El desafío de una sociedad cambiante

Entretenido frente a mi ordenador y escuchando una música de una banda sonora que me lleva a otro lugar del planeta tierra, me adentro en el túnel de los pensamientos. En ese manicomio donde las ideas luchan como si fuesen células rabiosas dentro del organismo humano, intento buscar razones y lógicas del mundo en que vivimos.  Cultura de lo efímero y del simulacro: vivimos en la era del vacío en la que los sucesos y las personas pasan como tragados por un ritmo vertiginoso: no hay ídolos, ideas, consignas definitivas. Todo está destinado a desaparecer, pero nada de esto es símbolo de tragedia o anuncio de Apocalipsis.

No hay lugar para revolución, ni para los compromisos políticos. Ideas, ética, moral, valores en nuestros días: la filosofía de la posmodernidad se ha caracterizado por su carácter explicativo, de lo que acaece. La posibilidad de recuperar lo perdido, ha elaborado un posmoderno discurso sobre las ruinas.  La misma filosofía parece haberse reciclado adaptándose a las actuales demandas de los consumidores. Ha abandonado los inalcanzables estrados académicos y el rigor de los tratados para entremezclarse con los artículos de consumo de la nueva edad. Lo cierto es que no hay lugar para el pensamiento, en el contexto de una sociedad en la que priman otras variables comunicativas.

¿Qué está sucediendo? Los ricos, empresarios y poderes fácticos están construyendo un mundo de ladrillos tecnológicos, donde atrás quedaron los valores humanos; las conciencias ya no delatan ni perturban las almas que vagan en el aire. Somos hijos de los caprichos de los poderosos, bibliotecas donde almacenan otros momentos, lugares, etapas y ciclos de otras vidas. El transcurso del tiempo o de la vida, nos han convertido en laboratorios de hipocresías, cinismos, ironías, falsos y detractores de nuestras propias ideas, pensamientos y acciones nobles. Actualmente, todo mensaje es una mentira de la realidad donde se están sucediendo los acontecimientos en el mundo. Lo material supera la acción noble, el amor, la nobleza y la generosidad en los valores de los más pobres.  

Ya no hay historias que contar. Nuestros abuelos y padres han pasado a un segundo plano, salvo excepciones. Las costumbres de aquellas experiencias vivientes de otra época, quedaron atrás. Que pena y tristeza ver como aquellas tierras que en otras etapas de la vida fueron sembradas de valores, bajos las manos callosas de nuestros antepasados, hoy hayan quedado relegadas en el olvido. Busco respuestas, pero no encuentro contenido que me den tranquilidad de cara a los próximos años venideros. Sin duda, las generaciones anteriores han sido sustituidas por la nueva revolución tecnológicas. Caminamos y pensamos como robot fabricados por las manos y avaricia del hombre. El momento de la vida se traduce en una verdad, para más tarde convertirse en una mentira. Toda realidad de la vida es un paisaje que brilla con luz propia, hasta que la luz del sol se apague. 

decir la verdad