Orlinda Barbuzano Hernández: una vallera de su tiempo

Trabajó en la sorriba; algodón, tabaco y caña de azúcar en la época de la España oscura

Rafael Luzartdo / Santa Cruz de Tenerife

Muchas han sido las mujeres y hombres que han contribuido para que Valle de Guerra lograse ser un pueblo agrícola, próspero y evolucionista. Sin duda, el papel de la mujer vallera tiene un gran significado en el desarrollo de la historia de Valle de Guerra.

Si ya la tuvo en la época de la conquista, teniendo como dueño y señor de las tierras al conquistador burgalés, López Fernández de la Guerra o Reguera, en la posterioridad Valle de Guerra se caracterizo por ser un pueblo emprendedor y “guardián” de su cultura y costumbres. La mujer vallera se caracteriza por ser humilde, trabajadora, perseverante y cordial.

Orbelinda Barbuzano Hernández es una de esas grandes mujeres que ha dado Valle de Guerra. Nació en el año 1935, un año antes de la Guerra Civil Española. Casada con Jesús López Delgado  de cuya unión matrimonial nacieron 5 hijos (cuatro hembras y un varón).  Desde muy joven, Orbelinda trabajó en la sorriba; algodón, tomates, caña dulce y tabaco.  Varias fueron las fincas de los grandes terratenientes de la época donde trabajó Orbelinda Barbuzano Hernández.

Entre ellas, en la de don Álvaro;  Rafael Hernández (Tejina) y en la de Rufino, donde su tío Gregorio el de Valeriana, era el encargado. También, trabajó en la finca de don Cándido García Dorta (Tagoro-La Fuente), cuya labor era la de espantar las plagas, tocando cacharros para  que no se comieran las cosechas de plantaciones de arroz y otros cultivos. Muchas han sido las experiencias que ha vivido esta  “gladiadora” mujer de Valle de Guerra, tanto en la vida laboral como en sus tiempos libres con su familia. Sin duda, para Orbelinda Barbuzano Hernández, “los valores de la familia es lo más importante en la vida de las personas”. 

Por todo ello, Orbelinda señaló que “guardo grandes recuerdos de la época, especialmente cuando solíamos pasar con la familia y amigos del pueblo muchos veranos en El Lapio (Valle de Guerra). En dicho lugar, prosigue la protagonista de este reportaje, había más arena que en la actualidad, pues no en vano muchas fueron las casas del pueblo que se hicieron con arena de El Lapio”.

Más adelante, Orbelinda Barbuzano Hernández comento que: “la arena la subían al pueblo en camellos que pagaban las personas pudientes y los que no tenían dinero, las subían  a hombros desde el Lapio hasta el pueblo”. Para esta gran familia, la costa de El Lapio tiene un gran valor y sentimiento; recordando que “antiguamente la gente venía del pueblo a lavar la ropa con agua del Lapio de cuyo manantial fluía  un agua limpia y transparente”.

“También, recuerda esta admirable mujer vallera, lo hacían en La Fuentecilla (Tagoro)”. Por otro lado, esta infatigable mujer vallera, que subía hasta tres veces al día la ladera de El Lapio,  recuerda con nostalgia como su marido Jesús López Delgado,  “subía por El Chamorro para ir a trabajar al pozo. También, mi marido solía coger pulpos y yo subía al pueblo para venderlos”.

Por último, Orbelinda recuerda que “la primera caseta que tuvo en El Lapio la hicieron en la falda de la ladera de Pleque, con planchas y tarajales. La segunda, de plancha y madera en la ladera que lindaba con Heliodoro Rodríguez López (La Machota); el farmacéutico de Tejina y Juan Vidal”.  Así, entre múltiples momentos y anécdotas, de sudor y sacrificio, Orbelinda Barbauzano Hernández, de cuyos padres Concepción Hernández Delgado y José Barbuzano,  heredó los valores de la familia.  Y también, amar y respetar a su pueblo de Valle de Guerra.