendo esto así, ¿por qué y para qué votar en los procesos electorales burgueses y coloniales?

Para un revolucionario, como tiene que ser todo colonizado que aspire a romper ese yugo, la democracia burguesa y el parlamentarismo como máxima expresión de la misma y numen del supuesto “gobierno del pueblo”, no puede ser el objetivo estratégico. Para nosotros el objetivo político es la independencia nacional que impida la expoliación de nuestros recursos y, desde una visión liberadora integral, el socialismo para la justa distribución de los beneficios de esos recursos. Por ello participar o no participar en cualquier proceso electoral no es más que una cuestión táctica que utilizar cuando permita un avance hacia el objetivo estratégico de la independencia nacional y el socialismo.

Debemos partir de bases reales. El sentimiento independentista, que llegó a ser  considerable, ha disminuido. Hace solo 3 años un 14% de nuestra población, según los datos del CIS, no se sentía español sino solo canario. Ese porcentaje se ha reducido a la mitad aunque un 31% se siente más canario que español. El resultado es lógico tras cinco siglos de ignorantación forzada y alienación. Evidentemente si nos remontamos atrás, a pleno franquismo de los años 50-60, mucho hemos avanzado. En mi experiencia personal, medio siglo atrás nos llamaban locos a los que planteábamos la necesidad de la descolonización. El trabajo político-cultural, intentando mostrar a los compatriotas la verdadera cara del colonialismo español ha ido minando los cimientos de eser poder pero no hemos logrado deconstruir suficientemente el alegato colonial, sobre todo por la actuación de un nacionalerismo criollo y un españolismo servil que actúa de medianero del poder metropolitano para su propio beneficio. He repetido hasta la saciedad que nosotros hemos sorribado los arrifes, arado el terreno, plantado la semilla…pero los frutos los han recolectado otros.

En su momento, y necesario es recordar para completar el análisis, PCU-UPC fue una oportunidad malograda de la que hay que sacar lecciones. La mayoría de su militancia y/o simpatizantes era abiertamente independentista pero no así la dirigencia, para la que su techo máximo se cifraba en el “Derecho a la Autodeterminación” que, incluso, no todos compartían o entendían igual. Los Sagaseta, Bermejo, Angulo, Ródenas, Tovar, Brito, Caro… llevaron sus tesis a las instituciones, Parlamento Español incluido,  donde Sagaseta se opuso al Estatuto colonial por no contemplar el Derecho a la Autodeterminación, único destello aparte de la consigna de “Canarias Libre y Socialista” del nacionalismo de la UPC. En esa misma etapa el PTC-PRAIC en que yo militaba tomamos la decisión de no participar justamente por entender que solo podíamos contemplar una unidad en torno al objetivo estratégico de “Descolonización”, “Independencia” y “Socialismo”. Pensábamos que podíamos aliarnos con aquellos que no pasaban más allá de la “Autodeterminación” pero nunca dejarles la dirección del proceso en que el objetivo estratégico tiene que venir expresamente declarado de forma clara y rotunda. Más recientemente “Unidos Podemos” ha succionado a una buena parte de la izquierda independentista canaria que, todo hay que decirlo, está cada vez más desencantada con la actuación de esa formación que, en otra escala, es una repetición del fiasco que resultó la UPC y por los mismos motivos.

Por otro lado es bien sabido que las etapas electorales, por su propia naturaleza, son de especial sensibilización de la población. Aunque solo sea por esta razón el independentismo no puede permitirse el lujo de despreciar estos procesos, ni tampoco las instituciones que de ellos dimanan. Hoy por hoy carecemos de la fuerza suficiente para sustituirlas y acabar con la opresión nacional y de clase, por lo que tenemos que usarlas como despertador de conciencias y logros políticos que nos abran el camino en un proceso de acumulación de fuerzas que, a su vez, nos permita otras formas de lucha. 

La pregunta ahora sería ¿Sirve este proceso concreto al que nos convoca la metrópoli para avanzar posiciones en ese camino a la liberación? Desde la coalición que en su día formamos CNC-Frepic Awañak (“Canarias por la Independencia”) no se había presentado una opción que llevara con claridad en su programa lo que considero como objetivo estratégico, la descolonización y la Independencia. Carecíamos de la herramienta política necesaria. De cara a esta convocatoria electoral se ha forjado lo que puede ser esa herramienta futura, “Ahora Canarias. Unidad Independentista” a la que creo se le puede dar un margen de confianza, siempre “in vigilando”, para lograr que sea el germen de la organización revolucionaria que necesitamos. Apoyo aún a sabiendas que es solo eso, el germen, por lo que no podemos esperar milagros ni grandes triunfos inmediatos. Es un primer paso que causa ilusión de futuro aunque, como toda criatura recién nacida, sus pasos sean aún cortos pero eso sí, no titubeantes sino firmes y seguros, sin desánimos ni desalientos.

Ya hay un mar azul en que brillan siete estrellas verdes de esperanza y libertad.

(*) Articulista y ex secretario general de Frepic Awañak