En el laberinto de la independencia

Ángel Rafael Lombardi Boscán (*)

“Schopenhauer decía que lo único que hay es el presente. El pasado es memoria, una fábula, una mentira. El futuro, una conjetura del presente”.

Jorge Luis Borges 

“Pero mi verdad es terrible: pues hasta ahora se llamó a la mentira verdad”.

Friedrich Nietzsche

Me he dedicado a comprender nuestro pasado prisionero de la ideología, el mito y la propaganda. Nuestra historia es escolar y se nutre de una moral y cívica sin las más adecuadas conexiones entre el pasado y el presente. Nuestra historia es una historia cautiva por el mito bolivariano y el culto a la Independencia nacional. Mi tema de investigación es la transición de colonia a república en el periodo 1750-1830.

Este trabajo que hemos llevado a cabo en los últimos años es de naturaleza revisionista con relación a la historia patria, nacional y tradicional cuya fisonomía es básicamente pro-bolivariana, épica, militarista y heroica. Nuestra Independencia, un periodo que va entre 1810 y 1830, monopoliza todos los recuerdos haciendo marginal al resto de los otros periodos históricos.

Lo indígena junto al legado africano es irrelevante en términos de una historia real, aunque ideológicamente se les haya dado un protagonismo retórico importante desde una vocería gubernamental reivindicativa de los oprimidos y débiles en la historia (populismo histórico). En la práctica, indios y negros, hoy demográficamente irrelevantes, ya que somos básicamente una sociedad mestiza, son reconocidos legalmente pero aun manteniendo la minusvalía social, y hasta étnica, en pleno siglo XXI. Lo hispánico, el centro de nuestra identidad histórica, a razón del lenguaje y referentes culturales junto al jurídico/administrativo dominantes, forma parte de un repudio generalizado a través de una demolición persistente y hasta fanática de ese pasado. Hablar de España y su historia junto a las esenciales conexiones con el ser venezolano es apelar al olvido.

Los tres siglos coloniales forman parte de la leyenda negra y nuestra historiografía apenas se ocupa de éste vital periodo. Todo comienza y acaba con la Guerra de Independencia desde el relato mitológico y grandilocuente al estilo de la “Venezuela Heroica” (1881) de Eduardo Blanco.

Luego de la disolución de la Gran Colombia en 1830 (la principal propuesta geopolítica fallida de Simón Bolívar, y que coincide con su penosa muerte luego de ser repudiado por sus principales aliados y colaboradores como Santander en la Nueva Granada y Páez en el Departamento de Venezuela), la balcanización de la América del Sur se aceleró para satisfacción tanto de las elites y caudillos pro federalistas, reales vencedores de una contienda de significados confusos, y de parte de las potencias extranjeras que venían acechando por relevar a España bajo el incentivo económico/comercial dentro de los linderos de una economía-mundo cada vez más dinámica y pujante. En esto hay que decir que fueron los británicos los principales interesados en ejercer un nuevo colonialismo sobre la América española.

Su marina de guerra y mercante se enseñoreó por los mares luego de la derrota de Napoleón en Europa. Los Estados Unidos ya en 1823, con la declaración de la Doctrina Monroe, enviaban un mansaje a las viejas potencias coloniales, España y Portugal; así como a las nuevas como Inglaterra, Francia y Alemania, aunque la consumación de ésta doctrina alrededor de un Destino Manifiesto expansionista terminaría por concretarse en el año 1898 con la guerra entre España y los Estados Unidos en Cuba, que es en realidad, la última guerra de la descolonización hispánica que cierra el ciclo iniciado en 1810.

No se puede entender adecuadamente el desenlace de ésta transición de colonia a republica sin las debidas conexiones entre la historia de Europa alrededor de la cuenca Atlántica y sus repercusiones en la América hispánica en el periodo de estudio que nos ocupa. Podemos hablar también del paso de una sociedad pre-moderna a otra cuyos códigos son los característicos de la modernidad, aunque el énfasis de las elaboraciones simbólicas posteriores a la guerra haya tenido un derrotero muy distinto desconectándose con la misma realidad y ofreciendo un futuro promisorio pocas veces concretado. 

El énfasis mayor tendríamos que hacerlo respecto a la Historia de España en Europa, y obviamente también con la Historia de Francia y la era napoleónica, algo que la historiografía venezolana de la post independencia apenas se ocupa. Recientemente revisaba la posibilidad de estudiar nuestra Independencia más como una reacción contra Francia que contra España y considerar a Napoleón Bonaparte como nuestro ‘Libertador’ o en todo caso, el principal catalizador de los procesos revolucionarios de la América española a partir del año 1808.

(*) Director del centro de estudios históricos de Luz