El tuerto en el país de los ciegos

Jorge ‘Mencey Macro’ Dorta (*)

Víctor Ramirez, en uno de sus artículos publicados allá por 1996 en el Diario de Las Palmas y recogidos en su libre ‘Palabras de Amazigh’ hacia la siguiente reflexión;

“Dícese que en el país de los ciegos el tuerto es rey. Falta añadir que, en este caso, el tuerto tiene que ser malvado para aprovecharse de la indefensión de los ciegos y explotarlos en su beneficio. Sin embargo, en un país de ciegos el tuerto, si es bueno, acaba loco a poco que se descuide: y más cuando los ciegos no lo son fisiológicamente sino síquicamente. Y más cuando los tuertos malvados, los que se convierten en reyes, señalan como culpables de sembrar vientos o avivar el fuego a los tuertos buenos que quieren ayudar a sus paisanos los ciegos. Estos, furibundos, acaban por crucificando al tuerto bueno a poco que la ocasión lo requiera”.

Les cuento esto porque en Canarias tenemos una larga tradición de ignorar a nuestros tuertos buenos. Allá por el siglo XIX el Doctor Chil y Naranjo, bien informado de cuanto acontecía en Europa, advirtió, en un discurso pronunciado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, después de su viaje a París de 1863 del peligro que significaba para el cultivo y exportación de la cochinilla -y por ende para la economía de las Islas- la aparición de unos nuevos productos químicos (anilinas) que sustituían al carmín natural con menos costes. No le hicieron ni puto caso. 

Allá por los años 70 Oscar Bergasa y Gonzalez Vieitez en su libro Desarrollo y subdesarrollo en la economía canaria, advirtieron de las nefastas consecuencias de un modelo de desarrollo para Canarias basado en la especulación del suelo. No les hicieron ni puto caso y generaron un modelo de desarrollo centrado en la especulación y venta del suelo.

Y así nos va al pueblo canario, convirtiéndonos a pasos agigantados en inquilinos y marginados en nuestra propia tierra. Emigre usted que su casa la queremos para el turismo y en la zona construiremos un nuevo Puerto Rico para turistas que el nativo sobra. Canarias para los que se merecen vivir aquí, es decir los extranjeros. 

Tampoco a Carballo Cotanda en su obra ‘Canarias Región Polémica; análisis crítico del régimen económico y fiscal del archipiélago’. Ni al también economista Juan Arencibia Rocha. 

Y voy a incurrir en la inmodestia de agregarme a este elenco, porque a mí tampoco me han hecho mucho caso. Canarias necesita un modelo de desarrollo distinto desde hace décadas, porque este ha sido un fracaso. Hace ya casi diez años publiqué Canarias con Futuro que no solo hablaba del posible petróleo sino de muchas otras cosas como las oportunidades que se abrían en África, el desastre del REF y muchos otros temas tratados tanto en el libro como en mi blog menceymacro. También hemos denunciado (y propuesto alternativas), junto con otras personas como Ángel Cuenca o Juan Suárez, el disparate de la plena integración en la UE y de como el actual modelo de desarrollo es nefasto no solo por sus consecuencias ambientales, económicas o políticas sino también sociales. 

Y si bien uno entiende el vacío y el boicot que te hacen las élites y sus sicarios cuando rehusas venderte al sistema y tu discurso ataca sus intereses ilegítimos, al fin y al cabo son ellos los que se benefician del sistema actual, pero el entender el odio y las traiciones de tus propios paisanos eso ya es más difícil de asimilar y uno se termina preguntando cosas, muchas cosas, y entre ellas uno se pregunta tal y como lo hizo hace unos años en su conferencia ‘El desconcierto canario’, Domingo Hernández Peña, ese otro gran ignorado a pesar de ser un reconocido experto en turismo a nivel mundial, y una vez más me pregunté: ¿por qué no me olvido de una vez y para siempre de aquellas islas? ¿Por qué las sigo queriendo si nunca me quisieron – si tanto mal me hicieron?

Y es que nuestros paisanos prefieren la mentira reconfortante, la mitificación y la falsedad tranquilizadora a enfrentarse a la realidad y especialmente a su propia verdad. Muchos creen que no se puede cambiar, que cambiar es difícil, en realidad cambiar es lo fácil, lo difícil es ser honesto con uno mismo.

(*) Articulista y economista soberanista