La literatura queer nigeriana nos ofrece una nueva mirada sobre la identidad negra

La escritora Akwaeke Emezi. Theo Wargo/WireImage

Aretha Phiri, Rhodes University y Rocío Cobo-Piñero, Universidad de Sevilla

En el ensayo “Queering the Black Atlantic: Transgender Spaces in Akwaeke Emezi’s Freshwatwer” ([“El Atlántico negro queer: espacios transgénero en Freshwater de Akawaeke Emezi”]), Rocío Cobo-Piñero analiza la premiada novela semiautobiográfica de Emezi en la que el personaje de Ada es un ogbanje, un espíritu nacido con cuerpo humano.

Cobo-Piñero se sirve de la novela para ofrecer diversas miradas sobre la emergente literatura queer africana y su capacidad de alterar las lecturas tradicionales y heterosexistas del mundo, y lo hace poniendo especial atención en la obra de Paul Gilroy de 1993 The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness (Atlántico negro: modernidad y doble conciencia). Aretha Phiri entrevista a la autora.


Aretha Phiri: Dado que en África las personas queer se ven oprimidas de manera constante y violenta, ¿qué supone un libro como Freshwater de Akwaeke Emezi?

Rocío Cobo-Piñero: La literatura africana ha sido testimonio de una proliferación de obras autobiográficas y de ficción que tratan las sexualidades queer, como por ejemplo GraceLand de Chris Albani en 2004, Under the Udala Trees (Bajo las ramas de los Udalas) de Chinelo Okparanta en 2015 y Freshwater en 2018.

Las tres novelas narran la transición a la edad adulta y sus protagonistas son queer: Abani nos ofrece una crónica de la vida de Elvis Oke en un barrio pobre de Lagos durante los años setenta; Okparanta narra la historia de una joven lesbiana durante la guerra civil de Nigeria, y Emezi explora las diversas identidades de una adolescente transgénero en la Nigeria de hoy y como migrante en el extranjero.

Resulta tan interesante como contradictorio que estas obras provengan de Nigeria, un país con algunas de las leyes contra la homosexualidad más duras del continente, y país de origen de las voces literarias más prominentes. Cuando el proyecto de ley antigay fue aprobado en Nigeria en 2014, Chimamanda Ngozi Adichie, aprovechando su notoriedad, fue abiertamente crítica y calificó la ley de injusta y antidemocrática.

El escritor Chris Abani. Justin Baker/Getty Images

Esto pone de relieve cómo la comunidad literaria de Nigeria y de África en la diáspora se pronuncia en contra de la homofobia y de qué manera sus miembros exploran el miedo, el deseo y el placer que experimentan a diario, así como la ansiedad de quienes se sienten atraídas por personas de su mismo sexo o que no se identifican con un género específico.

En su presentación defendió la idea de que Freshwater propone un “centro diferente” que genera nuevas formas africanas de conocimiento, pero a algunos de los académicos nigerianos presentes en el coloquio les inquietó su interpretación queer de las culturas y cosmologías tribales espirituales.

Para empezar, es muy poco habitual que las personas trans africanas escriban su propia historia. Emezi no solo cuenta la historia de su transición en la novela y en su ensayo autobiográfico sino que, a su vez, apela a los y las lectoras a tener en cuenta que existe algo más allá de lo que en la actualidad entendemos por género. La espiritualidad y las identidades de género en África se percibían de manera más fluida antes del colonialismo.

En cierta medida, comprendo la reacción negativa que causan las valientes reflexiones de Emezi sobre las creencias espirituales precoloniales. Consideremos, por ejemplo, los ogbanje de las culturas precoloniales yoruba, igbo y urhobo. Emezi recupera la idea de la antropóloga Misty Bastian de que los ogbanje entrarían en la categoría de “otro” en términos de género. Esta es una idea que trasciende las categorías binarias de occidente. En la infancia, los ogbanje podrían formar parte de una tercera categoría de género: los “espíritus con aspecto humano”. En su novela, Emezi adopta esa idea de otredad, ni masculino ni femenino, a través de la protagonista ogbanje. La poética narración de la transición de género de Ada mediante las voces de los espíritus ofrece una nueva visión de la espiritualidad transgénero desde una perspectiva africana.

La escritora Chinelo Okparanta. Manny Carabel/Getty Images

¿Nos podría explicar el papel de la literatura queer en los estudios académicos africanos contemporáneos?

La presencia de cuerpos (lesbianas, gais, intersexo, transgénero o indeterminado) y deseos queer ha conseguido una nueva visibilidad en el discurso político de las democracias africanas. Existen numerosas publicaciones que evidencian la proliferación de investigaciones sobre ello. Los estudios africanos queer pueden suponer un espacio en el que, como indica la profesora Jacqui Alexander, “Los contornos de las identidades sexuales y culturales se difuminan y se ponen en cuestión”.

Las representaciones queer en el cine africano también suponen una especie de proyecto restaurativo de las realidades que han sido silenciadas durante mucho tiempo, como Under the Rainbow, Rafiki, The Wound, The Pearl of Africa y Difficult Love.

Ha afirmado de manera contundente, basándose en estudios críticos, que el Atlántico negro “siempre ha sido queer” y para fundamentar su argumentación hace referencia a Omise’eke Natasha Tinsley, autora de, entre otros títulos, Beyoncé in Formation: Remixing Black Feminism. Háblenos de ello.

La provocativa afirmación de Tinsley es que el Atlántico negro siempre ha sido el “Atlántico queer”. Argumenta que Gilroy, en su célebre Atlántico negro, nunca nos habló de cómo las relaciones queer se forjaron en las bodegas de los barcos de esclavos en las que estaban segregados por sexos o en cómo las personas cautivas formaron lazos afectivos.

Tinsley afirma que estos lazos eran queer no solo en el sentido de identidades que aman a su mismo sexo, sino que son lazos que reafirman la humanidad mediante la subversión de la lógica del tráfico de esclavos en la que los cuerpos humanos suponen acumulación de capital. La identidad queer es decisiva y se convierte en política, en una práctica de resistencia.

Los archivos son insuficientes y existen muy pocas crónicas coloniales o estudios antropológicos que den cuenta de los lazos eróticos homosexuales entre las personas cautivas, hombres y mujeres. Por eso los y las escritoras creativas se han dedicado a lo que la académica Saidiya Hartman denomina “fabulación crítica”, un método de creación que nos ayuda a imaginar las relaciones entre mujeres cautivas en la travesía del Atlántico. Es una forma de contrahistoria de la esclavitud, una historia de un pasado irrecuperable.

Grove Atlantic

Como académica situada en el sur global (España), ¿cómo cree que se va a desarrollar el futuro de los estudios queer?

Es una pregunta difícil. Mi predicción es que los estudios queer del Atlántico negro y de la diáspora global van a ser más diversos y contextualizados de acuerdo con los nuevos cuestionamientos. Un ejemplo de ello es el libro que la joven académica sudafricana Camminga B. publicó en 2019, Transgender Refugees and the Imagined South Africa, en el que documenta las trayectorias de las personas que huyen de la persecución, violencia y discriminación basadas en su identidad de género. Si tenemos en cuenta el peligroso aumento de la ultraderecha y del pensamiento político extremista, la necesidad de promover la tolerancia es más urgente que nunca.


Este artículo forma parte de la serie de The Conversation África Decolonising the Black Atlantic en la que mujeres negras y/o queer, académicas de la literatura, reconsideran y alteran los estudios tradicionales del Atlántico negro. Esta serie está basada en ensayos presentados en el coloquio Revising the Black Atlantic: African Diaspora Perspectives en el Instituto Stellenbosch de Estudios Avanzados.


Artículo traducido por Gala Sicart Olavide.The Conversation


Aretha Phiri, Senior lecturer, Department of Literary Studies in English, Rhodes University y Rocío Cobo-Piñero, Lecturer and postdoctoral fellow, Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.