En Canarias se confunde servicio con servilismo

El otro día, caminando por el centro de la isla, un compatriota al que acababa de conocer y que trabaja en turismo rural me dijo una frase que me resonó profundamente “en Canarias se confunde servicio con servilismo”. El compañero dio en el clavo.

En Alemania, Austria o Suiza existe un buen servicio y una de las cosas que me llamó la atención cuando regresé a Canarias fue la poca calidad del servicio en restaurantes y bares. De hecho el único lugar en el que encontré un servicio excelente fue en un restaurante tailandés que estaba por detrás del Corte Ingles de Las Palmas de Gran Canaria cuyo ‘metre’ había trabajado anteriormente en el ‘Four Seasons’ de Bangkok. Si bien es cierto que los hoteles canarios están generalmente por encima de la media en cuanto a calidad de edificación, también es cierto que en Canarias no existe una cultura de servicio sino de servilismo que es muy distinto.

Un buen servicio es lo contrario al servilismo. Un buen servicio se da con autoestima, con formación y con elegancia. Dar un buen servicio es motivo de profesionalidad y por tanto de autoestima, el servilismo por el contrario es rebajarse y perder la autoestima. Por eso en Canarias tenemos mal servicio.

Ese servilismo se da también en algunos países árabes, por cierto, y al igual que en Canarias, en el fondo denota una concepción jerárquica y autocrática del poder. El poder como privilegio y dominación y no como consentimiento y servicio.

Pero también denota una falta de autoestima, una falta de respeto por uno mismo, por su cultura y por su historia. Cheik Anta Diop, en un estudio presentado a la Unesco, afirmaba; “la conciencia histórica, por el sentimiento de cohesión que crea, constituye la relación de seguridad más sólida y segura para un pueblo. Esta es la razón por la que cada pueblo busca conocer bien y vivir su verdadera historia, transmitir su memoria a sus descendientes, Lo esencial es encontrar el hilo conductor que lo liga a su pasado ancestral. Ante todo tipo de agresiones culturales y ante los factores disgregantes del exterior, la más eficaz arma con que se puede dotar a un pueblo es el sentido de continuidad histórica. Destruir la memoria histórica forma parte de las técnicas de la colonización, sumisión y embrutecimiento de los pueblos”.