Pobres, pero ricos en valores

Insisto en seguir escribiendo sobre Nepal, especialmente después de vivir de forma directa con los habitantes de las aldeas rurales en las afueras de  Katmandú, Sipty y Kabilash. Un viaje que me dio la oportunidad la ONG Cooperación Internacional Dona Vida, cuyo presidente es Germán Domínguez Naranjo, junto con un maravilloso equipo humano de profesionales, motivó resultar una experiencia inolvidable.  Es importante que el mundo sepa lo que actualmente ocurre en el país nepalí. No descubro nada si digo que Europa vive acomodada, pese a la crisis económica, pero todo el mundo tiene un televisor, un teléfono móvil, ropa,  asistencia sanitaria pública y un plato de comida. Nepal, es todo  lo contrario. Pobreza y miserias, pero fortalecida por valores humanos. 

Cooperación Internacional Dona Vida no descansa, no duerme, sólo piensa en ayudar a ese pueblo del mundo asiático que tanto le s quiere. Para ello, la experiencia vivida y contada por un propio nepalí en su propia casa resulta ser un testimonio muy interesante para el mundo. Me ha pasado ya varias veces, con distintas personas nepalíes que cuando tenemos una conversación más o menos profunda sobre la diferencia en nuestras culturas siempre encuentro la misma reflexión nepalí…”nuestro país es un país pobre…” y es cierto.  Quiero decir, que es verdad que son pobres, cumplen todos y cada uno de los estereotipos para serlo. Llevan la ropa sucia y rota, algunos van descalzos, no comen más que lo que cultivan, no tienen agua corriente en las casas…sólo algunos usan el baño, disponen de poca o ninguna electricidad… Tienen un sistema sanitario muy deficiente.

Al igual que la educación, los profesores no están cualificados y los niños van cuando se les permite ir a la escuela…siempre que el campo no les requiera… No hay carreteras, aunque tampoco es un problema porque no hay vehículos, todos los trabajos son manuales y artesanales, un par de troncos de madera sirven para moler el arroz…un par de piedras para hacer harina, un búfalo para arar el campo… Si es verdad… es un país pobre… Pero pobre, como yo lo entiendo es aquel que no tiene dinero. Y desde que estoy aquí el dinero no me sirve para nada realmente importante: me sirve para comprar tabaco (ellos fuman el que cultivan, y lo lían con hojas de un árbol), tomarme un té en Nisanke (mientras rechazo el que me está sirviendo Sarita)  o  comprar jabón (ellos usan ceniza y barro)… Cuando les hablo de que en mi país necesito cuarenta años para poder pagar mi casa se escandalizan, cuando les explico que en mi país si uno tiene hambre necesita dinero para ir al supermercado no lo entienden, cuando les digo que aunque es verdad que a mi casa llega agua corriente que tengo que pagar pero que no puedo beber no lo comprenden y ya si les digo que tengo que ir al supermercado a pagar el agua potable, se mean de la risa…

"¿Porque uno no puede cultivar e ir a vender al mercado para ganar dinero sin más?", les parece de locos… "¿Qué tengo que pagar todos los meses por la electricidad? ¿Por qué no tenemos placas solares?" Ellos disponen de agua gratis (es cierto hay que ir a buscarla a la fuente), disponen de combustible gratis para cocinar y calentarse (hay que ir a cortar leña), de alimentos  (sólo tienen que bajar al huerto a recolectarlos), son perfectamente autosuficientes, si se les rompe algo lo arreglan, lo remiendan o lo reconvierten… No creo que sea pobreza lo que sufren. Sufren de falta de recursos, pero tienen soberanía alimentaria... Me parece que el país de pobres es el nuestro, no quiero pecar de simplista, ni quiero parecer una hippie… pero los que dependemos del dinero somos nosotros y nosotros somos los pobres si no lo tenemos… (Un testimonio de Alevoshía).

Así es la vida. Mientras que una parte del mundo se gastan millones de euros en armamentos,  viajes a la luna, submarinos nucleares, unidos a los estómagos llenos de langostinos,  mejillones, vinos de marcas y otras exquisiteces, por parte de los políticos que lideran los distintos gobiernos del planeta tierra, la  otra cara del mundo se conforma con comer unos granos de arroz, millo y unas hierbas hervidas que nacen en las orillas de los senderos de las aldeas rurales de Nepal. Este mundo, aunque es real, tiene su parte de mentira. Personalmente, me quedo con la mesa de los niños pobres de Nepal. La otra, la de los ricos, que se las queden ellos y que adornen sus tumbas con sus manteles blancos.