Nepal: ruta de las mafias

Nepal es un país que sigue vetado para los ojos de Occidente y Europa. Para ellos, la frontera del mundo parece ser que termina ahí. Presumen de ser colaboradores humanitarios, pero no reconocen que son sabedores de las existencias de las mafias dedicadas al tráfico de órganos de menores nepalí. Muchas son las organizaciones internacionales que vienen denunciando el citado negocio humano. Cooperación Internacional Dona Vida, cuyo presidente es Germán Domínguez Naranjo, lleva varios años realizando una importante labor en Nepal.

Al respecto, el responsable de Cooperación Internacional Dona Vida comentó en el periódico DIARIO DE AVISOS: “En Nepal, las personas que pertenecen a las castas más bajas no tienen derecho a la educación ni a la sanidad. El Gobierno solo les da paracetamol”, explica el presidente. “Las familias son engañadas: las mafias prometen llevar a los niños a otros países donde tendrán una vida mejor, pero en realidad acaban en redes de explotación sexual, en circos…”.

Para erradicar este fenómeno, Dona Vida emprendió un proyecto de alfabetización en una aldea fronteriza con la India. Los resultados han sido asombrosos. “Hemos conseguido acabar con la trata de menores”.

El reto es conseguir hacerlo en más aldeas. La ONG se ubica en zonas alejadas de Katmandú. En Nagarkot, una de las aldeas donde han trabajado los 20 médicos canarios que han ido bajo el paraguas de la ONG, han levantado un hospital. Solo allí atienden a 7.000 personas, pero en total han ayudado a más de 21.000.

Del mismo modo, Daniel Méndez, periodista del XLSemanal, viajó con responsables de la organización Save The Children, tras los terremotos sucedidos en el 2015. A la devastación del país causada por los terremotos que tuvieron lugar hace seis meses se une un drama más: el tráfico infantil. Amparadas por la desesperación, las mafias secuestran o compran a menores para venderlos como esclavos o explotarlos sexualmente. Llegan a las aldeas cargados de falsas promesas: “Podrás ir al colegio”, “tendrás un trabajo en la ciudad”, “un techo”… En realidad, los niños que caigan en sus redes terminarán como semiesclavos, explotados sexualmente en un burdel de Bombay o tejiendo sin parar alfombras en un taller ilegal.

Vendidos por 200 o 400 dólares. Las mafias del tráfico de personas -un negocio que mueve más de 30.000 millones de dólares al año en todo el mundo- son especialistas en detectar situaciones de vulnerabilidad, donde la necesidad obliga a dar por buenos sueños envenenados. El trabajo del intermediario consiste en convencerlos -a los niños o a las personas a su cargo- de que tiene la llave de una vida mejor.

En un país devastado por el terremoto del pasado 25 de abril, no les resulta difícil encontrar una presa: la ONG Save the Children, presente en Nepal desde hace cuatro décadas, calcula que un millón y medio de niños han sido desplazados de sus hogares. Más de 760.000 casas cayeron o quedaron inutilizadas. Muchos menores han perdido a uno o a ambos padres. Son presas fáciles para las redes del tráfico de personas.

“La trata o el trabajo infantil no son problemas nuevos en Nepal, pero después del terremoto se ha incrementado el riesgo para los menores que quedaron en una situación más vulnerable”, explica Tarak Dhital, director ejecutivo de la Comisión Central para el Bienestar Infantil, un organismo gubernamental encargado de velar por los derechos de los menores.

La Aldea del Riñón
La pequeña aldea de Hokse, a unos 50 kilómetros de Katmandú, es visitada regularmente por traficantes de órganos humanos que prometen cosas absurdas a los habitantes. El lugar se ha hecho famoso como la Aldea del Riñón, ya que una gran cantidad de habitantes ha vendido uno de sus órganos a precios muy inferiores incluso para los estándares del mercado negro. En el tráfico internacional un riñón humano puede llegar a cotizarse en cuatro millones de dólares de devaluados pesos mexicanos (unos US$ 260.000 dólares), pero los residentes de Hokse reciben tan solo un pago de US$ 2.000 dólares por el “comercio”. Si es que llegan a recibirlo, pues es común escuchar versiones de raptos de personas y órganos en la región.

Las cirugías normalmente se hacen en la India, cuya frontera se encuentra a una centena de kilómetros al sur de Hokse. El terremoto en Nepal expuso las penurias de la región, haciendo a la aldea más vulnerable aún ante los traficantes de órganos. “Las personas sienten inseguridad y miedo en los lugares donde viven.

Ven caras nuevas todos los días, personas que han sido identificadas como traficantes de órganos y que intentan embaucar a los residentes con promesas de buenos empleos y una vida digna en países extranjeros”, explica Laxman Lamichhane, abogado y coordinador del Foro de Protección de los Derechos Humanos en Nepal. Fuente: Daily Mail/Mads Fleckner.