Periodismo, periodistas y empresas de información o desinformación

Recientemente hemos podido observar en España, como una asociación de defensores de los usuarios de la banca, (AUSBANC) utilizaba una publicación en formato de revista, para cobrar a las empresas cantidades importantes de dinero por publicitarse en ellas. Se está juzgando si esta asociación o empresa, extorsionaba a empresarios del sector económico, para que pagaran por que se hablase bien de ellos, o de lo contario se hablaría mal y se les ocasionaría graves perjuicios.

Me pregunto si solo son esos señores los que utilizan esta sucia treta, o por el contrario podría ser un modus operandis que llevan a cabo muchos filibusteros, repartidos a lo largo y ancho de nuestra geografía Española.

Que los medios informáticos son un poder muy potente a nadie le cabe duda. Pueden hundir o llevar al éxito a cualquiera o influir decisoriamente en la opinión pública hacia una determinada tendencia política. Y no todo lo que se publica es siempre verdad, a veces son rumores, indicios o inclusive intuiciones.

Pero cuando se habla de esto hay que ponerse y ser muy serios, caminando <<con la verdad por delante>>,  porque todo debe ser cuestión de medida: “cuidar bien los elogios y halagos hacia una parte, que son solo propios de informadores serviles y tan solo a los mentecatos agrada recibirlos” y dejar de apuntar desde las redacciones siempre hacia el mismo lado, como si fuesen un bunker con los cañones preparados para destruir al enemigo.

El auténtico periodista tiene que ser valiente, e ir siempre con la verdad por delante, combatiendo las ideas o los programas perniciosos sin miedo ni contemplaciones, pero eso sí, con el suficiente respeto a las personas que defienden esas ideas o programas, que puede ser que no sean ni buenas ideas ni buenos programas, pero también puede ser que si lo sean y que sea el periodista o el medio para el que trabaja, los que estén equivocados. El periodista debe ir siempre con buena fe, y ante todo procurar ser una persona imparcial, no andar con dimes y diretes, diciéndose y desdiciéndose cambiando de parecer a cada momento por motivaciones meramente particulares, por intereses políticos, laborales o económicos.

Cuando se es persona primero, y además se es periodista, cuando se sabe (o se debería de saber) por el frágil momento que atraviesa esta nación llamada España, llena de falsos patriotas que se esconden tras la fe cristiana o la bandera nacional, se tiene que tomar conciencia de la importancia que tiene la información como la única medicina capaz de sacarnos de este atolladero donde ahora estamos estancados, y para eso hay que ejercer tan noble profesión con el código deontológico que conlleva, haciendo de portavoces de la sociedad, siendo la voz del pueblo, olvidándose de que son los medios los que tienen el poder, porque saben que eso no es verdad, el verdadero poder es del pueblo y son los medios los que tienen que cambiar el chip y comenzar de una vez por todas a ejercer bien sus funciones, que no son otras que hacer de portavoces de la sociedad, como buenos oficiantes de la comunicación.

Pero a nadie se le escapa, que detrás de muchas revistillas, (las hay de todo, de turismo, automovilismo, gastronomía, medicina, ciencia y tecnología etc. etc.) periódicos gratuitos, tv locales, radios u otro tipo de medios, no se ejerce la profesión como se debiera. En ocasiones por que se es prisionero de un salario, o también por el intrusismo en el sector.

Son muchos los ayuntamientos y comunidades autónomas, que han creado sus propios canales de comunicación, para darse autobombo y de paso atacar al enemigo. Muchos son los que también, no cuentan con verdaderos profesionales de las ciencias de la comunicación, sino con simples voceros dispuestos a ladrar a quien sus jefes les señalan, para luego si no hacen caso de sus ladridos pasar a morder. Y todo esto se sustenta a través de la publicidad, los partidos políticos instaurados y perpetuados en las administraciones públicas pagan con dinero público, aquellos medios que les son afines, y les hacen de perros guardines para sus intereses políticos con constantes sumas de dinero, por anunciar esto o lo otro y así todos tan contentos.

Pero cuando es el sector de la comunicación quien es atacado, cuidado, se ponen en juego unas cuestiones muy peligrosas para muchos políticos, para muchos periodistas vinculados a partidos, para muchos empresarios, para muchos banqueros, que se pueden quedar sin careta o sin escenario donde representar sus pantomimas.

Y entonces yo me pregunto, ¿Se sabe todo esto? ¿Entonces de que vamos? ¿Se sabía lo de AUSBANC? ¿Quiénes lo sabían? ¿Desde cuándo lo sabían? ¿Por qué no lo denunciaron? ¿Cuántas cosas más o cuestiones se saben que el pueblo debería de saber también para así poder votar conscientemente y no manipulado?

Aquel periodista que guste inmiscuirse personalmente en política, es libre de hacerlo, pero nunca desde su fanatismo individual como ciudadano, diciendo las cosas como son y no desde su punto de vista ideológico ni en busca de sus intereses, porque el periodismo no es un fin ni una meta personalista, es un medio de comunicación masivo y como tal debe ser expuesto y trabajado con dignidad suficiente para ser creíble, pues el sectario nunca llegara a ser periodista, a lo más que llegara es a ser un esbirro propagandista, por su dogmatismo, intolerancia, agresividad contrapuesta, que le terminaran pasando factura y perdiendo su credibilidad ante la sociedad.

Si el periodista lo que busca son reconocimientos y honores mundanos, con tretas y artimañas barriobajeras, trepando por encima de sus compañeros con alcahueterías y adulaciones, en un país como España donde impera la envidia al triunfante, se convertirá en objeto de análisis continuo de aquellos que lo rodean o lo leen y le escuchan, el ojo crítico apuntara a su persona, se juzgara su escalada laboral y se investigaran sus finanzas, producto ambas de sus obras y conducta.

El periodista honrado, vocacional, siempre sacrificara su éxito fulgurante de una información perniciosa al bien de la sociedad del país donde vive y trabaja, sin vanidad, sin servilismo, con valentía y generosidad, siendo humanamente consciente del beneficio que su buen hacer puede aportar a la sociedad española en estos momentos tan delicados para su futuro.