Un mundo egoísta

Vivimos en un mundo donde impera el consumismo y el egoísmo, la frivolidad, el materialismo, la insolidaridad y el pasotismo, donde los valores éticos del ser humano son constantemente violados día a día y la generosidad y solidaridad priman por sus ausencias. ¿Qué pasa con los valores humanos? Sin duda, vivimos en un mundo contradictorio y confuso, donde parece ser que todo esta permitido. La libertad parece ser uno de los valores en alza, permitiéndole a cada uno que haga lo que quiera con su vida sin importarle lo más mínimo lo que está sucediendo a su alrededor.  

El ser humano tiene la constante de ir a buscar las respuestas fuera de su entorno, es decir, por fuera de nuestro yo, siempre tratamos de buscar una respuesta que nos la del otro, y pocas veces nos preguntamos a nosotros mismos, que hago para cambiar esto. Por ello, es más fácil preguntar a otras personas que hacer que tratar de escucharnos a nosotros mismos. Los cambios que estamos teniendo últimamente en estos años anteriores, demuestran cada vez más que estamos pasando por una etapa de egoísmo muy profunda, en donde casi nada se comparte, todo se compite. Competimos en el trabajo, competimos con los amigos, competimos en nuestra casa, competimos en un montón de cosas. Incluso, competimos con nosotros mismos. ¿En realidad merece la pena competir?

Cada uno de nosotros buscamos lo mejor para nuestras vidas, pues quizás no sea solo competir para llegar, sino que a veces por competir nos olvidamos de todo con tal de llegar al objetivo, cueste lo que cueste, y eso implica lastimar, ofender, no negociar con el resto de nuestro entorno. Por lo tanto dejamos atrás amistades, parejas, padres, solamente para crecer y llegar a ser los mejores y así creernos que con ese método de vida, seremos únicos y que así es lo mejor para nuestras vidas. Es una lástima que la sociedad en que vivimos y el sistema nos haga creer que esa es nuestra meta en la vida y que no existe algo mejor.

En realidad la vida no está hecha para competir, mejor sería compartir, sin lastimar a otros, sin quedar mal en frente de nuestros padres, sin crear malestar en la familia, y que todos no se hablen por un motivo que desencadenó en el cero dialogo, donde todos quedaron sin comunicación, motivando que de la noche para la mañana, todos los integrantes quedarán  aislados cada uno en lo suyo, como si nada hubiera pasado.

Para Silvio J. Blanco, los egoísmos en el mundo por el ser humano han sido las guerras, declaradas o no, que han llevado a cabo grandes potencias para apoderase de recursos naturales, ocupar territorios ajenos, y un sinfín de desmanes causantes de incontables sufrimientos a esta humanidad. Pero nada puede compararse –en la cúspide de la maldad- al incalificable padecer de millones de niños y niñas víctimas de una crueldad inaudita que muchos se resisten a creer y, sin embargo, es tan cierta como el sol radiante.

Por egoísmo grandes empresas del mundo rico someten a infantes a trabajos esclavos a cambio de unas simples monedas, y así ahorrar salarios; por egoísmo son enviados a las guerras tal si fueran soldados, y también utilizados por grupos terroristas; millones de seres humanos viven en la pobreza extrema y, lógicamente, como consecuencia de ello mueren por enfermedades evitables; y no conocen, ni si quiera qué es una escuela. “La prostitución y la pornografía infantiles, los llamados niños de la calle y el tráfico de órganos extraídos a menores de edad, engañados o secuestrados y luego asesinados, rebasa con creces las peores y más espeluznantes experiencias”.

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