Nunca estudies periodismo para hacerte rico

Siempre se ha dicho cuando se habla de juristas, que existen abogados y picapleitos, los primeros más claros, prácticos y objetivos, los otros más oscurantistas, trafulleros y hasta tediosos.

Cuando hablamos de periodistas, también podemos observar algo similar, profesionales que se sacrifican por hacer un buen trabajo, conscientes de la importancia que tiene su labor en la sociedad, hacer una buena faena informativa, y que así su trabajo pueda servir para el bien común, y los grandes charlatanes que solo buscan hacerse admirar o aplaudir, codearse con el poder sin importarles mucho otras cosas que no sean el poder vivir lo mejor posible, aunque para ello tengan que perjudicar a la mayoría en sus intentos de manipular la información, creando así el caos, la confusión, la rumorología, y contribuyendo con su burdo trabajo, tan solo a la decadencia social.

Los periodistas deberían de tener claro las diferencias entre informar y deformar o desinformar las noticias, sobre todo aquellas que son trascendentales e influyentes cuando se trata de cuestiones políticas que van a repercutir en la sociedad. El buen periodista, debería de ser profundamente honesto, interiorizar los conocimientos, investigar, conocer de todo un poco, y estar constantemente informados, porque eso es esencial para cumplir sus objetivos y su respeto a tan noble profesión.

La experiencia personal es fundamental para ser buen periodista, debe tener empatía y ser buena persona en todos los sentidos. El verdadero periodismo es intencional: un buen periodista con sus noticias, debe generar un cambio, una revolución, una crítica, o alguna otra corriente de opinión en la sociedad.

El periodismo no puede ser ejercido por alguien que sea cínico, porque el cinismo tiende a alejarlo de su profesión. Cada año resultan miles de periodistas muertos, asesinados, encarcelados o torturados; es una de las profesiones más peligrosas cuando se investigan asuntos tenebrosos, como el narcotráfico, la trata de blancas, el tráfico de animales, el blanqueo de dinero negro, etc.

Por eso, “aquellos que desinforman interesadamente en su propio beneficio, que viven con el poder y para el poder, que son unos vendidos y unos traidores a su código deontológico, que publican auténticas bazofias con dinero público previo acuerdos para cobrar así sus favores, que se aburguesan y se ríen del prójimo porque carecen de principios éticos y morales, que dicen a boca llena sin cortarse un pelo, que estudiaron periodismo para hacerse ricos”, se diferencian tanto de los que hacen su trabajo con dignidad y orgullo.

Aquellos periodistas que han hecho de su vida profesional un auténtico tesoro, que no se han hecho ricos pero que se han hecho nobles y buenas personas, que son admirados y respetados, sienten cuando se hacen mayores una enorme satisfacción por el deber bien cumplido. Los otros, los arrastrados usureros, de sienten mal, se quedan sin respeto, mal mirados, despreciados, mirando fijamente el saldo de sus cuentas corrientes, preguntándose angustiadamente si ha valido o no la pena, haber vendido su alma.