Una isla solidaria

Antonio Morales Méndez (*)

Sin lugar a dudas, la situación de pobreza extrema, de dependencia y de violencia que hoy  sufre  la inmensa mayoría de los pueblos empobrecidos configura un escenario de tragedia intolerable para el género humano. Más del 80% de la población mundial vive en la marginación social y la extrema pobreza. Unos 6.000 millones de seres humanos soportan en todo el planeta situaciones de sufrimiento, de violación de sus derechos humanos, económicos, sociales y políticos… Y lo padecen de una manera estructural, planificada por los grandes poderes económicos y políticos y silenciada adecuadamente por los poderes mediáticos, que están controlados y al servicio de los anteriores. Los datos más actualizados afirman que el 1 % de la población dispone para vivir del 50% de la riqueza mundial, o lo que es lo mismo, el 99 % de la población mundial, unos 7.400 millones de personas, solo dispone del otro 50 % de la riqueza.

Las consecuencias que se derivan de ello conforman un escenario terrorífico para la humanidad. 1.000 millones de personas sufren y mueren de hambre en los continentes africano, asiático o latinoamericano. Para muchas de estas personas la esperanza de vida no sobrepasa los 40 años. Con los avances tecnológicos de los últimos años esta situación se podría y debería invertir. La pobreza extrema abarca al 50% de la población mundial, unos 3.750 millones de personas. La desigualdad y el empobrecimiento masivo condenan a esta población a no acceder al agua potable, a la vivienda, a la salud, a la educación o a unos servicios públicos mínimos para garantizar la subsistencia. Más de 400 millones de niños menores de 16 años se ven condenados a la esclavitud laboral: algunos comienzan desde los 6 años picando piedra para aglomerado o trabajando en los telares para que las multinacionales textiles puedan vender sus prendas de vestido a unos precios 50 veces superior a lo que pagan por su confección. Normalmente son “salarios” menores a 1 euro al día.

Eso explica por qué algunos empresarios de este país están entre los más enriquecidos del Planeta y pueden, incluso, “regalar” equipamientos sanitarios a nuestros hospitales como una colosal operación de imagen. Ni siquiera esos equipamientos van a esa población explotada. Igualmente, las más de 20 guerras provocadas en diversos países y en la que participan directa o indirectamente más de 40 estados están provocando una situación de tragedia y sufrimiento para la población afectada. A los conflictos de Afganistan, Irak, Siria, Palestina, Sahara Occidental, Ucrania, Líbano, Kurdistan, Congo, Nigeria, Libia o Yemen, hay que sumar la acción terrorista internacional que hacen de zonas como Oriente Medio, el Sahel o Centro África lugares muy peligrosos para vivir. Detrás de cada uno de estos conflictos están las grandes potencias: EEUU, Rusia, Francia, Inglaterra, China, etc., con sus objetivos estratégicos de hegemonía y de venta de armas: los principales exportadores de armas a nivel mundial siguen siendo estas grandes potencias que junto con las empresas multinacionales configuran un poder planetario sin escrúpulos y sin moral. Todo esto se agrava además con la escalada de tensiones del Sudeste Asiático que podría desembocar en situaciones aún más peligrosas.

La situación descrita hace que más de 60 millones de personas se vean obligadas al desplazamiento forzoso desde los países empobrecidos hacia los países enriquecidos. Huyen del hambre, de la miseria, de la esclavitud o de las bombas que caen sobre sus cabezas. Bombas que son fabricadas en los países ricos, algunos gobernados por “democracias” y con un alto nivel de bienestar social, de seguridad y de estabilidad.  Todo lo anteriormente descrito se agrava aún más si se es mujer, o se es niño o anciano. Hay una condena a un mayor grado de sufrimiento si se es dependiente.

Cerca de Canarias, a apenas 100 kilómetros, sigue latente el conflicto del Sahara Occidental que nos toca directamente no sólo por la cercanía, sino porque el Gobierno de España sigue siendo el responsable del genocidio saharaui. Este pueblo sigue esperando desde 1975, en que el Gobierno español les traicionó y abandonó, que se respeten sus reconocidos derechos a la libertad y a la independencia. Son 42 años de espera soportando dos guerras, sufriendo en la actualidad la represión de sus Derechos Humanos por el Gobierno de Marruecos que ocupa ilegalmente el territorio y expolia sus riquezas. Y viviendo en unos campamentos de refugiados en unas condiciones de precariedad insostenibles. Es una de las asignaturas pendientes, quizá la más grave, de la democracia española.

Todo este escenario dantesco se agrava con el cambio climático. El aumento-descenso de las temperaturas, el cambio de régimen de lluvias, el crecimiento del nivel de las aguas del mar, configuran una situación que, si no se remedia, va a empeorar la vida en el Planeta y a hacerla más difícil, sobre todo para los más empobrecidos.

Hasta aquí he señalado  algunas de las consecuencias. No he profundizado en las causas que provocan esta situación, la mantienen y la agravan.

Los motivos no hay que buscarlos en fenómenos naturales como los terremotos, los sunamis, las sequías, las  erupciones o las inundaciones. Las causas son esencialmente políticas. Hay diseñado todo un sistema institucional, económico, filosófico, mediático, tecnológico y social que sostiene y acrecienta la desigualdad, la violencia y la dependencia. Los grandes poderes al servicio de las grandes potencias y de las multinacionales imponen sus reglas en todo el planeta. Forman una estructura planetaria al servicio de unos pocos. Por eso el dato de que el 1% de la población mundial dispone del 50% de la riqueza es revelador. El neoliberalismo político y económico, la dictadura de los mercados, las instituciones financieras mundiales como el BM, el FMI o los Bancos Centrales de cada país imponen sus decisiones. El control de la ciencia, de la tecnología y de la información en todo el planeta por las transnacionales es una amenaza para todos. Las empresas más valoradas en el escenario mundial son todas de la información: Google, Amazon, Microsoft… Menos de 10 empresas mediáticas internacionales controlan el 90% de la información mundial y el resto de medios locales se sirven de ellas.

El control de las instituciones multilaterales (ONU, UE, G-20,…) por las grandes potencias es una evidencia. Todavía existe en la ONU el derecho de veto de las grandes potencias vencedoras de la 2ª guerra mundial. Mientras los referentes que predominan sean el lucro, el poder, el consumismo, la hegemonía o el individualismo y no los valores de la igualdad, la solidaridad, la justicia, la cooperación o la defensa del interés colectivo, esto no tendrá solución. Avanzaremos muy poco.

Como programa de referencia para guiarnos en esta selva se han construido grandes acuerdos multilaterales: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos Sociales, Económicos y Políticos, los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030 y los Acuerdos de París en la Cumbre Climática. Son excelentes referencias, no las únicas, para avanzar en la construcción de un mundo donde todos podamos vivir. Cada uno desde su trinchera pero de manera organizada y coordinada. Con acciones que respondan a las causas y a los hechos simultáneamente. Estas reacciones tienen una dimensión política, económica, social, institucional y de conciencia, justo en las mismas dimensiones en que se produce la agresión.

La respuesta para lograr avanzar hacia una sociedad justa no puede ser el asistencialismo o el paternalismo sino plantear acciones que denuncien las causas al tiempo que se afrontan los hechos. Hoy, más que nunca, es urgente la acción solidaria en la sociedad y en las instituciones para combatir la desigualdad y la pobreza. Canarias puede jugar un papel muy importante en esta tarea, por su historia, por su situación geográfica y por su vocación de cooperación internacional. Desde el Cabildo de Gran Canaria se promueve un conjunto de acciones en este sentido: impulsar el Servicio de Solidaridad y Cooperación al Desarrollo cuyo cometido es el de promover las acciones solidarias; consignar una partida presupuestaria destinada a financiar las acciones programadas; apoyo al funcionamiento del Consejo Insular de Solidaridad y Cooperación; dar soporte a los proyectos que promuevan actuaciones en materia de desarrollo y lucha contra la pobreza; priorizar  los  proyectos  dirigidos  hacia  las  zonas  con  las  que  Canarias  tiene vínculos históricos: África y Latinoamérica;  priorizar la atención a pueblos en situación de emergencia: campos de refugiados saharauis, pueblo palestino y lugares en conflicto bélico; promover el proyecto “Gran Canaria Solidaria” de formación, sensibilización, información y concienciación en los ámbitos de la solidaridad.

También impulsar a Gran Canaria como centro de relaciones internacionales aprovechando su potencial: apoyando las justas causas de los pueblos en situación de conflicto defendiendo la celebración de un Referéndum de Autodeterminación por el Pueblo Saharaui y abogando por la justa resolución de la cuestión palestina defendiendo el fin de la ocupación militar israelí de los territorios palestinos. Igualmente defendemos la colaboración con las actividades de las asociaciones de inmigrantes; el apoyo a la implantación de la tasa Tobin y el planteamiento de fórmulas para que nuestros empresarios y nuestros profesionales y jóvenes participen en las estrategias de solidaridad y cooperación al desarrollo.

La tarea es ingente. Pero cada día comprobamos que vivimos en una sociedad comprometida para contribuir a hacer posible un mundo más justo. Desde una Gran Canaria cada vez más solidaria.

(*) Presidente del Cabildo de Gran Canaria