El empresario de origen hindú Shyam Aswani ocultó en una entrevista que le hizo el periodista Antonio Salazar los espacios públicos donde se asienta su centro comercial

El empresario fabrica una ‘leyenda’ y obvia el papel decisivo del Ayuntamiento

EDDC.NET / Santa Cruz de Tenerife

La única manera de conocer al empresario de origen hindú Shyam Aswani es leer la entrevista que a este le hizo hace años el periodista Antonio Salazar en su libro La Fortuna de hacer Fortuna. Allí se pueden encontrar numerosos datos sobre este extraño y misterioso empresario, que de la mano de la marca Rolex ha cabalgado las olas de la fortuna, nunca mejor dicho, hasta el punto de codearse con los empresarios de fuste y solera del Sur de Tenerife y de toda la isla, además. 

Aunque el rechazo a su persona es brutal, no hay que ignorar que su presencia en el mundo de los productos de lujo ha marcado su trayectoria y ha permitido que en Adeje su centro comercial, sea toda una referencia y sobre todo, le proporcione numerosos beneficios.

Pero como todo, el lado oscuro de este empresario, que no sale, como es lógico, en esta entrevista, tiene mucho que ver con el otro Ayuntamiento de Adeje, con sus funcionarios y sus políticos jugando con lo que no deben y con su afán enfermizo de comprar negocios que estén pasándolo mal, algunos de los cuales le han permitido incluso dar el salto a Santa Cruz. 

La entrevista no tiene desperdicio. Esta es la parte que tiene que ver con el centro comercial Plaza del Duque, ese que tanto da de que hablar:

“-Y ahí nace el centro comercial Plaza del Duque.

“Pero que tiene una complicada historia, que estuvo a punto de frustrar el proyecto varias veces. Y una vez más, la suerte se alía con nosotros. Estaba en el Banco de Santander y llega Paolo Sarti, el dueño de los hoteles Anthelia, Bounganvilla y Torviscas. Me lo presenta el director de la entidad con el que yo me llevaba bien, tenía mucha confianza. Cuando se va Paolo me dice que está teniendo muchos problemas con sus hermanos y que, lamentablemente, no tienen solución. Tenían una pelea muy fuerte y la decisión que habían pactado era deshacerse de todas las propiedades para repartirse el dinero. Me comenta que está pidiendo 24.000 millones de pesetas (144 millones de euros) por todo el paquete. A pesar de habernos consolidado, de tener un buen negocio, de crecer y mirar el futuro con optimismo, esa cantidad superaba cualquier planteamiento razonable para nosotros. Se salía de mi cabeza, tanto que salí preguntándome cuántos ceros tendría esa cifra. Pero me fui con el coche a dar una vuelta por donde estaban sus propiedades. La verdad es que me llamó la atención la galería de tiendas que el Anthelia tenía. Así que, gracias a los buenos oficios  del director del banco, consigo reunirme con Paolo Sarti y le planteo que el mío no es un negocio hotelero, que estoy interesado solo en la segregación (de ser posible) de la galería comercial que da a la calle. 

“Me pregunta si estoy dispuesto a pagar una cantidad, le digo que sí y me pide unos días para ver como lo puede arreglar. Al poco tiempo, me dice que sí. Cuando estamos en la Notaría, firmando la operación, me comenta que la rotonda que está enfrente de la galería, un solar, también lo quiere vender. Coincide que está en Tenerife el decorador que hace los trabajos para mí, por entonces ya amigo mío. Se lo comento y me dice que sí, que me lance con los ojos cerrados. Le digo, Pallarés, no tengo dinero para eso. Su respuesta no la podré olvidar porque cree que para los buenos proyectos siempre hay que buscar el dinero... aunque sea robando. Una forma de decirme que lo comprase como fuese. Así que vuelvo para hablar con Sarti y le digo de qué cantidad estamos hablando. Lo primero que me advierte es que la rotonda no es toda suya, sino la mitad. 

“La otra parte es de los Entrecanales, de una duquesa de Madrid y así hasta 27 dueños. Me pide una cantidad y quedo en responderle. Ahora sí tengo que hablar con el banco, hago mis números y le digo a Paolo que no puedo llegar a la cantidad que me pedía. Me sugiere entonces que le haga una contraoferta. Lo hago sin mucho convencimiento porque creía que estaba fuera de mi alcance, aún así, necesitaba presentarla para saber que había hecho todo lo que estaba en mi mano y caso de no alcanzarlo, olvidarme definitivamente del asunto. Así que le ofrezco el 50% de lo que me había pedido. 

“El me dice, señor Aswani... Le comento que hasta ahí puedo llegar y que en la anterior negociación le pagué lo que me pidió. No me dijo 500 y yo pagué 499, pidió 500 y eso fue lo que pagué porque sabía que podía afrontar esa cantidad. No estaba en esa situación en ésta negociación, así que le ofrecí lo que creía podía pagar. Para mi sorpresa, él extiende su mano, me explica que ha de deshacerse de su patrimonio y que la única condición que pone, por tanto, es que se haga rápido. Dadas las buenas relaciones que tenía con mi banco, eso no fue un problema y cerramos el acuerdo. Una vez firmado esto, nos pusimos en contacto con Entrecanales, propietarios de una cuarta parte de la parcela. Los llamé para decirles que era el nuevo propietario y preguntarles por sus ideas respecto al futuro de esa propiedad compartida. Me comentan que no tienen nada decidido y me cuestionan sobre lo qué quiero hacer yo. Les digo que por mí, les compraría. Quedamos en hablar, tardaron un tiempo porque en una empresa grande estas cosas tienen un proceso y más si no tiene una gran importancia para ellos. Pero un día llaman, me piden una cantidad y les compré. No negociamos porque el dinero que pidieron me pareció justo. No siempre hay que hacerlo”.

Ni siquiera cuando uno ya se ha acostumbrado al haberlo hecho en la anterior operación.

‘Es una forma de proceder y yo soy así. Tenía ya el 75% de la parcela y ahora debía enfrentarme al resto y más cuando supieron que tenía ese porcentaje, porque lo cierto es que se pusieron durísimos. Dijeron que no querían vender ni hacer nada. Yo lo que quería era llegar a un acuerdo, si era de comprar, comprar. Pero no me iba a detener si la decisión era llegar a un acuerdo para asociarnos y hacer juntos el centro comercial. Me ocurrieron muchas cosas, por ejemplo, con Teresa Arrarte, una de las propietarias, con la que había intentado acercar posiciones incluso a través de Entrecanales. Ella es dueña de muchas cosas en el sur, incluso de una parcela hotelera enfrente del Hotel Jardines del Teide. Una señora de mucho dinero, con la que alcanzo un acuerdo para asociarnos y estando ante al Notario para firmar el contrato, me dice que no. Empieza a poner peros, cuestionando las calidades del Centro, que fueran las que yo decía que iban a ser, también planteando dudas sobre si el dinero a invertir era menos del que habíamos acordado. Yo intentaba argumentar ante cada cosa que decía, todo delante de Roberto Cutillas -Notario-, pero de repente sale de allí y dice que no. Se dirige a su coche y yo la alcanzo, le pregunto que es lo que pasa y ella me traslada su idea de que algo puede salir mal y que ya no quiere hacer el negocio. Mi reacción fue decirle que ella sabía que el Centro tendrá un valor extraordinario cuando se termine, pero no cedía. Mi desespero era tan grande que le hago una oferta loca. Le digo que le compro su parte a precio de local terminado. Me pregunta si hablo en serio, le digo que sí, pero que la oferta era en ese momento, no al día siguiente. Así que si quiere, que subamos al Notario y hagamos la compraventa, lo que hizo. Así es como consigo el 100% de la parcela, pagando a precio de oro la última parte pero no me arrepiento. Cuando se inauguró, enviamos invitaciones a todo el mundo pero ella no vino. En cierta ocasión, me la encontré por la calle y me comentó que le daba rabia haberme vendido la parcela”.

Un cuento de hadas. Lo bueno se lo estamos contando aquí. Y todavía quedan muchas cosas que contar, a pesar del ocultismo que rodea a todo esto en el Ayuntamiento de Adeje.