Donald Trump y el apocalipsis

Si Kafka viviera en estos días podría escribir un cuento de terror sobre un país cuyos ciudadanos están condenados a votar hasta el fin de los tiempos. Danzad, danzad, malditos, era el título de una película ambientada en la Gran Depresión norteamericana. Y ahora aquí los ciudadanos están condenados a votar aunque estén extenuados, mientras los receptores de esos votos observan sin inmutarse, como si cada papeleta fuera un bofetón porque en realidad cada uno de los candidatos desea gobernar con mayoría absoluta. Desterrada aquella caduca idea del pacto y del consenso, funciona el mensaje de que yo me lo tengo que guisar y comer para mí solito. Y en este bucle de acudir a las urnas sin que el hecho tenga el menor sentido, el votante puede estar tan harto que acabe arrojando la urna al primer político que encuentre en la calle. El votante necesita a quien lo represente, pero ni hay ética ni se le espera.  

Nos encontramos en plena ola conservadora, así sucede cuando llegan las crisis de profundo calado. Al otro lado del charco la carrera presencial está en auge, y los pronósticos registran grandes fluctuaciones de la opinión de una semana a la siguiente. Claro que esto de hacer encuestas a tutiplén constituye un gran negocio cuyas predicciones no resultan fiables, pero la aparente ventaja que llevaba Hillary en los sondeos está evolucionando hacia el empate técnico, con ligera ventaja de Trump.

El magnate se atrevió incluso a ir a México para, delante del presidente y sin que este se atreviera a replicarle, seguir amenazando con poner una muralla que impida la llegada a USA de los indeseables. Y lo sorprendente es que pudiera hacer ese nuevo ejercicio de desprecio sin que nadie le cantara las cuarenta. Porque dentro de la actual tendencia que cruza el planeta, con gobiernos tan significativos como los de la germana Angela Merkel, la británica Theresa May o el Sarkozy que se apunta para ganar en Francia, no sería demasiado extraño que este lenguaraz y peligroso Donald Trump se hiciera con la presidencia. Con lo cual las cosas no serían exactamente las mismas para Europa, los inmigrantes y los países del bloque sur. Después de un mandatario de color, Hillary podría ser la primera presidenta de la primera nación del mundo, pero la polémica no la abandona por el uso de correos privados mientras era secretaria de Estado así como también ha recibido críticas por actividades de la Fundación Clinton.

La victoria de Trump pondría en cuestión cosas importantes. Por ejemplo cree que el cambio climático es pura mentira. Aunque el millonario cree importante mantener limpios el aire y el agua, considera que poner restricciones ambientales para los negocios reduce la competitividad en el mercado global. Además quiere promover una masiva deportación de por lo menos 11 millones de inmigrantes que viven de manera irregular en su país. Su idea no solo es criticada por xenófoba, sino también por derrochadora: se calcula que hacerlo podría costar cerca de 114.000 millones de dólares. Pero no solo entra en su ideario la deportación, sino que, de llegar a ser el jefe, terminaría con la "ciudadanía por nacimiento", la legislación que garantiza la ciudadanía estadounidense a las personas que hayan nacido en su suelo, sin importar si son hijos de inmigrantes indocumentados.

Para él la solución al problema de la inmigración es la gran barrera. El aspirante quiere construirla para mantener alejados a los parias del hambre, así como evitar la entrada de refugiados. El republicano ha sugerido que los mexicanos que han llegado a EE.UU. son en su gran mayoría auténticos criminales. "Ellos están trayendo drogas, crimen y además, son violadores", dijo. También cree que México debe pagar por ese muro, que costaría una enormidad. Igualmente, piensa que “los líderes de México se han aprovechado de Estados Unidos al usar la inmigración ilegal para exportar el crimen y la pobreza de su propio país.”

Trump "bombardearía a Estado Islámico hasta hacerlo desaparecer de la faz de la tierra".

Piensa que ningún otro candidato sino él sería lo suficientemente fuerte ante el autodenominado Califato. Su estrategia sería cortar su acceso a las plantas petroleras. Este es su razonamiento: ¿Saben por qué son ricos? Porque tienen petróleo. Les arrebataré por completo su fuente de riqueza, que es el crudo. Los bombardearé hasta erradicarlos.

Otro de sus postulados polémicos consiste en su deseo de prohibir la entrada de los musulmanes en el país. En otras intervenciones ha tratado de dulcificar tal mensaje, señalando que hay que vigilar las mezquitas para evitar atentados del islamismo radical. Para contrarrestar posibles atentados, debe existir vigilancia federal en los centros religiosos del islamismo, los musulmanes deben ser vigilados por las fuerzas de seguridad como una iniciativa "contraterrorista" y no le importa si esta iniciativa es vista como "políticamente incorrecta". Por lo demás, defiende y exalta la tenencia de armas y suprimiría la pequeña reforma sanitaria que Obama consiguió para los menos favorecidos.

Después de las propuestas del Tea Party, el ala más radical de los republicanos, en las elecciones que ganó Obama, ahora habrá que ver si el cóctel de ideas de Donald Trump, muy propias de la América Profunda, encajaría también en el voto de las grandes ciudades en un instante en que el Estado del Bienestar está cada vez más amenazado por la recesión, los recortes y el triunfo del individualismo, y ahí entra su promesa de disminuir impuestos que entrañaría mayor caída de los derechos sociales. Si se erigiese en presidente tendría enfrente a una Europa en crisis de identidad, un continente en riesgo de desilusión y desintegración. Él se definió firme partidario de la salida de Gran Bretaña, y guiaría a una Europa en la que la extrema derecha gana posiciones de año en año, no solo en el antiguo bloque del Este sino también en la Europa occidental y nórdica. A China la pondría en su sitio y la obligaría a devaluar su moneda, forzaría al gigante asiático a cambiar sus estándares ambientales y laborales; además se llevaría bien con Putin.

De todos modos, la candidata demócrata mantiene cierta ventaja entre los votantes hispanos y afronorteamericanos. Por lo que respecta a España, si finalmente consigue gobernar es seguro que el señor Rajoy se llevaría bien con el señor Trump. En realidad, la economía y la política son tan pragmáticas que el huracán Trump nunca llegaría a convertirse en el apocalipsis que anuncian sus declaraciones extemporáneas. El capitalismo, cuando conviene, sabe aparentar un rostro humano.

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