‘De progres y de progresaurios’

Luis Henríquez Lorenzo (*)

A Monserrat Sanmartí: católica catalana (digamos que joven aún, apenas en la cincuentena), madre de 10 hijos, bloguera (entusiasta impulsora de la bitácora Como Vara de Almendro), militante antiabortista con importantes cargos nacionales en organizaciones provida...

Progresaurios de pura cepa hay que, transcurrida más de la mitad de su vida en el empeño de politizar la fe (católica), desacralizándola, vaciándola de contenido, siguen chupando protagonismo eclesial por un tubo, a base de bien. Manda peras a la plaza; en la diócesis de Canarias, sin ir más lejos, conozco varios casos. Septuagenarios y aun octogenarios, tan progres izquierdistas  son, se sienten y confiesan (izquierdosos) que no dudarían en calificar de la siguiente guisa a un ministro como el húngaro Viktor Orban, militantemente empeñado en arraigar a Hungría en sus raíces cristianas y europeas fundamentadas en la tradición judeocristiana y grecolatina: “¡Es la derechona, la ultraderechena que se está adueñando de Europa!”.

Necios, pero sobre todo cretinos, apegados aún, aunque lo traten de disimular, a la teta del marxismo cultural, político y económico, ¡aunque los tales son burguesotes, claro está: critican el capitalismo pero viven muy bien, muy muellemente, muy capitalistamente! Apegados por ende, cómo no, a los dictados del NOM de George Soros y del papa Bergoglio.

Y progres hay aún no progresaurios pero sí en camino de serlo: políticos dizque católicos y dizque solidarios, sexagenarios o septuagenarios que llevan viviendo de la política décadas; algunos, más que el tiempo que permaneció el general Francisco Franco en el poder, al que no pierden ocasión de fustigar para guiñar un ojo al Che Guevara, pues nobleza obliga: hay que parecer progre, solidario, izquierdista y en la estela del marxismo cultural, aunque sea al precio de preferir la alabanza a un asesino cruel y sanguinario, despiadado, comunista y ateo.

Y fustigar a Franco, ya digo, gobernante católico que cometió tantos errores e injusticias (por más que también protagonizara y posibilitara muchos logros y aciertos, inmensamente más que la suma de los impulsados por todos los sátrapas comunistas juntos, asesinos y genocidas sin parangón en la historia de la humanidad) que hace que yo mismo siga sin ser propiamente franquista, aunque desde luego tampoco sea tan crédulo como para creerme ya a estas alturas las bolas y los encantamientos de los progresaurios de pura cepa y de los progres metidos a políticos y en proceso de llegar a ser progresaurios.

O dicho de otra manera: entre la coherencia de un progre, de un progresaurio, y la coherencia entre vida y obra de un Blas Piñar, pongamos, a estas alturas no tengo ninguna duda, por más que yo mismo nunca haya sido franquista ni falangista ni sienta especiales deseos de serlo, ni tampoco asista a la Santa Misa según el Vetus Ordo Missae. De hecho, me siento demócrata; pienso, verbigracia, en el político italiano demócrata cristiano Giorgio La Pira, siervo de Dios, quien fuera alcalde de Florencia en dos ocasiones y actualmente en proceso de beatificación.

O aun de esta otra: en cierta ocasión luego de escuchar una conferencia suya celebrada en el marco del extinto Patio de las Culturas del Cabildo de Gran Canaria, le pregunté al ultraprogre jesuita vasco radicado en El Salvador Jon Sobrino, qué pensaba de una obra del historiador franquista Ricardo de la Cierva (me refería particularmente a Jesuitas, Iglesia y marxismo: la teología de la liberación desenmascarada, obra publicada en 1986) sobre la infiltración marxista y masónica en la Compañía de Jesús en particular y en la Iglesia en general, y el nota me dijo con desdén que “ese historiador no tenía ni idea”. Yo en ese entonces aún me creía los cuentos, las promesas de justicia social y los encantamientos de progres y progresaurios, solo que...

Vaya por Dios, conque ni idea. Transcurridos los años y viendo cuál es el devenir de la Compañía de Jesús (mundanizada, progrestizada, marxistizada al máximo, loables excepciones aparte: los ya muy ancianos padre Sáenz, argentino, o el uruguayo Horacio Bojorge, y algunas camadas de jóvenes religiosos jesuitas que van saliendo, y pare usted de contar), quien no tiene ni idea o teniéndola hace como que no la tiene eres tú, Jon Sobrino: salvo milagro del Señor, la otrora gloriosa obra apostólica y misionera del gran santo Ignacio de Loyola no tiene arreglo, va a su desaparición total, a la ruina, precisamente por el muy certero diagnóstico y análisis de ese historiador franquista que “no tiene ni idea y que habla sin saber”.      

Y diles algo: te machacan, te ningunean, te ignoran, te desprecian, te infravaloran, te injurian... Ellos son los que saben, tú no sabes nada según ellos, cuando a menudo lo que resulta es que no tienen ni pajolera idea y... Necios (en el sentido bíblico o veterotestamentario de la palabra necio) y prepotentes, ¡majaderos y mentecatos que se creen que se las saben todas y que viven del cuento de que son solidarios como coartada para mantener su mamandurria en las instituciones públicas, su afán de protagonismo eclesial y político! Porque qué habría sido de ellos dizque católicos y solidarios si no hubiesen pactado, en sus respectivas trayectorias politiqueras, sucesivamente con organizaciones políticas conformadas por comunistas, feministas, masones, laicistas, homosexualistas, anticatólicos, promotores del multiculturalismo y de la apostasía, proabortistas, anticrísticos...

¿Igual estarían ahora en la fila del paro? Quién sabe: “peores cosas veredes, amigo Sancho”. Pero esto sí que parece muy obvio, suciamente obvio, valga el aparente oxímoron: los tales y los cuales siguen colapsando la Iglesia y la política con los frutos podridos del ideario filomasón, laicista, iluminista; en definitiva, neomarxista cultural y por ende seudocatólico. O sea, a estos progres y progresaurios Cristo y la Iglesia les importan un comino, una higa, ¡lo que les importa es inflar su ego, su bolsillo, su estatus, su descarado amiguismo, su arrogancia, su mamandurria! No son del Reinado Social de Cristo, son del mundo. Pero diles algo...

(*) Profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.