Descentralizar no significa mejorar

Algunos canarios creen que cada una de las islas debería ser independiente e ir por su lado. Creen que una mayor descentralización del poder mejorará automáticamente las condiciones de la población en las islas menos pobladas. Pensar que, sin tener en cuenta la calidad democrática interna, una mayor descentralización y disolución del poder va a llevar aparejada una mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos de las islas menores es una ingenuidad absoluta.

Las Ciencias Políticas y la Economía Política nos demuestran que la descentralización mejora la calidad de vida de los ciudadanos solo si va acompañada de una mayor transparencia, una mejor gobernanza y una menor concentración de poder. Ese no suele ser el caso, sino todo lo contrario, y no es casualidad que, en Canarias, cuanto menor sea la isla mayor sea el caciquismo.

Piensa en un momento en la Unión Europea. Una de las razones por la que muchos españoles quieren seguir en la Unión Europea es porque piensan que las directivas europeas y la legislación europea, en cierta forma, les protegerá poniendo freno a las salvajadas que hacen los políticos y empresarios en España. En cierta forma una sociedad con menos desarrollo socioeconómico y menor nivel de conciencia psicosocial como España, se podría beneficiar de las regulaciones más avanzadas de otros países con mayor desarrollo socioeconómico y mayor nivel de consciencia psicosocial como los del norte de Europa.

Pero que pasa si ocurre exactamente lo contrario, que la descentralización se produce hacia una sociedad que está menos desarrollada. Por ejemplo en Canarias, islas como La Palma o la Gomera, o incluso el Hierro, son eminentemente agrarias, y las sociedades agrarias tienden a ser sociedades caciquiles y no el paraíso autónomo que los hippies piensan. El como explotar al proletariado es una cosa moderna que empezó con la Revolución Industrial, pero el como explotar al campesinado, el saber donde este puede esconder el grano, eso se ha sabido siempre.

La ciencia política está plagada de ejemplos de descentralizaciones que empeoraron la vida de los ciudadanos pero enriquecieron a un grupo de caciques. Te voy a contar una de esas historias.

La ciudad de Bell en California, es un suburbio de la ciudad de Los Ángeles. Es una ciudad pobre, en su mayoría hispana y latina. El ingreso medio  por habitante está entre 10.000 y 15.000 dólares, un salario muy por debajo de la media de California y de la media de Estados Unidos. La vida no es fácil en Bell, más de la cuarta parte de la gente de la ciudad vive por debajo del umbral de pobreza. Aún así es una ciudad tranquila, sin muchos crímenes y con un sentimiento de comunidad. Si miramos su página web oficial veremos que sugiere una comunidad próspera y feliz llena de clases de verano, eventos en la biblioteca, juegos acuáticos y divertidos viajes familiares.

En 1993 la ciudad estaba al borde de la quiebra y el alcalde Oscar Hernández (más tarde encarcelado por cargos de corrupción) contrató como gestor de la ciudad - algo así como el director ejecutivo de una empresa o un teniente alcalde - a Robert Rizzo. Durante quince años Rizzo mantuvo el presupuesto de la ciudad equilibrado. Buen trabajo ¿verdad?

Detrás de esta idílica fachada hay otra historia. Cuando Robert Rizzo fue contratado ganaba $ 72,000 y al final de su mandato, veinte años más tarde, ganaba $ 787.000 dólares al año. Si tenemos en cuenta que el presidente de USA gana unos 400.000 al año y el gobernador de California y el alcalde de Los Ángeles unos 200.000 cada uno, el sueldo de Rizzo era bastante alto, ¿no crees? Era el teniente alcalde mejor pagado de todo Estados Unidos. Y, ¿como lo consiguió?

Pero Rizzo no era el único bien pagado; cuatro de los cinco miembros del pleno del Ayuntamiento cobraban del orden de 100.000 dólares al año a través del simple mecanismo, no solo recibían su salario base sino también casi $ 8.000 por mes por asistir a diferentes reuniones. Cobrar 100.000 dólares al año está bastante bien, especialmente cuando ciudades comparables a Bell pagan a sus miembros del pleno un promedio de $ 4,800 por año. 

Pero, ¿cómo podemos explicar estos los salarios desorbitantes en una ciudad pobre no sólo para el Rizzo, sino también para su asistente, los miembros del consejo y el jefe de policía de Bell?  - todos  ellos encarcelados posteriormente por cargos de corrupción.

Para entender como una ciudad pobre podía recompensar tan generosamente a sus políticos y funcionarios, tenemos que entender una cosa. En el 2005 pasa a ser una ciudad en régimen general a lo que en Estados Unidos se llama una ciudad ‘charter’. En cierta forma el poder se descentraliza y la ciudad se ‘independiza’ de Los Ángeles. 

Y, ¿cual es la diferencia entre una ciudad charter y una ciudad en régimen general? Pues que mientras que el sistema de gobierno de una ciudad en régimen general se rige por la ley estatal o federal, el sistema de gobierno de una ciudad ‘charter’ se rige por sus propios estatutos. 

El convertirse en ciudad charter se logró convocando unas elecciones sobre el asunto, el argumento era dar a Bell una mayor autonomía.  Los líderes locales saben mejor lo que es conveniente para su comunidad, mucho más que los funcionarios de otras administraciones de California o del gobierno federal. ¿Te suena?

Los líderes de la ciudad se aseguraron de que dependían de muy pocos votantes para mantener el poder y para establecer su ‘sistema’. Un referéndum especial sobre aspectos ‘técnicos’ tiene muy poco interés para una comunidad, especialmente para una comunidad desinformada y con nivel educativo bajo. Si en lugar de convocar un referéndum especial, hubieran puesto la medida en el contexto de unas elecciones estatales o nacionales, como generalmente se hace en USA, pues seguramente habría despertado más interés y mucha más gente hubiera escrutado la propuesta. En una ciudad de 36.000 habitantes, tras varios trucos de diseño para reducir al mínimo la participación, votaron en el referéndum 400 personas (336 a favor y 54 en contra).  

De esta forma consiguieron poner bajo el control de un puñado de personas el derecho de asignar los ingresos de la ciudad y formar el presupuesto, y, sobre todo, poder hacerlo a puerta cerrada. Eso es todo lo que cambio con los nuevos ‘estatutos’ de la ciudad. Simplemente le dio a un pequeño grupo de personas discreción absoluta en torno a las decisiones de gasto e ingreso de la ciudad. Sus salarios oficiales eran normales, sus complementos desorbitados.

Y como hizo Bell para equilibrar su presupuesto mientras pagaba salarios tan altos. Aparte de falsear las cuentas - lo del presupuesto equilibrado es falso, con las auditorias han descubierto un agujero de 44 millones de dólares - también elevaron los impuestos de propiedad, el IBI para entendernos. El impuesto es del 1,55%, la mitad de lo que pagan en Beverly Hills, Palo Verdes o Manhattan Beach, y mucho mayor de lo que se paga en cualquier otra parte de California. Eso significa que el dueño de una casa en Bell con un valor de tasación de $ 400,000 pagaría cerca de $ 6,200 anuales en impuestos. El propietario de la misma casa en Malibu, cuya tasa es del 1,10%, pagaría sólo $ 4,400. En otras palabras, los impuestos al ladrillo en Bell eran un 50% mayor que los de las ciudades cercanas.

Las elecciones en Bell no eran competitivas, no se presentaba nadie, bien por coacción o bien por otros medios. De los 36.000 habitantes de la ciudad solo estaban registrados para votar 9.400. En las elecciones de 2009 solo fueron a votar 2.285 personas, es decir el 24,3% del censo. Los dos vencedores recibieron 1,201 y 1,332 votos respectivamente.  El candidato número tres tenía sólo 472 votos, es decir alrededor del 5 por ciento de los votantes registrados, un poco más del 1 por ciento de la población de la ciudad, y sólo una quinta parte de los que realmente votaron. El cargo podía lograrse con el apoyo de tan sólo un pequeño porcentaje de la población adulta de Bell. Esto explica mucho las políticas fiscales y de gastos del gobierno de la ciudad.

Rizzo, como gestor de la ciudad, le dio grandes salarios en forma de complemento a los miembros del Ayuntamiento y estos miembros le consiguieron privilegios, enchufes a un grupo de personas en Bell que controlaban a los votantes.  ¿Qué mejor manera de mantener su lealtad? Eso es fácil: comprándola.

Si Bell no se hubiera convertido en una ciudad ‘charter’ con sus propios estatutos y sujeta al control y las directrices de Los Ángeles o del Estado de California, Rizzo no hubiera tenido los medios para comprar a los miembros del Ayuntamiento, ni estos al pequeño grupo de votantes que los apoyaba.

Si Bell hubiera sido parte de una comunidad mayor, siempre hay personas dispuestas a estar alerta contra los abusos de poder, colectivos civiles que alertan sobre las medidas que quiere tomar el gobierno. Pero en comunidades pequeñas y pobres eso es difícil. En una comunidad pequeña y pobre no hay una sociedad civil vibrante e inquieta que fiscalice la legislación que se aprueba en las instituciones. No tiene la dimensión mínima necesaria. Mientras que en una comunidad de millones de habitantes decenas de organizaciones civiles fiscalizan la montaña de nuevos reglamentos y leyes que quiere introducir el gobierno y que afecta a sus intereses o ideología, por ejemplo ecologistas, igualdad, partidos políticos minoritarios, eso no ocurre en una comunidad pequeña.

Lo que ocurrió en Bell ejemplariza lo que ocurre en Canarias, especialmente en las islas menores. Mi intención al compartir contigo esta historia es que entiendas cual es el efecto real de la abstención, de las redes clientelares, de la ley electoral canaria y de la descentralización de los Cabildos. Todas esas medidas van encaminadas a que se pueda alcanzar el poder con tan solo una pequeña parte de la población total.

Cuando la supervivencia política de un líder depende del apoyo de un pequeño grupo de partidarios, la mejor forma de conservar el poder es comprándolos y sacrificar el interés general. Por el contrario cuando son muchos a repartir y el dinero es limitado, simplemente no hay dinero para tanta gente. Por tanto, la supervivencia política de un líder cuando depende del apoyo de un gran grupo de partidarios, solo puede conseguirse "haciéndolo bien", es decir, alineándose con los intereses generales.   

El ejemplo de Bell ejemplifica que la descentralización del poder no se traduce automaticamente en una mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. En este caso el dinero, o el grueso del dinero fue a llenar los bolsillos de unos pocos. En Canarias pasa lo mismo.

Una descentralización y una disolución del poder favorece a los ciudadanos cuando la comunidad que se quiere descentralizar tiene un nivel socioeconómico y conciencia psicosocial mayor que la sociedad que hasta ese momento ha centralizado el poder. Esto es lo que subyace por ejemplo en el conflicto entre Catalunya y España. Muchos catalanes piensan que el Estado español es muy ineficiente, autocrático y corrupto, y tienen razón, y que a ellos con un Estado propio les irá mucho mejor y podrían evolucionar y mejorar rápidamente hacia a los estándares de calidad económica y social del norte de Europa.

Una descentralización y una disolución del poder solo favorece a los ciudadanos cuando se acompaña de un incremento en la transparencia, en el buen gobierno y cuando el poder en la sociedad local no está concentrado en pocas manos. La descentralización administrativa realizada por el gobierno regional de Canarias durante sus diferentes mandatos ha estado encaminada no a mejorar la vida de los ciudadanos, sino de crear el tipo de estructuras corruptas y contrarias al interés general que les permite enriquecerse y enquistarse en el poder.

Si las islas menores quieren una mayor autonomía, pueden tenerla. Pero cuidado con lo que deseas. No es casualidad que en Canarias cuanto menor sea la isla mayor el caciquismo. Quizás la clave esté en dejar de pensar en términos de islas y empezar a pensar en términos de Canarias como proyecto. 

Quizás sea la hora de soñar y articular una Canarias diferente, una Canarias que no esté basada en la desconfianza de unas islas contra otras sino en la interiorización de una serie de valores democráticos y ciudadanos profundos, una Canarias no basada en la insularidad sino en valores pancanarios y solidarios.

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