1492: la burla y el triunfo

Ángel Rafael Lombardi Boscán (*)

El éxito no tiene sustituto. Nadie creyó en Colón y su primera travesía al Nuevo Mundo tomando la ruta del Poniente, es decir, el Oeste. Colón fue en un principio considerado como un loco. Su recorrido por las distintas cortes europeas fue decepcionante en solicitud de ayuda material para organizar una flota de exploración para aspirar llegar a las tierras de las maravillas que Marco Polo había descrito en sus viajes por la India, China y Japón. La ciencia de la geografía y las técnicas de navegación eran limitadas y dogmáticas: nadie en sus cabales podía atravesar el Mar Tenebroso (el Atlántico) poblado por abismos y los más peculiares monstruos marinos. No obstante el principal obstáculo que tuvo que enfrentar Colón: fue una mentalidad claustrofóbica característico de una Edad Media declinante que aisló aún más a los europeos occidentales ante el asedio al norte de los vikingos y al sur de los musulmanes.

Por eso la empresa de Colón fue paradigmática, y 1492, una fecha crucial en la historia de la humanidad. Colón al descubrir América, sin saberlo, hace del mundo escindido uno sólo. Y permite la primera globalización sobre supuestos comerciales que alimentarían de forma decisiva el sistema capitalista mundial bajo el liderazgo primero de España y Portugal, y luego de Francia e Inglaterra.

El 8 de marzo de 1493, Colón es recibido por el rey Juan II de Portugal, el mismo que le había rechazado antes y le negó el apoyo solicitado por el marino genovés. Las pruebas de la hazaña: algunos indios, papagayos, adornos de oro y una descripción grandilocuente de las islas descubiertas aderezado esto con la más calenturienta imaginación de su principal protagonista. La decepción y burla entre los allegados a Juan II en su Corte no se pudo disimular.

Otro sería el recibimiento en España. Los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, de una vez intuyeron que éste marino italiano de orígenes humildes les había ayudado a sacarse el primer premio de la lotería. Y no dudaron en premiarlo y reconocerle la hazaña. Honores y demás disfrutó el genovés, además de obtener en sólo siete meses, el apoyo de una expedición magnifica de 17 embarcaciones para realizar su segundo viaje. Esto contrasta con los siete años de negociaciones que tuvo que realizar y las tres carabelas de su primer viaje.

Definitivamente la humanidad sólo progresa desde la irreverencia y la osadía de hombres de pensamiento y acción contrarios al inmovilismo de un mundo en apariencia seguro y ordenado pero a la vez decadente por la fuerza de la costumbre.

(*) Director del centro de estudios ‘Luz’