El contrato único, ¿solución o problema?

En estos días previos a la tan esperada fecha del 20D nos encontramos con titulares de opinión relativos a la propuesta de Ciudadanos sobre el contrato único como solución al empleo temporal.

En primer lugar, deberíamos de analizar qué causa la temporalidad laboral, para quienes afirman que son las condiciones laborales blindadas de los contratos indefinidos debo manifestar que esa es una consecuencia, pero no la causa. Es cierto que al tener unas condiciones que blindan la salida de los trabajadores en la empresa o al menos les añaden un coste superior que la propia de una finalización de contrato, los contratos indefinidos se antojan menos atractivos en ese sentido para las empresas, pero esa no puede ser la causa de la temporalidad laboral, como decía, es una consecuencia de la temporalidad laboral, es decir, a tan alta tasa de temporalidad nos encontramos con un gran porcentaje de trabajadores que carecen de la protección que se atribuye al contrato indefinido, cuya extinción debe ser siempre causal y por tanto con mayores garantías para el trabajador.

Las hipótesis que se manejan en estos días centran su atención en la dicotomía empresario malo trabajador bueno, que vuelve subjetivas las relaciones laborales, en ese discurso político encontramos desde medidas de sobreprotección como la renta básica a medidas como el contrato único, todos estos remedios se venden como la solución para la parte trabajadora, a la que todos dirigen sus miradas, pero ¿son en realidad una solución?

La realidad es que la causa de temporalidad de nuestro mercado laboral está íntimamente relacionada con el tejido productivo en el que basamos nuestra economía; seguimos creciendo en empleo del sector servicios no cualificado, en ese sentido la temporalidad seguirá existiendo, podemos incluir un contrato único como el que se propone para simplificar (o no) la contratación laboral, que actualmente es altamente compleja, pero la realidad es que difícilmente será esa una medida que cambie el escenario de estabilidad laboral, sin una apuesta por segmentos de inversión industrial, tecnología, conocimiento, etc… estamos expuestos a seguir produciendo una mayor mano de obra no cualificada, y ante esta realidad la temporalidad laboral no desaparecerá simplemente porque cambiemos el nombre del instrumento regulador de la relación laboral.

Nuestro mercado laboral responde al modelo productivo sobre el que se sustenta. Por otra parte, seguimos haciendo discursos antagónicos que sitúan en ese escenario de conflicto a empresarios y trabajadores, en una dialéctica constante que pierde de vista la realidad práctica. Tanto es así que en ningún caso se plantea la regulación de herramientas de gestión empresarial para las pymes, que salen equiparadas en condiciones a las grandes empresas, de tal manera que precisamente la Pyme se retrae en la creación de empleo, puesto que le son inasumibles, en muchos casos, los sobre costes de amortización de puestos de trabajos.

Desde luego todo parece indicar que ante una profesionalización de empresarios y trabajadores todos saldríamos ganando, apostando por un tejido productivo basado en mano de obra altamente cualificada. Pero ese no es el escenario sobre el que estamos situados.

En todo caso, la aprobación o no de un contrato único está siendo analizada desde la perversión del discurso empresario equivalente a criminal, al que se beneficiaría con esa medida, sin entrar a valorar la eficiencia o no de la herramienta de gestión, para lo que necesitaríamos tener la concreta propuesta reguladora en toda su amplitud, valorando si en sí resultaría eficiente.

Seguimos centrando toda la preocupación de la reforma laboral en el ámbito de las causas de extinción de la relación laboral y en materia de indemnización, cuando tal vez tenemos un mayor campo de análisis en el ámbito de las normas que regulan la relación laboral, parece que la tradición mediática sigue siendo hablar de indemnización, como si la mayoría de los trabajadores tuviesen un contrato indefinido… preocupados por conservar esa estabilidad… que en la práctica sólo disfrutan unos pocos.

En resumen, si bien el tema puede dar para más análisis, el contrato único ni es el problema ni es la solución. La realidad es que con todo lo que ha pasado en estos años seguimos subidos en un modelo productivo que nos aleja del mercado laboral estable y con mecanismos saludables de regulación en materia de relaciones laborales. Por tanto, después del 20D, parece que seguiremos sin poner la tirita en la pupa.