¿La huida hacia la libertad o el abismo?

En mundo actual del siglo XXI sigue mostrando su cara más inhumana, injusta y despiadada, especialmente en aquellas zonas del mundo donde millones de personas luchan por conseguir un futuro mejor para ellos y sus respectivas familias.  Todo ello, unido al poder de la ambición y el materialismo entre los poderes fácticos y las clases sociales más ricas. Organizaciones humanitarias como Save the Children y Cooperación Internacional Dona Vida, entre otras muchas más,  son las que de alguna manera ayudan para que miles de niños y personas mayores del Tercer Mundo puedan tener unas mínimas condiciones de vida más justas y duraderas.  También, trabajan para construir un mundo y una sociedad más justa con la infancia. Para muchos, el viaje puede ser largo o muy corto. Es decir, muchos lo intentan, pero otros se quedan en las tumbas del océano o en las fosas de los campos de refugiados.

Hay viajes que no se eligen, que se inician huyendo y con el único objetivo de sobrevivir. Este es el viaje que millones de personas refugiadas hacen tratando de llegar a Europa. Sus lugares de origen son distintos pero comparten los motivos por los que decidieron huir: la guerra, la violencia, la persecución o la pobreza. La ruta es larga y muy dura. Luchan cada día por llegar a su destino, por no quedarse en el camino. Un camino en etapas que miles de niños y niñas, solos o con sus familias, recorren con el deseo de alcanzar Europa para poder vivir en un lugar seguro. Esta es la historia de ese viaje, un viaje donde se huye para sobrevivir.

Huir, escapar, marcharse y dejar todo atrás es un acto de valentía para miles de familias.  Huir para sobrevivir, para tener una oportunidad de ver comenzar un nuevo día teniendo a toda tu familia junto a ti. La guerra, la violencia y la pobreza son las amenazas de las que huyen cada día miles de familias refugiadas. Se van para que sus hijos dejen de escuchar el ruido de las bombas, de presenciar la muerte de sus seres más queridos, para que puedan recibir una educación y con la esperanza de que haya un lugar seguro donde puedan volver a ser niños. Huyen porque son valientes y porque huir es la única oportunidad para sobrevivir.

Miles de refugiados se enfrentan cada día a la difícil decisión entre quedarse o arriesgar su vida en el mar. Pero más difícil aún es tener que decidir sobre la vida de tus hijos. Al otro lado del mar está la esperanza de un futuro, de un lugar seguro para crecer. Al otro lado del mar está la oportunidad de vivir. Pero antes hay que atravesar el mar y completar una ruta por el Mediterráneo llena de peligros donde pones tu vida y la de tus seres queridos en mano de traficantes sin escrúpulos. Mirar al horizonte buscando la orilla que pisar para poder decir que sí, que afortunadamente, han sobrevivido. Los campos de refugiados de muchos lugares de Grecia e Italia son lugares diseñados para una estancia temporal, pero para miles de familias como la de Lemar, el tiempo se alarga demasiado.

No es fácil tampoco enfrentar una rutina en un lugar así cuando no hay una perspectiva en el horizonte de que algo cambie. Esperar con esa incertidumbre va haciendo mella en el ánimo de muchas de estas familias.  Khalil, Karima y Mahsooma son  parte de los más de 20.000 niños y niñas refugiados y migrantes que están atrapados en Grecia. Niños y niñas que necesitan un hogar de verdad donde vivir, tener acceso a una educación que les permita soñar con un futuro y un lugar seguro donde vivir su infancia hoy. Cada día que pasan en el campo de refugiados es un día de infancia que se les está robando. Es necesario que la historia de su viaje no acabe aquí. Cuando parece que lo más difícil ya ha pasado, que la violencia de la que huías ha quedado atrás y que has conseguido sobrevivir a un mar que se ha cobrado el último año la vida de miles de personas como tú, llega la siguiente etapa de viaje. Y, aunque pueda parecerlo, no será más fácil que las anteriores. Al final, nadie sabe si la huida es hacia la libertad o al abismo.

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