César Luena y los ‘espartanos’ de Sánchez

El número dos del líder por ahora del PSC-PSOE, prepara la batalla orgánica

EDDC.NET / Madrid

Echemos la vista atrás. 14 de julio de 2014. Susana Díaz caminaba junto a Pedro Sánchez hasta la sede de Ferraz. Él acaba de vencer en las primarias internas del PSOE, imponiéndose a sus rivales, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, por casi un 49% del voto de los militantes. Ella era la poderosa baronesa del sur, la que verdaderamente hizo posible su aplastante triunfo. Ambos posaban juntos, sonrientes, mostrando músculo. 16 meses después, no queda nada de aquella foto. Nada, según publica El Confidencial.com.

Los dos caminan hacia el enfrentamiento total. Ella lo dejó caer muy pronto, a los pocos meses de su elección. Él busca el cuerpo a cuerpo, y no se piensa arrugar pese a que la mayoría orgánica le haya abandonado. Él hace valer su ejército de fieles y la simpatía de las bases, a las que dice haberse trabajado. Ella, el respaldo de los principales barones, de los pesos pesados del partido y de unos afiliados que la señalan como el futuro.

Él emprende la travesía interna más difícil de su corto mandato, en el momento más delicado del PSOE, acompañado de un núcleo de lugartenientes, encabezados por su número dos, César Luena. ‘Espartanos’ que no chistan al líder, que le ven como próximo presidente del Gobierno, que sienten admiración hacia él y que alaban su “valentía”, su “fortaleza”, su firme convicción de que conquistó el trono socialista para “cambiar el partido y cambiar España”. Y no le temblará el pulso, advierten. 

De Sánchez elogian los suyos su capacidad de trabajo y su determinación. Su obsesión por hacer remontar un PSOE en ruinas y no desfallecer “pese al alud de críticas internas, que le llegaron del sur, de Susana, cuando ni siquiera había cumplido cien días en el cargo”, y que se exteriorizaron cuando ella le dijo aquello de que no compartía su estrategia de comunicación, en el momento en el que él aprovechaba las ventanas de los platós de televisión -sin despreciar ‘Sálvame’- para darse a conocer como secretario general. “Y apoyó a todos los barones cuando eran candidatos en autonómicas y municipales, pese a que sabía que lo iban a traicionar, como apoyó al PSC en la campaña aunque la situación era jodida”, le defienden en su entorno de confianza. Sus detractores, en cambio, opinan que es un líder “sin fondo”, que no mide sus gestos de puertas para dentro, que es dado a “frivolidades” como el fichaje de Irene Lozano para las listas de Madrid que tanto malestar creó y que gobierna el PSOE para sus intereses personales, y por eso sólo busca “blindarse”, tensionando la formación al máximo. 

El número dos, muy discutido internamente

Sánchez no está solo en su órdago contra los barones y, en especial, contra Susana Díaz, antaño mentora y hoy rival. La piedra fundamental en su equipo es César Luena (Bobadilla, La Rioja, 1980), su secretario de Organización y Acción Electoral y líder del partido en la pequeña federación de La Rioja.

El hombre que, dentro del PSOE, es más denostado por los contrarios a Sánchez que el propio Sánchez. El líder madrileño lo eligió como su mano derecha, adjudicándole una cartera que ya había desempeñado en Juventudes Socialistas de España (2007-2012), el vivero de cuadros socialistas y, para mucho, el laboratorio de las peores prácticas, donde se graba a sangre y fuego aquello de que “si no matas antes, te matan a ti”.

Luena, que creció en política a la sombra del entonces todopoderoso Pepe Blanco y que Alfredo Pérez Rubalcaba situó en su cogollo de confianza para intentar reforzar su liderazgo tras el fiasco de la moción de censura en Ponferrada (León), en 2013, es reconocido como un dirigente despierto, ‘aparatero’ hasta la médula. 

Luena se ha movido más en este año y medio en la fontanería del partido que ante los medios de comunicación. Son contadas las ruedas de prensa que ha protagonizado, pocas más de las que le obligaba el cargo, como la presentación de las campañas electorales, que él ha dirigido.

Ha preferido desviar el foco mediático hacia otros miembros de la ejecutiva, como Meritxell Batet o Patxi López, secretarios de Programas y de Acción Política y Ciudadanía. No ha ejercido apenas como portavoz del partido, a diferencia de su antecesor, Óscar López -actual portavoz en el Senado-, o de la hoy eurodiputada Elena Valenciano, vicesecretaria general con Rubalcaba. 

Sin embargo, es en la fontanería donde más problemas ha tenido. En las federaciones no sienta nada bien su estilo, que llaman de “ordeno y mando”, autoritario, proclive a saltarse los procedimientos internos en un partido que no llega a la horizontalidad de IU pero que tiene muchos más contrapesos internos que el PP. Los barones odian el “cesarismo” de Luena.

Tras las elecciones del 20-D, por ejemplo, amenazó a su homólogo andaluz, Juan Cornejo, con disolver el PSOE-A si se movía. Una advertencia que causó estupor e indignación en la federación de Díaz, la más poderosa de todo el partido, y que de materializarse conduciría a una auténtica guerra civil.

“No consta esa amenaza”, dicen en el equipo de Sánchez, que defienden su buen hacer, determinación y eficacia. Pero varios cuadros consultados sí se hacen eco de las duras llamadas que recibieron en los días posteriores a las generales. Al margen de esos avisos, lo que sí es cierto es que Luena remitió a todos los secretarios de Organización autonómicos una carta informándoles de que la ejecutiva federal había decidido retrasar el congreso ordinario hasta la primavera, hasta que se despejase la investidura. Aquel escrito encolerizó a las federaciones: entendieron que la fecha del cónclave ha de fijarla el máximo órgano de dirección, el comité federal, y no la ejecutiva, e interpretaron ese gesto como un intento del líder de atrincherarse. Y no se lo perdonaron.

Luena, según sus rivales, tira demasiado de un tono “chulo”, “displicente”, “déspota”, “despectivo” hacia los demás, “el mismo que usaba cuando ejercía de responsable de Organización de JSE”. Otros engrosan la nómina de descalificaciones: lo acusan de “grosero”,”incapaz”, “maleducado”, “vago” y “ególatra”. Los suyos en cambio opinan que “comparte información y trabajo”, es “un estajanovista incansable” y un tipo con “extraordinario sentido del humor”. 

El gabinete del líder

Lo que parece obvio es que no le tiembla la mano. No vaciló en materializar la ‘ejecución’ de Tomás Gómez y disolver los órganos del PSM -un triple salto mortal al que no se habían atrevido ninguno de los anteriores secretarios generales, pese a sus diferencias con el barón madrileño-, y tampoco en amarrar la incorporación de Irene Lozano, ex de UPyD, junto a su jefe y al portavoz en el Congreso, Antonio Hernando. La fama de 'killer', que compartía con Díaz hasta que esta accedió a la Presidencia de la Junta e intentó limpiar su imagen, le persigue. No reniega de recurrir a las gestoras cuando las direcciones se amotinan, como una vía, aunque con efectos secundarios, para controlar al personal. Modos que no se compadecen con los resultados electorales, le reprochan, porque el PSOE no ganó el 20-D, ni los socialistas riojanos ven asomarse la victoria desde hace dos décadas. 

Para todos sus movimientos, Luena cuenta con una mano derecha, el extremeño Juanra Ferreira, con el que trabajó en JSE, y que se encarga en muchas ocasiones de la interlocución directa con los territorios, de hacer el trabajo sucio. Como perciben algunas fuentes, “su teléfono no quema”, porque “no llama lo suficiente”, así que “los responsables de Organización que sí son referentes, por su larga trayectoria, son otros”: Juan Cornejo (Andalucía), Jesús Fernández Vaquero (Castilla-La Mancha), Jesús Gutiérrez (Asturias) y Miguel Ángel Morales (Euskadi). Por todo ello, en el PSOE muchos opinan que, ni aun sobreviviendo Sánchez a la guerra interna, no será capaz de salvar a su número dos. “Él caerá más pronto que tarde”, vaticina una fuente que conoce bien la sede federal. “Puede que incluso se le aparte de la organización del congreso”, mermando sus atribuciones, prosigue. 

Así como Luena es el pilar clave de Sánchez en la ejecutiva, lo es Juanma Serrano en el ‘backstage’ de Ferraz. Él es el jefe de Gabinete del secretario general. Militante del PSOE madrileño, como Sánchez, estuvo a su vera desde siempre, desde que emprendió la subida hasta el liderazgo del partido. Y suele decir que igual que pudo percibir esa ola creciente de apoyos en aquella campaña interna, se repetirá en la siguiente, aunque presumiblemente será mucho más dura si quien lucha contra él es Díaz. Serrano produce papeles, ha integrado el comité de estrategia de la campaña de generales -como Luena-, y es, de facto, el puente con la federación madrileña. El que traslada los deseos de su jefe al PSOE-M, el que ejerce casi de fontanero, el que ayudó a encumbrar a la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández, como baronesa regional. 

Del gabinete de Sánchez penden dos de sus colaboradoras de la máxima confianza. Una, su directora de Comunicación personal, Verónica Fumanal, una joven consultora política que había trabajado para el PSC y antes para Ciudadanos. Ella lleva con el secretario general casi desde el principio de su mandato, y su primera tarea fue sobreexponerle, combinar los formatos convencionales con otros más desenfadados. Y en la tele, el medio en el que el líder entra “como un cañón” -o en el que queda como “cartón piedra”, “de plástico” o “poco natural”, según a quién se pregunte-. Sánchez pisó 'El hormiguero' o se colgó de un aerogenerador y escaló el peñón de Ifach para 'Planeta Calleja'. Fumanal es la sombra de su jefe, el que le sigue a todas partes, la que atiende a los medios, apaga fuegos y proporciona la versión oficial.

La segunda colaboradora es Maritcha Ruiz. Ella militó con él en las Juventudes del distrito madrileño de Tetuán y desde entonces han mantenido una relación muy cercana. Ruiz integró su equipo de campaña en las primarias, él la destinó a la coordinación de redes sociales cuando aterrizó en Ferraz y poco antes de las autonómicas y municipales la ascendió y le cedió el cargo de directora de Comunicación del PSOE, un puesto clave. La cara del partido ante los periodistas, pero mucho más que eso, dada la proximidad con el líder. Ella suele repetir que fue la primera sanchista, porque siempre vio en él madera de secretario general y de presidente. 

Incluso entre los fieles al jefe, consideran que “es evidente que se han hecho cosas mal”, como la gestión de Luena, “muy de intrigas palaciegas y que no aprovecha la masa gris que hay en la ejecutiva”, o las “torpezas con la política de comunicación”, a juicio de una integrante de la dirección.

Los cercanos, fuera y dentro

No todos los miembros de la ejecutiva son personas cercanas a Sánchez. El secretario general cuenta con la confianza plena de dos mujeres también próximas a Luena: la murciana María González Veracruz, secretaria de Ciencia, Participación y Política en Red, y la asturiana Adriana Lastra, responsable de Política Municipal -y a la que el núcleo duro señala como punta de lanza de los críticos con el presidente del Principado, Javier Fernández, que finalmente ha caído del lado de Díaz-. Ambas formaron parte del comité electoral y ambas son el rostro del partido en tertulias y programas de radio y televisión. Veracruz es una superviviente dentro del PSOE, pese a su juventud (36 años), ya que entró en la última ejecutiva de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2008, y continuó en Ferraz con Rubalcaba.

También es voz oficial Patxi López, responsable de Acción Política y Ciudadanía. López ha sacado la cara por Sánchez en los últimos días, tras la convulsión del comité federal, defendiendo el aplazamiento del congreso y denunciando el “espectáculo” que está dando el partido a la opinión pública. El nombre de López, secretario general del PSE 12 años (2002-2014) y lehendakari durante tres (2009-2012), suena estos días como posible candidato socialista a la Presidencia del Congreso. De probada lealtad al líder, otras fuentes apuntan que ahora mismo tampoco se sitúa en el primer anillo de confianza. Uno de los hombres más cercanos al exlehendakari, Rodolfo Ares, ha ejercido de vicecoordinador de programación de para el 20-D.

Una especie de ‘pack’ conforman los portavoces de Congreso y Senado, Antonio Hernando y Óscar López. Ambos apostaron por Sánchez desde el principio. Y los tres se criaron a la sombra de Pepe Blanco en sus años como jefe del aparato, en la época de Zapatero. Los dos portavoces conocen bien la cocina de Ferraz y, como señalan los que se saben las tripas de la casa, han sabido mantener sus relaciones con las federaciones, un punto a su favor en este tiempo de incertidumbre y en el que no se descarta para nada el relevo del líder. López, además, fue quien se encargó de la participación de Sánchez en los debates del 20-D.

Otra colaboradora próxima al secretario general, aunque en otro escalón diferente, es la catalana Meritxell Batet, secretaria de Programa, a quien él ubicó como número dos de su lista por Madrid. También Rafa Simancas, sin asiento en la dirección y a quien Sánchez encargó presidir la gestora que siguió a la defenestración de Tomás Gómez. Simancas es asimismo un habitual en los platós de televisión. 

Los barones alineados

De la ejecutiva hay que descontar, para empezar, a los dirigentes andaluces -ocho en total-, más cercanos a Díaz, con la salvedad quizá de Micaela Navarro, la presidenta del partido, que ejerce de puente entre Sevilla y Madrid, y Luisa Faneca. Pero también a otros miembros que se han ido descolgando, por distintos motivos, de su relación con Sánchez, como Manuel de la Rocha Vázquez (secretario de Economía), Carme Chacón (Relaciones Internacionales), el president valenciano, Ximo Puig (Reformas Democráticas) o la consellera Carmen Montón (Igualdad). La cacereña Pilar Lucio (Medio Ambiente) y la zaragozana Susana Sumelzo (Administraciones Públicas) permanecen fieles a Sánchez, aunque no están en la primera línea de mando. Luz Rodríguez (Empleo) acabó distanciándose de él con el viaje al centro operado en verano -tras sumar a su equipo económico al exministro Jordi Sevilla- y cuando la dejó caer como número cuatro de la candidatura por Madrid para situar en su lugar a Irene Lozano. La relación con Rodríguez, antaño una de sus grandes colaboradoras, nunca se recuperó al cien por cien. Tampoco volvió a llevar la voz del PSOE en las tertulias. 

Fuera del ‘palacio’ -así llaman algunos a Ferraz-, Sánchez cuenta con apoyos orgánicos importantes, aunque no tan fuertes como los que exhiben los barones críticos alineados con Díaz (Castilla-La Mancha, Valencia, Extremadura, Canarias, Aragón y, obviamente, Andalucía). Con él se sitúan los secretarios regionales de Galicia (el imputado José Ramón Gómez Besteiro), Cantabria (Rosa Eva Díaz Tezanos), Euskadi (Idoia Mendia), Navarra (María Chivite), Baleares (la presidenta de las islas, Francina Armengol), Murcia (Rafa González Tovar), Castilla y León (Luis Tudanca), Madrid (Sara Hernández) y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Pero no todos esos territorios son compactos -tampoco lo son íntegramente las federaciones rivales- y, sobre todo, pesan menos en conjunto que el frente opositor. 

Saber cuál será el paisaje después de la batalla es, a día de hoy, complicado de pronosticar. De momento en el partido está instalada una pequeña tregua, a la espera de que la ejecutiva de Sánchez fije el comité federal que, a su vez, sitúe en el calendario el 39º Congreso. La elección de la fecha determinará qué cartas se levantan y si los ejércitos se mantienen estables o los soldados cambian de bando. El único competidor seguro es el propio secretario general.

Como subrayan en su entorno, él no va a desistir. “Su gente le pide que no tire la toalla por el bien del PSOE. Ha luchado muchísimo, se ha dejado la piel y no ha tenido al partido callado en ningún momento”, dicen los suyos en su descargo. Sánchez no se detendrá, pero tampoco sus contrarios. Incluso ganando, es seguro que no podría mantener la actual configuración de su ejecutiva. Él no tiene poder real -de gobierno- que perder, a diferencia de Díaz. Sólo luchar contra el rótulo que sus enemigos le quieren endosar, el del secretario general más breve de la historia del PSOE. E intentar conquistar La Moncloa, misión harto difícil por la endiablada aritmética que dejó el 20-D. Claro que sus colaboradores le ven como presidente del Gobierno. Así, nadie le disputaría (por ahora) el sillón cada vez más desvencijado de Ferraz.