La Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de Santa Cruz no quiso llegar hasta el final con las amenazas de muerte al sobrino del aparejador Roberto de Luis

Aludieron ‘numerosas dificultades’ para identificar a los presuntos autores

EDDC.NET / Santa Cruz de Tenerife

Año 2007. Año electoral. José Alberto González Reverón, alcalde nacionalista, consigue la mayoría absoluta y se dispone a gobernar como un sátrapa oriental los destinos de este municipio. Al mismo tiempo camina la denuncia que luego daría lugar al caso Arona 1, que comenzará su andaduras banquilleras en enero de 2016 y que llevó la destrucción de CC, ahora reventada, aniquilada y exhausta.

Pero años antes un escándalo ha rondado al Ayuntamiento de Arona y a su oficina técnica, relacionado con el aparejador Roberto de Luis. Y el que lo ha protagonizado ha sido uno de sus sobrinos, que ha puesto sobre la mesa, hechos terribles y que luego explosionarían con la instrucción del juez decano, Nelsón Díaz Frías, que fue uno de los protagonistas absolutos de la crónica judicial  tinerfeña durante ese y otros años.

Los hechos llegaron hasta la Fiscalía Anticorrupción, la cual, abrió un procedimiento judicial en Güímar y del que misteriosamente se sabe poco o nada, pero que tenía como protagonista al aparejador y sus circunstancias, penales, sin duda y que lo pueden llevar a la cárcel durante un largo tiempo, si el juicio en Santa Cruz acaba en condena.

En ese fragor, el sobrino del aparejador sufrió lo indecible. En marzo de 2007 tuvo que acudir a la comisaría de Tres de Mayo a denunciar que le habían dejado en su oficina un conejo despellejado y con esta nota atada al cuerpo: “Amigo J.M, a partir de ahora mira siempre para atrás. El daño que estás causando lo vas a pagar caro. Haz lo que tu ya sabes o acabarás en silla de ruedas”.

Se abrieron diligencias. La Policía Nacional le dijo que iba a investigar este asunto, más al saber que iba como testigo a la causa que había abierto la Fiscalía Anticorrupción. Al día siguiente acudió de nuevo porque había recibido un correo electrónico en el que se decía, “hijo de puta, no te lo vuelvo a decir más. Haz lo que tienes que hacer. Hazlo, porque no volverás a caminar”.

Pero continuó el asunto. Personas desconocidas entraron en el edificio donde tenía sus oficinas y habían metido en todos los buzones, cartas amenazantes, donde se expresaba lo siguiente: “haz lo que debes hacer, que estás haciendo daño a mucha gente”.

Una denuncia inicial, una ampliatoria y otra distinta sobre personas que no pudieron ser identificadas. Una voluntad de que no declarase contra su tío. La Policía Nacional solamente se centró en el correo para desecharlo al momento. De resto, poco hizo. No mostró el más mínimo interés por este asunto. No le pareció relevante. Ahora han pasado años de estas denuncias y algunos policías que estuvieron involucrados en este asunto, señalaron que a nadie le parecía importante llegar a solucionar este caso, porque no tenían interés en descubrir quien estaba detrás de estas amenazas y se llegó a comentar que lo tenía que hacer el juez de Arona y la Guardia Civil.

Solamente si atacaban al sobrino, pues a otra cosa. Pero en esto al igual que cuando quemaron el despacho de Gloria Gutiérrez pensando que era el de Felipe Campos, la Policía tampoco se quemó las cejas. Puede ser que supieran de dónde venían estos ataques y no interesaba desvelarlo, pero  hay están los hechos, tozudos y duros de admitir.

Y nada ha cambiado desde entonces. Mejor como dice el gallego, no ‘meneallo’.